domingo, 25 de diciembre de 2022

Ser todopoderoso significa... no poder



alFredoTriFf

Después de un período largo y de enorme sacrificio se dice que el Satyagrahi recibe grandes recompensas espirituales. Tal es el que conoce la exaltación de una experiencia prodigiosa; ve y entiende lo que otros no pueden ver ni entender. Poseedor de una serenidad que le permite disfrutar esa paz donde el mundo y el cosmos se hacen suyos. 

También ese es el momento en que todo puede perderse. 

Un poder en como tal se apega a la naturaleza y la mancha con su deseo. Hablo de quien juega con el poder que no merece... quien puede porque no puede. No rechacemos esa propuesta tan rápidamente. Propongo, suspender la validez de la enseñanza y admitir su lógica. 

Hacer tal cosa equivale a admitir una imposibilidad como posible. Esta es la verdadera enseñanza de Pantañjali en sus Sutras. Un milagro es algo imposible que ocurre que no puede ocurrir. 

Diferenciemos lo posible de lo imposible. No todo lo posible se conoce. Hay muchas cosas en el universo que ocurren sin que tengamos la más mínima idea. Lo posible puede o no ocurrir. Ésta dicotomía no es aún territorio de lo imposible (que es lo que está vetado a ocurrir). Habrá quien diga que mientras algo ocurra, ya es posible y eso hace lo posible una potencia francamente ilimitada. 

Tantas cosas que parecían imposibles en el pasado son posibles en el presente y del mismo modo puede ocurrir con el futuro. Esa razón parece borrar cualquier límite contra lo imposible. Pero es difícil pensar que el contenido de nuestro conocimiento sea independiente de la realidad. El conocimiento de la realidad física debe designar un objeto real, inclusive aunque no todo objeto del conocimiento deba ser real. 

Conozco a Don Quijote, no porque corresponda a un individuo real. Se trata de un contenido imaginario. Pero cuando se trata de milagros, se habla de ocurrencias en el mundo real sin licencia poética. Seamos sobriamente empíricos. 

¿Qué es imposible? Lo que viole una ley física universal... flotar en el aire por voluntad propia por ejemplo. “Nuestro conocimiento de las leyes físicas es aún incipiente”dirá alguien. ¿Qué hay de un conocimiento futuro donde las leyes aceptadas en el presente se amplíen con nuevos descubrimientos? A no ser que no sean las leyes las que cambien, sino nuestras propuestas sobre el universo. El que algunas de esas propuestas cambien no implica que no exista un límite a cualquier propuesta. Si no existe ningún testimonio plausible en favor de la levitación parece indicar que ésta viola la ley de gravitación universal. 
¿Y si ocurriera? 

Hago la pregunta para sugerir dos posibilidades: una, que el fenómeno se de y se repita y se tuviese la oportunidad de estudiar levitación y hacer prácticas levitatorias y asistir a congresos nacionales de levitantes los días feriados. Otra, que se trate de un milagro, que como se verá, no necesita verse y en cuyo caso no podría ocurrir jamás de nuevo o simplemente no tendría por qué ocurrir en lo absoluto. Descarto la primera alternativa, ya que todo milagro, por su constitución es irrepetible y acaece sólo a quién lo necesita. Opto por la noción de que el milagro debe poseer esa imposibilidad de propósito, debe ser de gratis. 

Lo imposible no puede ocurrir y si ocurriera ya rebasa la lógica universal. El milagro no se hace como premio a la fe. Después de él, no habría fe posible. En todo caso se abre la posibilidad de lo imposible. No puede haber certidumbre más solitaria que la de ése que ha recibido tal don. Raro en sumo. Lo imposible es soberano en que no existe economía sino un gasto fortuito. Una razón portentosa e inexplicable. No se hace necesario lidiar con lo que se razona o se justifica. Todo eso sobra y dificulta la comprensión del prodigio que requiere tal incomprensión. 

Admítase entonces la imposibilidad. ¿Cómo puede algo imposible ser posible? Como todo potencia. En la certeza de una posibilidad sin que ésta se efectúe en lo absoluto. Mover montañas significa, no moverlas, sino saberse con ese poder. Decir saberse es decir certidumbre total. 

Mi conjetura no contradice el milagro. Lo acepta como todo poder, en tanto que imposibilidad. El milagro es un hecho portentoso, convicción de ese que sabe puede hacer algo portentosamente trivial – y por tanto no lo hace. 

La razón que no aplasto a la hormiga intrusa haciendo malabares sobre la página del libro es que puedo aplastarla. Es tener un poder que no puede. Poder sobre su propio eje, contra el límite. Si se rebasa ese punto dejaría de poderse. 

