sábado, 29 de agosto de 2020

el juego del jugo

Guido Reni, Drinking Bacchus, 1623


alFredoTriFf


Entre amigos degustamos un Comando G (La bruja de Rozas Magnum, Barcelona, 2017). El reloj da las 10:45pm. Joe Henderson (mi tenorista preferido) improvisa en la sala al compás de Jobim. El primero le rinde homenaje al segundo, ya muerto, y no sabe que está a punto de morir. A lo que voy: es momento de entelequia alrededor del sabor; halagador que se hable del vino. Hay gente que toma y ya (y muchos toman demasiado rápido).

Hablar de vino es hablar de un jugo que es y no es. El vino es un juego que se supera siempre, futuro de metas secretas en el seno de una sociedad de elementos en plena fermentación, serie sucesiva de barriles diferentes que terminan siendo uno, espectro líquido que ahora compartimos en seis copas. 

¡Brindemos!

Que hable la cosa. Llega a la boca, en comunión de participantes y se cuela por las ranuras. Se espacia y propaga en en interior de las mejillas, impregna las papilas y las encías, el contagio llega a la nariz. Se sorbe aire, flor, arcilla y aguacero. Bebemos a sorbos pequeños.

Hay drama entre taninos; una verdadera pelea de tonos que asciende en columnas de choque sucesivas. Hay que prestar atención a la madera, la tierra y la roca. El jugo es sol, aire y rocío. Qué delicia ser uno médium del jugo, improvisar fuera del yo, ser jugo uno desde el sabor. El sabor es hermano de la fe. 

Con el infinito en la boca, las palabras tropiezan, pero queda una hermandad con la tierra húmeda del otoño. La acidez del fermento se disipa en la lluvia que nutre los surcos del viñedo. Degustamos el terroir alpino, la niebla del amanecer en el campo, la sociedad de racimos maduros a punto de macerarse por la máquina, la alianza íntima y burbujante de bacterias, oxígeno y glucosa, comunidad de apogeo efervescente en la barrica, la espera líquida en el silencio frío y oscuro de la bodega. 

Juntos degustamos un pasado de edades, tradiciones y cuidado, duende líquido de garnacha negra y muscardín en la botella y zumo puro en la boca.

2 comentarios:

Il Pensatore dijo...

Oda al Vino
Razón tienes querido amigo, es una entelequia cuando se habla, huele, disfruta, con los sentidos y la imaginación el vino, la historia del vino, el origen del vino. Y precisamente no es del alcohol de lo que se trata, hay muchas otras propiedades inclusive por encima del contenido resultante de alcohol, que se derivan del proceso de fermentación. Y esencialmente de un jugo se habla, más que del alcohol. Es el aroma y el sabor del jugo o sus evocaciones a chocolate, tabaco, terruño, fruta, y como tu bien dices: arcilla, madera, rocas, sol, aire y rocío lo que realmente nos eleva en la catarsis de los sentidos y el alma. Olerlo, tomarlo y disfrutarlo despacio es sine qua non. Excelente tu descripción, tan poética como el mejor de los vinos… Ah… color, astringencia, textura, viscosidad, lagrimas deslizándose en una copa, acidez y el fantasma de su gusto después del gusto. Diferentes formas de copa, cristal y temperatura… Intensidad de aromas y sabores en experiencia interminable, recordando el momento. Decantando despacio, aireando, oliendo, llevando despacio a la boca, mezclando con aire y viajando el universo gustativo del palatino paladar de tu boca. El momento de la verdad empieza en el conocimiento de su historia proceso y procedencia, su aroma. Su imaginación, se expande desde que el vino te toca los labios, hasta que explora con su esencia todos los rincones de tu boca con diferentes efluvios y evocaciones cada uno de ellos. La historia del vino va más allá de su sabor después del gusto, queda en la memoria de las emociones, evocaciones y efluvios frutales, herbales, florales, etéreos. Gran catalizador de una buena cena, de la amistad y el intelecto. ¡Salud!

Alfredo Triff dijo...

Pensatore: Se ve que eres conocedor del juego del jugo.