sábado, 10 de agosto de 2019

La mirada indiscreta de Alejandro Ríos



Rosie Inguanzo

(Presentación en Books and Books el 3 de agosto de 2019)

Alejandro Ríos es una mirada inteligente y crítica, amena, reposada (raro entre cubanos).  Es campechano en el sentido tradicional: aquél que ofrece un trato sencillo y cordial. Evitando los juegos retóricos llama las cosas por su nombre. Su discurso escrito y hablado evita lo redundante para ir al meollo de los asuntos.

Dice Alejandro,

"Sin Miami no hay país.
¡Viva Miami! La ciudad donde descansan mis muertos mayores y vive mi familia, la razón de mi existencia. Donde los cubanos dan prueba del éxito posible. ¡Viva Miami!”

Y es que Alejandro es un defensor de Miami como la patria posible.

Sin Miami no hay país, dice. Y ahí entran las implicaciones socio económicas, pero también morales, la voluntad de salvaguardar unos valores. Pues Alejandro ejemplifica todo eso; es un decir haciendo. Así es como lo vemos desde hace décadas de aquí para allá, trajeado o con su guayabera de rigor —Estercita cerca, los hijos, la familia que lo secunda—, su hablar pausado, sagaz, las buenas maneras, la chispa cubano habanera en el decir.

Su reverencia a este país y a Miami—ciudad denostada desde las dos orillas—, se llama gratitud, por cierto; también así se expresa quien ha sabido trocar el revés en victoria. De la zozobra que sufrió aquella pareja que arriesgó todo cruzando el Río Bravo, al bienestar y el reconocimiento que disfrutan hoy, ha habido mucho esfuerzo que les ha canjeado mérito. ¿Cómo lo ha logrado todo? Con una ética de trabajo.

A saber,

Exiliado desde 1992, en 1993 inaugura el Ciclo de Cine Cubano en Miami Dade College, que fue un éxito total. También su labor de veintitantos años en la Oficina de Prensa del MDC, y en el programa de Autores Iberoamericanos de la Ferio del Libro, como gestor, mediador y presentador, siempre amable y puntual con todo escritor cubano desarraigado o de visita. Porque Alejandro es un defensor de la cultura cubana en libertad, empeñado en que no seamos el “exilio invisible” que acuñara Cabrera Infante. Y por eso, todos estamos en deuda contigo.

Ítem,

De 2003 a 2009 dirigió el 1er Festival de Cine Alternativo, en el Teatro Tower. Y ha estado involucrado en el Festival de Cine de Miami, incluso antes de que éste estuviera bajo la tutela del MDC.

Alejandro ha sido conductor de varios programas y segmentos de ¿qué más? Cine. Primero La pantalla de azogue en TV Martí, luego Pantalla TVM (programa que salió durante 20 años); hasta muy recientemente La pantalla indiscreta en América TeVé.

Hay que subrayar su labor dando a conocer a tanto cineasta cubano y a tanto cine joven de la isla y fuera de ella. Y es que Alejandro ha sido el vínculo entre el cine que se hace en Cuba y Miami, dándolo a conocer y enfocando críticamente. Ha promovido desde los dioses tutelares (Tomás Gutiérrez Alea, Orlando Rojas antes de exiliarse, Fernando Pérez, etc.), incluyendo a los cineastas exiliados (Orlando Jiménez Leal, Leon Ichaso, Jorge Ulla, etc.), a los baluartes emergentes, sobretodo el cine independiente, en un principio cine alternativo.

Ahora se hace más fácil conseguir el material fílmico porque el medio digital y las redes facilitan la difusión. Pero Alejandro ha hecho esto desde tiempos inmemoriales, cuando había que arriesgarse para sacar una copia de Cuba.

(Aquí traigo una anécdota) Hasta a mí me tocó alcanzarle un filme en formato VHS para su Ciclo de Cine Cubano en MDC, cuando visité la isla en 1993. Regresaba por primera vez, y la actriz Jacqueline Arenal (en el teatro Hubert de Blanc, durante el estreno de El Público, de Federico García Lorca —dirigido por Carlos Díaz), me entregó una película para Alejandro cuyo título no recuerdo. ¿Acaso El siglo de las luces de Humberto Solás, o fue Fresa y chocolate?. Recuerdo que se exhibió en el Ciclo de Cine y fue controversial.

Y bueno,

Escribe desde hace más de 10 años una columna semanal en El Nuevo Herald.

De ahí sale el cuantioso volumen que celebramos hoy, La mirada indiscreta (Hypermedia), y que da fe de la labor de este licenciado en Historia del Arte, como crítico de cine y periodista cultural. El libro, de edición tan bonita, reúne sus columnas. Una indiscreción hitchcockiana que abarca 700 páginas de temas variados: personales, familiares (acercándonos al ser humano que es), lo político —porque cómo no abordar la debacle nacional—, y la constante del cine. Todos ángulos de una realidad acuciante.

Ahora mismo en medio de la controversia ¿quién analiza mejor el empeño del (des)gobierno cubano en institucionalizar toda la producción fílmica que se hace en la isla? Ahí está Ríos para echar luz y desmenuzar lo que es tan difícil de entender (¡¿institucionalizar el cine independiente?! ¿no es esto una paradoja?). O sea, otra vez coartar, controlar ese radar de lo que sucede allá adentro (que es el cine independiente). Ríos llega a poner los puntos sobre las íes, desenmascarando a tres o cuatro farsantes y oficialistas. Alejandro es lo que se dice un cantaclaro.

Sobre el libro, Alfredo Triff ha dicho: 

Con Ríos el lector se siente a gusto; será porque rescata la memoria de nuestra generación o porque detalla el simple día a día en una mezcla sui generis de autobiografía, sátira y folclor. Cualquiera que sea el tema, política local, música, cine o historia, su mirada crítica absorbe al lector. La mirada también se tiende sobre el presente exiliado e isleño. Alejandro comenta la actualidad con perspicacia y una vena elegante que no moraliza (el cinéfilo nunca se pasa) y aún llama las cosas por su nombre.

Pudiéramos seguir comentando la labor y los méritos de este afabilísimo señor. Baste agregar que Ríos es un cubano ejemplar, exitoso y con valía. Un hombre que escribe como quien es. Pero eso, ustedes aquí presentes, ya lo sabían.

Sin Miami no habrá país, pero sin Alejandro Ríos Miami, mi Miami, el nuestro, sería un lugar mucho más pobre, más despiadado el exilio y menos entrañable. Aplauso para mi flamante amigo.

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