Esa ausencia es Dios. 

No estoy diciendo que poder es no poder. Vale traer el ejemplo de Jesús con Pedro de nuevo. Nadie puede mover montañas. Tal poder no existe. Por ello moverlas es un milagro y por tanto que no se deberán mover. Basta con saber que se puede. Ahí está la imposibilidad de la posibilidad. Quien tuviese poder de milagros no puede dudar de su poder y es por ello que no lo haría. Aquí parece que operase un principio radicalmente opuesto a la fe, que es esa certeza para lo que no existe certeza alguna. La facultad milagrosa, por otra parte, tiene certeza de una imposibilidad. La fe y el poder milagroso están cosidos por el mismo hilo. El poder no es lo que cuenta. Se trata de algo tan palpablemente posible no requiere poder alguno. Apunto al acto más trivial, el más insuficientemente digno de sí. 

Para poderlo todo no se puede poder. La omnipotencia debe observar el límite de su propio designio. 

Quisiera terminar con una idea que no puedo concluir aquí y es un astuto argumento contra la omnipotencia: Dios no es capaz de crear una roca que no sea capaz de mover. Ahora declararé lo opuesto. Dios puede y debe crear esa roca. Ser TODOPODEROSO significa no moverla.

sábado, 24 de diciembre de 2022

Navidad: Rumor en las despedidas



Eslinda Cifuentes

El frío azota al norte, pero aquí, luz impoluta, mediodía paradisíaco. En el aire la idea de que Dios nace de esta luz imponderable. Rebobino el control remoto de la vida (es 24 y he de ser nostálgica), me detengo un instante en el adorno de burbujas calientes del arbolito. De niña ardían los ojos de contemplar el altar de la iglesia de San Antonio cuajado de cirios; encandilados y sobrecogidos nos apretábamos las manos. Era solista meñique y cumplía con el rigor de un buche de miel pura para limpiar la voz: cantaba villancicos en proscenio con la mejor bata bordada agenciada por mi madre (a pesar de la pobreza generalizada) y mi madrina Carmita Villaraos marcando las entradas. El camino que lleva a Belén, baja hasta el valle que la nieve cubrió. La noche era un misterio cerrado; acostumbrada a irme a la cama a las 7pm —trastornada, espiaba la oscuridad, su componente siniestro— y la misa del gallo era la excepción, intersticio en la madrugada: fulgor de luces y aguinaldos, imágenes lustrosas de santos elevándose al cielo, incienso intenso, mi repertorio ensayado, la pandereta adornada con cintas de colores, las castañuelas negras, las claves, la expectativa sin límites. 

El esplendor del rito no ha vuelto a ser el mismo. A las doce en punto se hacía la magia cuando descubrían al niño de yeso y piel tostada, sus ojos azules de cristal, ¡había nacido! Se disparaban los aleluya y hosanna, cantos y jolgorio al margen de una Cuba comunista cerrada, militarización férrea y la persecución brutal a los religiosos. Fortuna de serlo sin máscara: el “Mi hijita, todo lo que te dicen en la escuela es mentira”, aún me salva la vida. El sonido del órgano enorme, mientras a gachas vigilaba los pies descalzados de mi madrina dándole a los pedales de madera, inflando de aire los pulmones del lujoso instrumento que trepaba por las paredes hasta el puntal altísimo —tubos dorados cual centella. 

Al final nos poníamos en fila para besar al recién nacido, satisfechos después de cada beso que el hermano Rafael limpiaba con una pañuelo blanco de hilo y encajes de plata. Postres ya muy tarde (o muy temprano), tostadas untadas con mermelada de guayaba servidas por el padre Serafín Ajuria. 

Alegría, rumor en las despedidas.

jueves, 15 de diciembre de 2022

La lucha de una raza contra el destino (por Ortega y Gasset)

 

La lucha de una raza contra el destino tiene grandeza y crueldades tales, que constituye un tema trágico, un tema eterno y necesario. Porque la cultura, que es un cambio progresivo, es, a la vez, una eterna destrucción de los pueblos mismos que la crean. Y la terribilidad del caso se hace más patente allí donde un pueblo se niega a consentir la amputación de su carácter y centra todas sus energías, antes ocupadas con producir cultura en el puro instinto de conservación contra la cultura misma, contra el nuevo orden férreo y fatal. Como toda tragedia, reclama esta una fórmula que puede sonar así: una raza que muere por instinto de conservación.-- Ortega y Gasset. La deshumanización del arte.

