martes, 16 de enero de 2018

Dime que no te acuerdas


Carlos Michel Fuentes

Regresamos cansados en medio de la noche. Habíamos estado bailando sin parar desde que la lluvia y las olas que rompían salvajes contra el muro nos impulsaron dentro del Parisien. El club estaba repleto como siempre. El portero me reconoció entre la gente que se amontonaba en la puerta intentando entrar a toda costa, me hizo una seña y tomados de las manos con las ropas pegadas al cuerpo, resbalando entre las protestas y los empujones nos vimos dentro sin importarnos nada; en la mesa habitual de la esquinita con el cenicero de hierro con aquel marinero borracho recostado a la farola y la lamparita sobre el mantelito colorado con el agujero de cigarro que rodeaste con el sudor de tu trago. Yo pedí mi ron a las rocas como siempre y tu mezclado con soda.

La orquesta ya llevaba un rato tocando y nadie aún se decidía a bailar, fuimos nosotros los primeros- ¿recuerdas?- te tomé de la cintura y no te solté más, sudamos y el sudor volvió a empapar mi camisa y tu falda, reíamos, nos besábamos. El chino me saludó con la trompeta desde el escenario y tú le lanzaste un beso y yo busqué tus nalgas suculentas e inabarcables con mis manos y las apreté y te atraje hacia mí y nos besamos nuevamente pero con los ojos cerrados esta vez.

No puedo olvidar que aquella noche llegaste sin zapatos a la casa, que perdiste un tacón subiendo la loma de Paseo, que orinamos juntos en una acera oscura y vimos el brillo de la luna reflejado en los surcos de orine corriendo entre las grietas.

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