miércoles, 25 de octubre de 2023

suerte perversa


alFredoTriFf

Yuesneivi y Yanke caminan hacia el carro por el estacionamiento del condo de Yasmani en la esquina de la 125 con la 14 avenida en North Miami. Ni un alma alrededor.
Tremendo pari de veddá, ¿eh mami? Y buen reguetón que metió Yasmani. Cosita bien rica... cosita bien hecha... hey. La veldá quel Fredyclan está en ággo. Yanke ¿estás bien mi vida? Claro beibi, entero. Ve con cuidado que mañana tengo esa entrevijta ¿oká? ¿Cuál entrevijta? La entrevijta del trabajo en la agencia Yanke. Ah... sí. ¿Cómo ah sí, Yanke? Cuánta vece hemo dijcutío eso. No podemo seguín así sin fula. ¡Ay Yujneivi deja el teque de la fula pa luego! Cosita bien rica... cosita bien hecha... hey,
¡BANGatumbambÁ!
Yanke ¿qué fuéso? Le dijte al carro ese. Ñó qué mielda. Tomaste demasiado. Te lo dije. Oye, tate tranquila que no es ná. No a pasao ná. Mira el Toyota ese, le apachurrajte el costao. Al carro de nojotro no le pasó ná. No te baje. Acabajte con ese, mira, tiene un asiento de niño atrá. ¡Ay Yanke! Dale, móntate ya mujen, móntateeeeeee. Sal de'pacio plis. Ese es el carro de una mujen. ¿Y qué? Seguro que la tipa tiene seguro. ¿Seguro? ¿No viste el asientico de niño ejcachao? Oye, no joda máj Yuneivi. ¿Qué tú quiere? ¿Que llame a la dueña a ven si baja y que me arrodille a pedíle peldón? ¡Pa’qué bebijte tanto coño! Yanke, contigo siempre ej lo mijmo. Ah, no jodaj maj.
Siguen gritando como locos. Al rato cunde el silencio. Por arte de magia Yuesneivi piensa en esa madre que no podrá llevar a su hijo a la escuela al día siguiente. No se imagina que las probabilidades del universo concuerdan en su derivativa infinita en esa esquina de la 125 y la 14: dos mujeres con la misma entrevista en la agencia al día siguiente, y solo una de ellas obtendrá el puesto.

viernes, 20 de octubre de 2023

Noche de dandis en el salón de la Baronesa de Maistre (segunda parte)




alFredoTriFf


(Un fantasma gélido se pasea por el salón 
en su hemisferio, durare de los mixtos, 
¿su sentencia? la mayor circunferencia.
Criticar es hacer cultura dicen los cultos
y para esto es idóneo cualquier labio.
Sí, maldecir es dulzura.)

Barbey, hablando de lecturas, ¿has leído a Aloysius Bertrand? (inquiere Borel, con voz de Fantômas

(D'Aurevilly con la mano al pecho a-lo-Byron) 

"Cada ola es cual ondina que nada en la corriente,
cada corriente un sendero que serpentea hasta mi palacio,
mi palacio fluido se erige en el fondo del lago, 
en el triángulo del fuego,
en la tierra y en el aire".  

Oh, Gaspar de la noche... (apura Grisi con voz de prima-donna)

(Mérimee) "Si la oreja no se dejara seducir tan fácilmente
                                                   los placeres que ofrece el arte de la música 
                                                                                                             no serían tan numerosos". 

(Deschamps) Aquí, de modo infalible, la pretensión choca con la razón. 

¡Qué afectado te ha quedado! objeta de Borel, ojeando su reloj de faltriquera.

La afectación no me disgusta, la borra el tiempo aclara Sainte-Beuve con una muequita e índice regordete enhiesto.  

(La Grisi) Conozco dos tipos de afectación. A través de uno, el autor parece decirle sólo al lector: quiero ser claro, o quiero ser exacto, y ahí no nos disgusta. Pero algunas veces trata de decir también: quiero brillar, y entonces fracasa.

(Risitas apagadas) 

Para afectación está el arte de la pintura exclama Daumier a paso de tacón sonante en suelo de parquet.

¿Por ejemplo? inquiere Mérimee acariciándose el chivito algo cano.

Una pintura que vi la semana pasada en el estudio de Ingres. De ser romántico ha pasado a... come si dice. 

¿Démodé? interviene Deschamps desde la duda timorata.

