sábado, 21 de julio de 2012

violencia...estado natural de...

Jesús Rosado


Lo que está mal en nuestra sociedad es que hay gente que ya no valora la vida - Frank de Angelis, director de Columbine High School

El terror ahora se disfrazó de Bane, el poderoso enemigo de Batman del último filme que ha recreado la saga sobre el superhéroe.  Será difícil precisar el trance mimético que ocurrió en la mente del joven James Holmes antes de provocar la brutal matanza en la oscuridad de una sala de cine.  Aunque bien podemos constatar una señal que nos lleva por senderos arquetípicos. Curiosamente el psicópata se plantó al pie de la pantalla frente a la masa espectadora y disparó a mansalva. La indumentaria amenazante y la posición escogida para descargar  la urgencia genocida evidencia el ansia de control. El comportamiento nihilista nos remite inevitablemente a Hobbes si es que tratamos de argumentarnos su proyección sanguinaria. Puede parecer un trayecto largo el recurrir a ideas que se movieron entre los siglos XVI y XVII, pero el pensamiento del filósofo inglés se hace familiar  a la hora de encontrar corolarios explicativos a la violencia que siglos después sacude el planeta sin contemplación de etnias, edades, sexos, credos o estratos sociales.


Los esfuerzos de Hobbes por discernir el absolutismo político son aplicables a la expresión de la barbarie humana a escala individual. Cuando se lee en uno de los capítulos de su Leviatán… "Hay una tendencia general de toda la humanidad a un afán perpetuo e incesante de poder tras poder, que sólo cesa con la muerte", no hay por qué reducirlo a la esfera política. La afirmación hobbesiana está estrechamente ligada a las operaciones síquicas del ser humano en la interrelación social. Y aun más, sus preocupaciones registrarían y ahondarían en nuestra ceguera ante los efectos contraproducentes en el proceso de obtención  y ejercicio de la capacidad de dominación.  Porque efectivamente, en la obsesión por el control sobre los otros, el individuo evade valorar las consecuencias nocivas para sí y para el prójimo, percibiéndose entonces que solo una delgada franja separa la ambición subyacente en el ser racional ante la probabilidad de actuaciones pervertidas para ganar poder. Al menos, así funciona en la contemporaneidad fehacientemente demostrado en los crímenes masivos cometidos últimamente en la sociedad norteamericana o en las crueldades reseñadas por la crónica roja europea.


Visto así, lo que hace James Holmes, apropiándose de de la locura moral de Bane, es lanzarse al control coyuntural utilizando el impacto psicológico y la violencia sin importarle los estimados de destrucción o autodestrucción. O sea, la típica conducta sicópata expresada como exacerbación de lo que Hobbes intuyó como algo connatural y que en el caso de personalidades trastornadas muestran esa avidez de estímulo intenso y trascendente. Lo preocupante que se desprende de la noticia es que al parecer lo que en un principio se enfoca como un  género de locura localizable se ha ido incorporando, a través de la historia reciente, a dinámicas sociales cada vez menos restringidas hasta llegar a desembocar en  lo que el psiquiatra polaco Lobaczewski bautizó como patocracia, consistente en la proyección de la sicopatía en el gran acontecer colectivo, lo cual ya ha ido ilustrando la numerosa fauna de dictadores y genocidas apoyados por amplias multitudes y la historia de guerras desatadas. La acelerada desocialización provocada por los actuales modelos de convivencia con su dosis de incomunicación, aislamiento, sensación de anomia, saturación de la ferocidad en los medios y sentido utilitarista en el orden social potencializa la aparición de la violencia alimentada por la frustración o el resentimiento.   


¿Qué significa esto al final? Pues que entre Hobbes y Lobaczewski se desliza una severa advertencia. La tragedia de Colorado no es alegoría. Cada vez más los sicópatas pueden disimularse entre nosotros. (James Holmes, por ejemplo, fue un ex estudiante universitario consistente para la inteligencia superior). Se comportan perfectamente como personas estándar. Adquieren armas con licencia como cualquier ente normal. Logran erigirse líderes de manera habilidosa para consumar después la destrucción en micro o macrocomunidades. O, para hacerlo más elemental todavía,  pueden disfrazarse una festiva noche de estrenos, entrar discretamente en la sala oscura de un cine y, sorpresivamente, transmutar la violencia ficticia tras la pantalla en masacre verídica e infernal sobre las butacas. Esa condensación de la crueldad no es un símbolo, con perdón de los semióticos, sino un síntoma de lo que gravemente padecemos.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

espeluznante

Anónimo dijo...

