miércoles, 25 de marzo de 2020

La muerte no tiene víspera


Adalberto Delgado

La Paloma, no era solamente un edificio; era una hermandad. Primero, se hablaba en puro cubano (que es como un español en clave), se jugaba a los escondidos, a las bolas, la chivichana, la quimbumbia y empinábamos papalote. Segundo, se respetaban a las niñas, aunque otras menos respetables nos daban jamón del bueno. Tercero: Había de todo, recabuchadores (y aquellas dispuestas a ser recabuchadas), músicos, mecánicos, pintores de brocha gorda, peloteros (¡La Paloma tenía su equipo de Softball semi-pro con Cheerleaders y todo!).

Imaginen llegar a una Pequeña Habana todavía llena de americanos, rubios de ojos azules (algo que ahora parece insólito) donde el inglés era la lengua franca.Ya comenzaban a aparecer letreritos que decían "se habla español".

No era fácil la cosa, señores.

Cuando llegamos en los 60, se venía con lo que tenías puesto, o tal vez con dos mudas de ropa interior. Alguna que otra prenda de oro y brillantes, que las mamás traían escondidas en los peinados Beehive de la época, o dentro de algún dobladillo, y nada de cash. Eran tiempos duros de salarios de 85 centavos a $1.45 la hora. Mucha ropa regalada, mantequilla de maní de refugio, carne en lata (U.S. Army Rations) parecida a la carne rusa.

El Oso Blanco Supermarket daba fiao y el que se quedaba sin trabajo, recibía una facturita gratis. El lema era "nadie pasa hambre", y menos en La Paloma. El judío Aaron del que les he hablado antes, tomaba consideración de los hechos y te esperaba a cobrar la renta, pero nunca echó a nadie a la calle por falta de pago. Si un vecino necesitaba ayuda se hacía una ponina, lo mismo para un entierro que para una fiesta de cumpleaños. Dos edificios gemelos de tres pisos cada uno y todo los inquilinos se querían.

El complejo estaba localizado en un punto clave: entre los bares El Yumurí y La Roca. Tenías la dulcería Los Pinos Nuevos y el Monaco Auto Sale, dealer de automobiles donde compraron muchos cubiches recien llegados. De vez en cuando pasaban personajes como Hector Duarte, el famoso guapo y matón de Cuba; los hermanos Batle, famosos por su banco de bolita en New Jersey; Mandrake (no el mago) y un tipo llamado Veinte Pesos.

Rolando la Serie se presentaba en El Yumurí, acompañado por las tumbadoras del Bolo y Oscarito Azcarreta en las pailas (ambos aficionados, pero le metían bien). Mi hermano el Junior y su compinche y mi socio Palucha, eran puntos fijos. De mi edad eran Lázaro, Yiyito, Aymara, Tamara y Martica. Renecito, el hijo de René (personaje afro-cubano de talla, guaposo y elegante que tocaba la flauta) y Yoryi. Un buen día decidimos dar un concierto en la azotea, mucho antes que Beatles lanzaran aquel famoso concierto del Let It Be desde la azotea de sus estudios.

Como he dicho, los palomeros jóvenes cubiches, éramos respetuosos. Tanto era así, que terminamos convirtiéndonos en hippies con la ayuda del cannabis. ¡Pura magia! De repente empezamos a dejarnos crecer el pelo, las patillas, los pantalones se acampanaron, andábamos en chancletas. Las niñas palomeras se despojaron de sus sostenes, los vestidos se hicieron largos y transparentes... sólo pensabamos en tres cosas: sexo, drogas y rock and roll.

Y cuídense, que el corona virus se lleva a cualquiera.😖 😞 😟

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