El romanticismo, afectación crónica (interviene Sainte-Beuve)

(Murmuros de extramuros en la sala)

Pareces decirlo con halagüeño menosprecio apunta Borel, arreglándose el rizo cabello.  

¡Cómo no ser romántico en pleno siglo XIX! (deplora la Baronesa de Maistre)

(Borel declamando, diestra en el pecho y el brazo extendido) 
¡Oh, siglo XIX, hervidero cruento y ardiente, melancólico y postrero, ¡venid!

(Aplausos desganados)

Daumier, no es fácil fungir como pintor del gran Bonaparte Sainte-Beuve agrega, mientras enciende y succiona la pipa calabash con un gesto de sacar humos de invención de una marmita de brujería.  

¡Ni ganar el Premio Roma! añade Mérimee, dibujando círculos fantasiosos en el aire.

Muchos han ganado ese premio y desaparecido del mapa aclara La Baronesa Maistre. 

Por ejemplo: Girodet- Trioson señala Barbey, algo retraído. 

(Daumier, profundizado en volcanes profundos mientras fuma) ¿Qué decían del pintor Tiburcio? Leyó muchas novelas, vio muchos cuadros; como perezoso, prefirió vivir de la fe de otros; amar con el amor del poeta, contemplar con los ojos del pintor, y por tanto conocía más retratos que rostros. La realidad le repugnaba.

(Barbey por joder) Concuerdo. Yo prefiero la seda Charmeuse a la piel de una mujer. 

(La Grisi, preguntona) ¿Cuál es su pintor favorito Maître Daumier? 

(Daumier, algo empinado) ¿Quién va a ser?  Moi-même!  

(RISAS)

Volviendo a la literatura solicita la Baronesa de Maistre con una sonrisilla. 

Sainte-Beuve, ¿qué piensas de la Madame Bovary en la Revue de Paris? Con cada entrega aumenta mi interés. 

Madame de Maistre, Flaubert nos ha ofrecido una nueva manera de hacer novela contesta Sainte-Bauve, matter of factly.

Asfixiante en los detalles (deja caer Barbey, cual testigo imparcial, hurgando la bandeja de hors d'ouvres) ¿Qué queda a la imaginación? 

"Vana imaginación que en mil intentos 
alimenta vanos pensamientos" (entona Deschamps, algo teatral) 

(Barbey) ¿No han leído los detalles de la interminable operación de pie equinovaro en el capítulo IX? Páginas y páginas. Quelle horreur! 

Tengo por regla general: siempre que el escritor piense sólo en su lector, se le perdonará... si sólo piensa en sí mismo, se le castigará (manifiesta Grisi acomodándose en la silla Luis XV de tafetán rosado)

Su ideal estético es escribir como un artista y describir como un científico. Su padre era doctor responde Deschamps. 
  
Veterinario dirás observa Barbey, mientras inspecciona sus uñas esmaltadas.

Flaubert padre era un cirujano respetado y profesor de medicina en Ruen aclara Sainte-Beuve transformado–. Es, además, un amigo querido. 

Se han reunido aquí varias veces pronuncia La Baronesa de Maistre. 

Imagino un tercer invitado (sugiere Mérimee, sin comprender que entre la congruencia y la incongruencia no hay apenas diferencia)

¿Quién será? canturrea Deschamps con la cautela del calamar. 

(Barbey) Acaso el famoso escritor de La pipe d'opium.

¡En efecto! (añade Sainte-Beuve)  

La Baronesa anuncia otra intervención operática de la Grisi en la sala del piano.

(Al rato se discute un libro)   
 
Quisiera agregar algo  dice Deschamps, sacudiéndose flequillos de la chaqueta de terciopelo de brocado florido. El juicio es una facultad fría y fuerte; el ingenio, una facultad delicada y viva. 

(Barbey) En cuanto al libro que mencionas... en ciertos volúmenes encontramos luces artificiales demasiado parecidas a las de los cuadros, de igual manera se vuelven mecanismos acumulando oscuridades en algunas partes; en otras las diluye. 

(Deschamps) Hablas en parábolas. Con esa clase de lenguaje parecido a los espejos convexos o cóncavos, que representan los objetos tal y como los reciben, pero que nunca los reciben tal y como son. 

(Sainte-Beuve) Las palabras, como el vidrio, oscurecen todo aquello que no ayuda a ver mejor. 

