lunes, 6 de julio de 2015

Represión y café con escupidas



Jesús Rosado

La brutal golpeadura al líder activista Antonio Rodiles ha disparado las señales de alarma ante la impunidad con que está actuando la represión castrista justo en el momento en que el proceso de restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba entra en una fase culminante.

Esta escalada represiva del régimen en los últimos días indiscutiblemente genera argumentos de fricción en el acercamiento, y aun cuando la gestión entre gobiernos parece ser un hecho irreversible, la cantidad de partidarios de un diálogo con concesiones comienza a mermar y las reservas tanto en el Congreso como en el Senado en cuanto al acercamiento pudieran pasar a marcar tendencia.

El rostro de Rodiles, evidenciando el abuso policial contra un hombre indefenso, es un testimonio demasiado contundente como para voltear la cara ante una realidad que se va imponiendo cada vez con mayor crudeza: el poder en Cuba se siente con más bríos para ser dictadura porque donde debió haber interpretado un gesto de buena voluntad de quien fuese antes el enemigo, lo asume como síntoma de debilidad y repliegue que le otorga legitimidad a su autoritarismo.

Lo que menos merece la violencia que ejerce un gobierno contra sus ciudadanos es la cordialidad o la indolencia. Sería como participar del ímpetu de sus excesos. Para garantizar el respeto en cada etapa futura de la aproximación se hace imprescindible la práctica de la dignidad en el presente. Es imperdonable aceptar un café diplomático con salivazos disimulados en su espuma.

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