sábado, 10 de diciembre de 2022

¿Qué mueve el pincel?, de acuerdo a Vladimir Vasilievich Stasov

Ilya Repin, Retrato de Vladimir Vasilievich Stasov, 1883 

El trabajo del pincel lo dice todo. Pero el pincel se debe a otra cosa. ¿Qué impulsa la mano del pintor? ¿Los dedos? No, los dedos son resortes de una máquina. ¡La mente del pintor! (dirán los mentalistas).  No, la mente mentaliza... un estilo. Un tomo de reminiscencias dibujadas de la vida entera: el olor a leña en el aire durante Maslenitsa. La pudrición de las hojas del campo en otoño. El bullicio del mercado. Un meterse (okunut'sia) sin miedo de lleno en las cosas. -- V. V. Stasov (St. Petersburgo Gazette, 1873).

miércoles, 7 de diciembre de 2022

Julio Roloff, el cinismo y la generosidad se dan la mano



alFredoTriFf

La amistad mejor se da entre los buenos e iguales en virtud; porque en tanto que son están predispuestos para querer el bien el uno del otro. Aristóteles.


La generosidad

Entre cocineros la comida es sagrada. Ritual de olores y degustaciones. Hay un aparte en la mesa servida cuando se comentan yerros, aciertos e ingredientes, técnicas de prep: si freir o tostar, el enigma del potaje de garbanzos, si más o menos ajo para la aioli, ¿manteca de puerco o aceite de oliva?, el mejor huevo frito, Salivam Movere. 

Filosofía de la buena. 

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Comparto una comida en casa de Julio Roloff. El tipo conoce el quehacer de la jama. Son muchísimas las veces que he comido en su casa. En chez Roloff se come omnívoramente, como debe ser. ¿Su ídolo culinario? Julia, seguida por Jacques Pepin, cocinero favorito del mismísimo General De Gaulle. Hay decenas de videos de Pepin en YouTube que Julio ha estudiado detenidamente. Practice makes perfect. Entre plato y plato Julio lanza un comentario pertinente: dónde lo comió, si está bajo de qué cosa; el cardamomo en la carne guisada de fulano de tal, el secreto del arroz con pollo de mengano. Es cuidadoso con los detalles y tiene muy buena memoria. 

Al pan, pan, y al vino... veritas

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El secreto del ritual de la comida está en invitar y compartir. "Invitar" viene del arcaico vitus, la voluntad de estimular a otro a hacer algo, voluptas ¡ah! el placer. Compartir es lanzar un lazo. Hay ardid y artificio, o mejor, vínculo y obligación. 

La proeza de los Roloff (Magaly cuenta con platos a su haber) es cocinar para mucha gente en una cocina pequeña. Nos llegan invitaciones formales: "Oye, el jueves que viene estoy cocinando tal cosa para fulano y mengano, ¡vengan!" O informales, como tipo 6 y media de la tarde: "Esta noche, estoy haciendo bisté con papa fritas, frijoles negros de Magaly y aguacates que trajo Chago". Declaraciones de amistad lanzadas por el messenger. Vayas o no, estás invitado. 

A comer y gozar que el mundo se va acabar.  

En la casa siempre hay música sonando. Julio fue productor en la EGREM en los años 80 y se ha ido agenciando el equipo ideal (encontrar un buen "oyente" de música que no le preste atención al estéreo es una contradicción en términos). La  ceremonia comienza con los tragos: negroni para Rosie, whiskey con hielo pour moi. La mesa se adorna con hors d'oeuvre de ocasión: quesos, acitunas, embutidos diversos y galleticas. A cada rato salimos afuera para fumar. Después llegará el plat de resistance. Cierran el postre, y el espresso de Magaly. 

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Saber dar es saber andar. El dicho tiene su reverso: si me invitas y acepto, debo hacer lo mismo contigo. La regla de oro de la reciprocidad (en lo bueno y en lo malo) se remonta a los albores del salvaje que llevamos dentro. 

Homo sapiens, homo reciprocans.  

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La antiquísima amistad se basa en la confianza, simpatía de los astros y benevolencia. Léxicamente amare e icus apuntan cualidades. La amistad no dura sin estos ingredientes. Amigos duraderos hay muy pocos.  

Me enorgullezco de Julio, biznieto del general Carlos Roloff Mialovsky, el llamado "mambí polaco", al que José Martí, dedica las siguientes lìneas:

Tampa saluda a Roloff, el héroe que luchó día y noche durante diez años por la libertad de una tierra que no era suya. Hoy es recibido con admiración por todos y todos buscan estrechar su mano y expresar amor y admiración por este hijo de Polonia, que hoy es nuestro invitado de honor en Tampa. 