El gran psicópata de esta sociedad se llama Asociación Nacional del Rifle (NRA). Las sociedades verdaderamentes civilizadas y racionales crean leyes que controlen los instintos salvajes y demenciales de algunos de sus ciudadanos.James Holmes es efecto, no causa y todo análisis que pretenda algún rigor debe enfocarse en la raíz del problema.

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con el anónimo de 4:45 am. Enseguida, después de la masacre, surgieron voces de "no politizar" el hecho. Voces que reflejaban el sentir de la NRA. Los repúblicanos al frente, como siempre.

En este país un joven, que acabe de cumplir 18 años, con licencia de conducción válida y sin antecedentes penales, puede comprar un cargamento de armas (aunque sea esquizofrénico), cientos de rifles, pistolas, municiones sin ningún problema. Y ningún fiscal se atreve a intervenir, porque es legal y todos temen a la poderosa NRA, que controla congresistas y funcionarios de alto nivel. Pero lo peor, ese muchacho, que por su edad no puede comprar cigarrillos o cerveza en la tienda, al doblar la esquina con su cargamento puede venderlo a quien quiera sin averiguar de quien se trata. Eso es también legal y amparado por la NRA.

¿Y si el asesino se hubiera llamado Mohamed? Ah, entonces si lo politizaban, y culpaban a Obama de ser permisivo con los musulmanes. Hipócritas.

Saludos, Jacobo

mantilla dijo...

Preocupa que estos sucesos tan terribles se repitan cada vez con mas frecuencia

Anónimo dijo...

violencia aqui, violencia alla, el ser humano esta jodido. quiero ser ballena. dep osvaldo paya.

Anónimo dijo...

Nos estamos autoextinguiendo. Nos matamos, nos canibalizamos. Seria falla evolutiva la de nuestra especie

Anónimo dijo...

quE prospecto tan desolador. demasiada testosterona, jeshu, demasiada. RI

Anónimo dijo...

...Tendo un amigo que dice que la raza humana es un experimento fracasado, espero que no tenga razon... Como seiempre muy bueno tu articulo Jesus, lleno de catarsis e iluminacion.

De La Ida Y La Vuelta, La Miseria Y Lo Terrible, De Lo Sublime Y El Odio.

Regreso a la mi infancia
con la necesidad de explicarlo todo;
Pero, cómo explicar el odio.
Como explicar la miseria, la maldad y la indolencia,
la falta de ingenuidad y asombro,
la ausencia de la sorpresa,
la premeditación detrás de todo,
la ofensa retorcida,
la sicótica crueldad y su retorno;
la indiferencia al sufrimiento ajeno.

Cómo explicar más allá de una naturaleza animal
sin la crueldad por la crueldad,
sin el extraño placer de una torcida imaginación.
Torcida por el poder o la locura?
Poder sobre los otros o sobre sí mismo?
Potestad, política, autoridad de qué sobre qué?
Entiendo la enajenación de sí mismo;
pero no la trascendencia del dolor ajeno,
no la demencia contra los demás.
Esos son quizás mis únicos límites,
ser ajeno a la compasión por el dolor impropio,
racionalizar, justificar o explicar la crueldad,
Imaginar con el sufrimiento inoportun0.
Y este límite no me confunde.
La naturaleza humana me confunde
con las cosas más sublimes y más terribles.

Cuán solos estamos en nuestro propio ego.
Me pregunto si es el miedo transformador,
la inseguridad atrapada en un sueño,
una sombra obscura aferrada a una columna de la calle Monte?
una luz mortecina en un callejón Londinense?
Ahogamos la maldad en el fuego de su propio vomito?
Donde encuentran la fascinación del dolor ajeno?
Nos entregamos a su crueldad para protegernos?
Cómo salvarnos de la malquerencia y su aliento?
Cómo ayudarnos a ayudar?
Podremos ir al encuentro de lo que nos salve de nuestro propio arrojo?
De nuestra propia sobrevivencia?
Creo que todos los animales son compasivos,
Donde esta la nuestra?

RLL

Anónimo dijo...

Amén, RLL