miércoles, 14 de julio de 2010

Minicuentos

 Francesca Goodman

Rosie Inguanzo
I
  
Durante nueve meses sospechó de aquel bulto agrandándose en su vientre; por ello respiró tranquila cuando al fin salió un niño y le vio las alas. 

II 

Aquel día me mostró, debo decir me paseó, por primera vez, por su estudio que olía a barro húmedo a polvo de roca a tabaco y a goma de pegar. Guiándome por la galería de esculturas, se detenía y me acercaba a ellas. Me permitió tocarlas, e incluso me llevó las manos, colocándome una u otra en la arista rugosa, en las curvas sumisas, alrededor de un cuello tensado, de un músculo de la espalda, texturas adheridas (válgame la sangrante etimología) al barro frío y seco. 

Y pude registrar esos ojos como cuencas fijas, paseando las yemas de los dedos por las órbitas de polvo juntado ahí, donde ninguna llama se hundía adentro de la niña -siendo un círculo más pequeño aún dentro de la córnea, líneas suplementarias cerrándose en un círculo, al tacto constatando la extrañeza que le adjudicaban los críticos a estas miradas, "expresan un vacío raro” -decían. 

Palpando las miradas comprendí la mía: redondez inerme, agua hacia adentro, lago interior de mis ojos ciegos, cofres de agua soportando redondeles. 

Ojos. 

Los comparo mentalmente con el nido que M. puso un día en mis manos; no lo pude entender hasta tenerlo en las manos: nada del picoteo del tocororo en el jardín, nada de su canto brusco ni de los sonidos de las alas contra las hojas del almendro me describía la casa del ave, la concavidad del nido que M. puso en mis manos. 

Hasta que lo tuve crujiente aquí, la oquedad al alcance, no supe de la cuenca liada que guardara los huevos, moldeada por sus pechos breves- un nido emana de un árbol, queda prendido allí hasta que crecen y se van los que lo habitan- los plumones ensartados en las ramas, los pequeños lazos que las juntan firmes. 

Los ojos tienen relieves marinos, bajo el agua lisa, círculos sumergidos. 

Caí en cuenta, los críticos hablaban de mis ojos, donde no hay mirada.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Me cautivas.

ariana dijo...

... donde no hay mirada....! me hizo "gasp".

muy bonito

JR dijo...

Belleza consumada. Otro delito de poeta, Rosie. Así son ustedes de incorregibles.

Anónimo dijo...

Bella prosa, siempre se agradecen tus textos,de fuerza y poesia
M.Marrero

Heriberto Hernández Medina: dijo...

Me gustan. Los minicuentos tienden a ser efectistas y estos se conforman con ser sutiles y conmovedores. Felicidades.

Anónimo dijo...

"Palpando las miradas comprendí la mía: redondez inerme, agua hacia adentro, lago interior de mis ojos ciegos, cofres de agua soportando redondeles."

Precioso tu post, Rosie!

Poeta del siglo de petróleo dijo...

Con R.I hay que ir palabra por palabra, dispuesto moverse en la maraña de figuras complejas sobre fondos complejos, entre velos íntimos y sangre de poetas muertos, órganos sin cuerpos y pétalos de tamarindo en pubertad.

Anónimo dijo...

Rosiña, son como "haikus-cuentos". Oye, hay que ser poeta para narrar bien en ese estilo. ¡Bravo por la brevedad encantadora!
Teresa.

LopezRamos dijo...

Me cuadra esa narrativa ensimismada y onírica. Me lleva al Orlando de Woolf y la Onoloria de Collazo, que bebió en la anterior.
Gracias y Besos

RI dijo...

Conmovida con tanta generosidad, amigos. Ayuda mucho en esta vida.