(Barbey) Menciona un intelectual serio que merezca mi atención. 

(La Baronesa hace un ademán delicado con el abanico) Voltaire, par example. 

(Barbey, entre enfático y fantasioso) ¿Voltaire? Puedo verlo, con el gran sombrero antiguo del que caen los dos cordones emborlados de los viejos patriarcas y con un largo bastón, fino y distinguido de alpinista de las ideas, de viajero siempre hacia las cumbres. 

(Daumier) Artista, intelectual y corruptor. 

(Sainte-Beuve) Gran disociador de ideas. 

(Deschamps) Evangelista después de los evangelistas. 

(Borel) Sembrador de dudas porque hasta de la razón duda. Dijo una vez. "Tendrás razón, lo cual es bien poca cosa".

(RISAS)

(La Baronesa de Maistre, como asomándose a una ventana con bambalina de cretona) En su Diccionario filosófico leí: "La sensibilidad es casi un instinto, la experiencia más dilatada y la ciencia más profunda". 

(Grisi, imaginando alguna reflexión que el entusiasmo enfría) ¿Qué quiso decir con "la experiencia más dilatada"? 

No tiene ciencia: se es sensible o irritable (asegura Daumier con cara de buho medio tiempo) 

(Deschamps) ¿Y qué es la sensibilidad? 

(Sainte-Beuve) Una molécula. 

(RISAS) 

(Mérimee) Molécula sensible de organismos sociales y biológicos, complejos agregados, como el enjambre de colmenas atrincheradas en la Rue Saint-Maur. 

¡La revolución! (grita Borel, con sus ojos chicos más chicos que nunca– sus ojeras medicales). Aquí un bordado o una esclavina allí unas cintas o algún adorno de brocados al chaleco y entonces pertenece uno a los cruzados. 

(Mérimee) ¿Dijiste "revelación"?

O a los protestantes (alude Mérimee, copa en mano) 
 
los de Guisa (replica Deschamps desde la silla curul) 
 
        o la Liga (articula Sainte-Beuve) 

             o el Bearnés (vuelve Mérimee) 

                  o la Fronda (concluye Madame Falcon con una suave carcajada) 

(Barbey, enrollando el mostacho) Es un hecho que habla de la madurez de nuestras costumbres que la vestignominia se haya vuelto casi una rama del arte creado por Gall y Lavater. 

¿Vestinogminia? Me huele a vestidura. 

(La Baronesa de Maistre) Hace tiempo deseo preguntarles. ¿Qué es esa cosa llamada dandismo? 

La mirada va de Barbey a Borel, 
de Borel a Deschamps,
de Deschamps a Barbey. 

(Barbey) ¿El dandismo? Una teoría completa de la vida. 

(Deschamps) Vivir un mito.

(Borel) Hacer del mito vida y escritura.

(Barbey) Ser lánguido como Lara.

(Mérimee) Aristócrata como Harold.

(Barbey) Héroe metafísico como Manfredo.

(Deschamps) Es una enfermedad pegajosa e incurable.  

(Sainte-Beuve) Es un ser raro, crítico y metódico; más empírico que teórico.

(Barbey) Soy uno de los pocos profetas que quedan. Tengo facultad de lanzar miradas de mil años. 

(La Grisi) Qué maravillaaaaa.

(Barbey prosigue) Creo en el valor de lo abismal, pero dejándolo en su lugar, pues en la superficie sería inútil, pernicioso y desconcertante.

(APLAUSOS) 

(La Baronesa de Maistre, ufana) Olvidan algo. ¡No hay dandi sin salón!

¡Bravo! (exclaman los aludidos)

(Sainte-Beuve) Barbey, ¿te consideras experto en materia de salonerías? 

(Barbey) Que responda la baronesa.

(La Baronesa se levanta y señala al susodicho) Barbey d'Aurevilly es siempre bienvenido en esta casa.   

(APLAUSOS)

(Borel) Barbey, ¿qué hacías paseando en el Campo de Marte hace dos días? 

¿Moi? Te equivocas. 

(Borel) Ibas como vestido de sargazos y conchas. Con ese aspecto de duende que debiera tener el dandi de lo vital. Había que ver cómo caía por las comisuras dragónicas de tu boca en la confluencia de bigote y barba la rojiza sangre del ocaso que hay en los moluscos.   

(Barbey) Borel, soñaste una realidad submarina que disfraza su propio sueño. 

