domingo, 20 de noviembre de 2016

"Lorca en un vestido verde” y el juego de la memoria y de la muerte



Mayra Marrero

“Lorca en un vestido verde“ escrito en el 2003 por Nilo Cruz, director artístico de Arca, es la más reciente colaboración de Arca Images y el dramaturgo en el Onstage Black Box Theatre del Miami Dade County Auditorium. Cruz, quien también dirige esta puesta, ve la feliz coincidencia de su creación con la Feria del Libro de Miami. En un escenario desnudo y paredes negras, un grupo de maletas alineadas cierran el espacio escénico, y ocho actores empiezan un juego de alternancia de identidades y cambios de temporalidad. Unos serán Federico García Lorca, otros representarán la dictadura, la intolerancia, los extras, los que se dejan arrastrar sin opinar, otro será el duende jugetón que lleva la tragedia en los tacones y la palmas.

Rosie Inguanzo, Carlos Acosta-Milián y Ariel Texidó. Patrick Ferrell, ElNuevo Herald

Cruz propone un acercamiento a Lorca por la vía del ‘teatro dentro del teatro’, recreando pasajes de los últimos años de la vida del autor granadino y el momento de su martirio. Para esto ubica los personajes en una suerte de purgatorio en el cual los escogidos tendrán que convencer al Poeta, en un plazo de cuarenta días, de que ha muerto, para que una vez que este haya aceptado su nuevo estado, pueda ‘ascender’ a otra dimensión. “Un muerto en España está más vivo que en ningún lugar del mundo”, decía Lorca en ‘Juego y teoría del duende’ (iluminadora conferencia-ensayo que dio en la Sociedad de Amigos del Arte de Buenos Aires), y Cruz parece servirse de esto como axioma de muerte-realidad- irrealidad, presentándonoslo en un poético texto.

Lorca, en la obra de Cruz se resiste a creerse muerto, a perderse Granada para siempre, a no intercambiar bromas, discursos, pinturas, trazados con Dalí; se resiste también a huir de los brazos de su amante; se resiste a que lo olviden. El escabroso camino a la aceptación pasa por sucesivas interacciones con sus diferentes identidades. Esta negación a su nuevo estatus crea un paralelismo con El Joven de ‘Así que pasen cinco años’, obra de Lorca de gran influencia surrealista considerada premonitoria (cinco años después moría el poeta).

En esta onírica y mínima puesta, Cruz, sin duda un estudioso del teatro lorquiano, hace confluir todos los elementos que consideraba el dramaturgo para su ‘teatro total’: música, baile, canto, drama y colores. Crea así una atmósfera ubicua e irreal sirviéndose del profesionalismo de Fernando Teijeiro quien traduce los recuerdos en elementos escénicos tales como edificios de Nueva York, manuscritos que suben, bajan y se pierden en sintonía con la iluminación de Gary Lund.

El universo poético que crea Cruz con sus textos e imágenes va de la poesía a la prosa sin esfuerzo y es interpretado por un excelente grupo de actores. Ariel Texidó en el Lorca con sangre, enamora con su personaje. Una excelente actuación que va de la risa a la catarsis final, en un monólogo inolvidable por la fuerza dramática y la mesura de su actuación. Es sin duda uno de esos personajes que Ariel llevará en su piel por mucho tiempo.

Irene Benítez, Ariel Texidó y Aaron Cobos. Foto: Arca Images

La actualidad de la obra de Nilo Cruz se constata, por desdicha, en la homofobia, el poder de la dictadura que sobrevino, el nacionalismo y la intolerancia que Carlos Acosta-Milían destaca en su personaje de General, dominando la escena con la fuerza de su voz y su presencia. Yani Martín, elegante, simpática y precisa en su personaje de Lorca mujer —el lado femenino del poeta que ella interpreta sin esfuerzos. Irene Benítez se traslada de un lado a otro entre experimentados actores y lo hace con frescura y simpatía como requiere su Lorca niño.

Carlos Acosta-Milián (fondo), Omar Germenos y Xavier Coronel. Foto: Arca Images

Xavier Coronel, Lorca con un traje blanco, se transforma en el poeta, el amante , el dramaturgo, y lo hace con el profesionalismo al que nos tiene acostumbrados. Omar Germenos en Lorca con un vestido verde, viste su personaje con un misterio no exento de sensualidad, como metáfora del poeta expuesto a la censura y a la cultura del miedo en la España de principios del siglo XX. Aaron Cobos, el bailaor, trae el sur consigo en cada uno de sus tacones, lo arrastra, lleva al Poeta a su inicio y fin, es ese duende juguetón que también sabe caracterizar la muerte y el lado oscuro.

Irene Benitez, Yani Martin y Xavier Coronel. Foto: Patrick Ferrell, ElNuevo Herald

Rosie Inguanzo traza un esbirro inseguro y torpe, desde la farsa. Es así como a través del humor logra distender la solemnidad y pesadumbre del discurso escénico (esa historia de horror) y el público lo agradece. Dalí es igualmente interpretado por Inguanzo con genialidad, matizando su actuación con detalles, miradas y una peculiar manera dalinesca de hablar. Inguanzo es una de esas actrices que quisiéramos ver con más frecuencia en los escenarios de Miami.

Rosie Inguanzo, Ariel Texidó y Carlos Acosta-Milián

La obra vislumbra elementos surrealistas, fragmenta la vida del poeta en el absurdo juego de la memoria y acentúa los recuerdos del personaje una y otra vez regresándolo al momento de su muerte. Aborda su muerte, la distorsiona en fracciones reconstruyendo el instante, deteniéndolo entre la tierra y la luna: la tierra que cae sobre sus restos y la luna que lo persigue en sus ‘sueños verdes’.

“Lorca en un vestido verde” es una excelente puesta en escena donde texto e imagen confluyen en un preciso y depurado discurso escénico. Un homenaje al poeta granadino, una reflexión sobre la vida y la muerte, y la perdurabilidad en la memoria colectiva.

1 comentario:

Alfredo Triff dijo...

Mayra: Buena reseña, buen ojo, hablaste de aspectos q otros no han comentado. Q sigan llegando.