viernes, 13 de mayo de 2016

Guapachá y el combo de Chucho Valdés



Cada vez que se apela a una de las estampas que ilustran a la bohemia de la Habana sesentosa, se refuerza esa sensación de itinerario violado de la vida nacional. Hoy tocamos oreja con un astro extraviado.

Armando “Guapachá” Borcelá apenas vivió treinta y tres años, pero su fugaz presencia guapachosa tipifica como pocos aquel ambiente hedonista de las noches habaneras de los sesenta.

Era lo que los cubanos denominamos un descargoso. Un tipo que con oído sensible se conectaba al discurso de los instrumentos y acudía al scat, ese recurso de improvisación vocal que la Fitzgerald inmortalizó y en el que Borcelá se lucía no solo por su habilidad, sino por el aire vernáculo que le imprimía, mezclando el dejo guaposo de la rumba y el guaguancó con el jazzeo.

De esa fusión entre la inspiración del guapachá (híbrído de guaracha y merengue) y el populismo sonoro de una farándula en “Revolución”, nació el alias que hizo conocido a Borcelá en su corta vida artística.

Percusionista devenido cantante, dejó un escaso legado debido a su muerte prematura: un disco de vinilo de Bebo Valdés que contiene algunas colaboraciones y un LP grabado con el combo de Chucho Valdés, que es de donde proviene el material que Tumiami muestra hoy.

Expresivo y atmosférico, el estilo de Borcelá se inspiró en el guapachá de finales de los 40, retomando la proyección escénica del intérprete en el género, pero tamizando la temperamentalidad populachera para acercar el performance al énfasis más contenido y glamoroso del filin.

El minuto y pico de este clip se hace manjar con el puñado de jóvenes talentos -Chucho al piano, Carlos Emilio en la guitarra, Julio Vento en la flauta, Manolo Cala con el bongó, Roberto Concepción en las congas y Orlando “Cachaíto”López en el contrabajo - que mientras acompañan al carismático Borcelá, despliegan el virtuosismo que los haría grandes con el paso del tiempo. (JR)