(Mérimee) ¿El Campo de Marte? Me ha parecido siempre un un largo y verdoso París para futuras movilizaciones. 

(Deschamps) Largo como una lombriz.

(Barbey) Odio el gentío, los hoteles, las estaciones, y el alejamiento de mis queridos Mina y Julius (refiérese a sus dos gatos abisinios). 

(Borel) Te vi. 

(Barbey) Que no.

(Dechamps) El no le apuesta al todo y a la nada.

(Ahora conversan todos)

En cada no hay una mitad de.

La preñez del no tanteó las fronteras del tedio como excusa, sin abandonar la posibilidad de negarse de nuevo. 

Estás demasiado cerca del para saberlo.  

Lo que exime al joven no de la mera repulsa. 

Conocen el diálogo entre el y el no

Sí, 
No,
No.

(RISAS)

Al no nunca le ha sido prohibido negociar con su enemigo. 

(Risas y toses)

(Barbey) Lo siento, soy original.

(Daumier, rascándose la garganta) Más que original, snob.

(Deschamps) ¿El snob? Amanece cada día con una cabeza distinta. Juega el juego del corazón en el baccarat de la vida.

(Borel) El snob hace norma de vida del espectáculo de la vida.

(Daumier improvisa una tonadilla) Como buen republicano soy austero y cortesano, 
es mi único sostén respirar aires de andén... 

Y morirás con cultura, en tu propia sepultura remata Borel.

La verdad tiraniza, la duda liberta.

¿La duda cartesiana?

No, la duda atemperada por el desprecio.

(Un rugido ensordecedor desde los cielos estremece la sala)

París truena. Madame, es hora de partir. Émile, mi capa s'il vous plait.

Soy pluviófilo. Émile, mi bastón. ¡Lluvia voy a ti!

Émile, mi gabardina rusa. 

Padezco de ombrofobia. Émil, mi capa y mi sombrero.

Baronesa de Maistre, ha sido una noche... irrepetible. 

Indefectible

Infalible.

¡Incontestable! 

viernes, 6 de octubre de 2023

La Habana, Leo, dos encores, 1977


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Año 1977: Leo Brower acaba de tocar el Concierto de Aranjuez para guitarra de Joaquín Rodrigo con la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por Manuel Duchesne Cuzán. Los aplausos son atronadores. Después de dos salidas apresuradas, Leo regresa acompañado por el director regordete (pareciera más un funcionario que un músico). Saludan y acto seguido desaparecen por el lateral izquierdo. Aumentan los aplausos, prolongandose por medio minuto. Aparece entonces la delgada figura, vestida de negro, cuello de tortuga, pantalones campanas y botines lustrosos. Se dirige al centro del escenario. La carota de pómulos salientes y labios gruesos adornada con espejuelotes negros de carey. Pelo largo, negro y brillante. Manos largas de dedos refinados acariciando el instrumento delicadamente. 


Leo no toca la guitarra como otros virtuosos del momento: Yepes parece violarla, Julian Bream la porta como si lo incomodara, John Williams la exhibe cual condecoración militar. Otro negocio con Leo, embrollándose al maderamen, tanteando la tablazón entre pecho, rodilla y pierna. El brazo derecho se mueve como si dirigiera una sección invisible de violines; la mano pendiente de cada traste y rápidos ajustes a la clavija. Afina. Silencio absoluto. 

Pespuntea los acordes del arreglo suyo de La fille aux chevaux de lin de Debussy (tan original como el de Heifetz para violín y piano). Le sigue la melancólica La plus que lente
Ahora Leo otorga al silencio tanta importancia como el sonido. Entre frase y frase, delicada cascada modal a lo escala Slendro; elegancia neoclásica cerca del diapasón, y sul ponticello de pronta casi aleatoria de son montuno broweriano. 

La música fluye, cada frase pensada, cada nota cristalina. El intérprete desafía la gravedad y se eleva hacia las nubes, fuera de la Habana gris y apuntalada, de represiones y concentraciones multitudinarias. A no ser por alguna que otra débil tos contagiosa, parece quevedianamente que soñamos. 

Aquella noche y aquel encore Brower-Debussy, entre sacro y profano de notas arcanas y alquimia decimonónica en la oscuridad del teatro pudo ser la escena de éxtasis musical en una simple tela vetusta y oscura, imaginada por Eugène Carrière.