El polaco no podía imaginar que su biznieto Julio Felipe sería un joven chispeante de 17 años en la Habana de los años 60 del siglo XX. Hablo de un flaco melenudo, desgarbado (el joven fue detenido varias veces por su tacho negro y luengo). Vestía camisa blanca de mangas largas remangadas, pantalón de trabajo y botas de cañero. Caminaba con una síncopa peculiar. Fue víctima de aquel brote de polio de principio de los años 50 que lo dejó lisiado (no para mí, ni para sus amigos). Julio "el cojo" le decían. No era improperio sino un término descriptivo. No obstante, el tipo era inmune a los improperios. Fue –y sigue siendo– estoico. 

Conocí a Julio en la secundaria del Conservatorio Amadeo Roldán. Él en 9no grado y yo en 7mo. La diferencia de dos o tres años lo hacían llamativo entre las jevitas de la escuela. Llegó el día en que nos hizo el cuento de un "ligue" y quedé impresionado. Los socios lo cuentan todo. Esa es la mejor Educación sexual 101. Julio el melenudo desgarbado y anárquico fue uno de mis role models en la Cuba de los 60 tardíos.   

El cinismo

Todo cínico se ríe y hace reír o llorar. ¿La risa? Gasolina canina. Hay que dedicar al menos un párrafo a la carcajada roloffiana: 1/3 de pantomima, 1/3 de sátira y 1/3 filípica. Desde los pasillos de la institución podía otearse la estrafalaria figura ostentando esa jarana tosida a pulso rauco de ricochet abaritonado. 

Julio hacía gala de la yámbica de las procesiones fálicas del culto a Dioniso. Su poder sicofármaco era estimable entre los amigos. Kant, filósofo extraordinario y adusto, recomendaba la carcajada para la sanidad mental.  

Había una beta política prometedora en la hilaridad de ese sujeto renco que desconocíamos (los menos dados al cinismo). Pronto captamos que esa carcajada era el martillo simbólico que amenazaba los decretos almidonados de la prosopoeya comunista. 

A Julio lo animaba la verdad. Él no hacía halago de ella como un programa. La carcajada roloffiana anunciaba: "me río de lo que digo y lo que diga cualquiera". Fue Baudelaire quien anunció: 

... el verbo encarnado, no rió nunca. No rió a pesar de haber llorado, y aún a pesar de haber sido consumido, en más de una ocasión, por la ira

He aquí que en más de 50 años de amistad no conozco aún al Julio iracundo (en privado podrá ser otra cosa, pero eso no se sabrá). Lo marca un debonaire de amplia comprensión. 

La persuasión cínica no está exenta de benevolencia. ¿No es el perro modelo de fidelidad? Quien es digno de confianza tiene que saber hacer el bien. El ladrido del perro es la risa sin filtro del cínico. La vida es potencia inmediata, clamorosa y la realidad nos demuestra lo salvaje de la verdad. Y la verdad en su verismo es risible, pues abunda en absurdos. Ahí está el cinismo roloffiano.

Hemos llegado a los 60 tardíos y la amistad queda interrumpida por la expulsión del conservatorio Amadeo Roldán. A propósito de absurdos: en 1968 Castro le hizo la guerra a la sociedad cubana con aquella "Ofensiva revolucionaria" que sumió al país en la miseria degradante. Afortunadamente, ni Julio ni yo representábamos el modelo del hombre nuevo (y así constó en las actas de expulsión). 

A principio de los 70 se suceden encuentros que parecerían fortuitos. Volvemos a encontrarnos, el redomado cínico y yo en la Escuela de superación Ignacio Cervantes, que reunía músicos profesionales, otrora estudiantes expulsados de conservatorios (Amadeo o Caturla) y desafectos con talento. Coincidimos en dos clases inolvidables: contrapunto con Lolita Torrres y orquestación con Félix Guerrero. De ahí pasamos a ser compañeros en la Facultad obrero-campesina de 21 y L. La diferencia de edad había desaparecido. Descubrí a otro Julio en el individuo. Él seguía fiel a su cinismo. 

Por coincidencias (que nunca lo son), éramos compañeros en la sección de cuerdas de la orquesta de la Ópera y el Ballet y estudiábamos en el Instituto Superior de Arte. Julio tocaba el bajo y el timpani, pero había decidido estudiar composición. Toqué en la première de su pieza para violín solo en la Biblioteca Nacional. 

Una noche de abril de 1980 di la vuelta desde desde mi puesto en la segunda fila de los primeros violines y alcancé a ver a Roloff el bajista, compartiendo el atril con Manuel Robles, musical, figurín y promiscuo. Me escapé antes que comenzara el segundo acto de Madame Butterfly de Puccini. Horas después, miles de almas cruzábamos las cercas de la Embajada del Perú en La Habana.