martes, 28 de octubre de 2014

Era incasable e intenso: “Mi amigo Bragado”

Ricardo Lopez Llopiz

En este viaje por la vida, yo he tenido mucha suerte. Uno de mis privilegios fue haber tenido a Reinaldo Bragado como amigo y conocer su obra y legado. Todos fuimos jóvenes; y aunque prefiero no citar fechas exactas que además me resultan difíciles de recordar, me parece que lo más importante es el resultado, y el impacto del momento sin clasificar atrapados todos en la bruma de aquel continuo presente en que vivíamos.

Conozco al Braga desde muy joven, y luego coincidimos en un campamento cañero que se había dado en llamar “San José del Río”, recién salidos de la Secundaria Básica, debía empezar el 11no grado en “Forjadores del Futuro” para continuar el Preuniversitario. Bragado y yo, además de otros amigos, coincidimos en ese campamento tratando de escapar al Servicio Militar. Ya sabía que Bragado era de una personalidad especial, intensa, visionaria y mucho menos atrapada en esa cápsula del eterno presente en que vivíamos.

A pesar de todo, aquella interrupción del Servicio Militar, nunca detuvo sus sueños y escribía con la premura, la intensidad y la persistencia que le caracterizaba. El percibía el futuro acontecer como si ya fuera pasado, vivía delante del tiempo. Recuerdo que en el campamento había un tanque de agua potable en el que nos reuníamos los amigos a conversar bajo el cielo estrellado. En aquel tanque, llamado por nosotros “El Tanque Conversatorio”, hablábamos de libros y poesía prohibida, especulábamos sobre el futuro.

No pudimos evitar el Servicio Militar Obligatorio, y aunque siempre en contacto, tomamos otros derroteros para reencontrarnos en nuestros intereses comunes. Quizás en Teatro Estudio, en el Teatro Nacional, en La Biblioteca, en la música prohibida, en literatura escondida o en el susurro de la clandestinidad creciente y obligada por el forzado régimen.

De todas formas, fue el primero de nosotros en atisbar la tragedia cubana desde nuestros ojos y su inevitable precio. El vio la tormenta y empezó a preparar sus velas de ensueño, de verdadero futuro y libre albedrío. Cuando el empieza a fraguar el escape de la isla, a propósito divulga por toda La Habana Vieja los detalles de la construcción de su rústica embarcación para huir del paraíso socialista, como contra-coartada para confundir al aparato de seguridad que nos rondaba.

Para ser parte de la tripulación había que cumplir serios requisitos, yo por supuesto fui descalificado por falta de seriedad. Recuerdo que Bragado me puso a prueba, y me asigno conseguir unas tablas para la balsa, pero la invitación a una fiesta fue más poderosa y de esta manera no pase la prueba para ser parte de la tripulación.

También recuerdo que miraba con entusiasmo los toldos de la Farmacia de Neptuno, frente a casa de Milagros, hinchados por los vientos de Octubre y decía: “Que maravilla, llegamos a allá en doce horas”. Algunos pasaban en la ruta 43 hacia La Lisa por Neptuno, y si lo veían le gritaban por la ventanilla: ¿cómo va la balsa?

Es curioso, porque de una manera u otra el destino le jugó una mala pasada y Bragado siendo el primero en querer irse, fue el último que pudo hacerlo. Luego nos contaba que cuando salió de la cárcel después del Mariel se encontró a una ciudad vacía, porque todos sus amigos se habían ido.
Era sin embargo, un individuo muy privado en sus cosas y muy amante de un buen misterio, su vida, obra y sus gustos lo denotaban.

El veía el futuro, no había tiempo que perder. Escribía, creaba y confrontaba. Se cuenta que una vez a modo de protesta, puso un cartel en su puerta de Curazao 24 que decía: “Aquí vive un hombre libre” inmediatamente las mujeres del barrio empezaron a presentarse a su puerta con proposiciones de matrimonio.

Más tarde al salir de la prisión, Bragado puso su vida en peligro por los derechos humanos como uno de sus fundadores en Cuba. Los mismos Derechos que recientemente la turba violenta y socialista ofendía en Cuba, como si ellos no pertenecieran a la raza humana.

Cuando él decide zarpar hacia el futuro, lo atrapan y lo meten en prisión. La embajada del Perú sucede, y yo hastiado del infierno y temeroso de caer preso, quien sabe por qué razón, desesperado también me monto en aquella centrifuga del futuro. Después de 17 o más días de hambre, encierro, insalubridad, turbas agresoras, pedradas, temores por mi vida; salgo con unos de los últimos salvoconductos a presenciar los actos más brutales que he visto. Las turbas perseguían cualquier indicio de haber estado en la embajada por toda la ciudad.

Termino en un vuelo hacia Madrid, llegando a Barajas a las 3AM el 23 de Abril con una guayabera y un pantalón prestado. Luego de un periplo por Venezuela llego a Miami. Aquí me entero que Bragado había podido terminar su Licenciatura en Historia gracias a su tenacidad.

También en Miami me encuentro con mi amigo Andrés Reynaldo (Chesburgo) que ya estaba en contacto con Bragado. Más tarde Andrés viene de regreso de PR a vivir en mi casa, y ya empezábamos a hablar con el Braga frecuentemente. Las noticias de su osadía, como uno de los fundadores del incipiente movimiento de derechos humanos en Cuba, ya se conocían.

Bragado finalmente llega a Estados Unidos y lo recibimos en mi casa con la amistad que nunca nos abandonó. El continúa su labor con el movimiento de Derechos Humanos, además de sus labores en Radio Martí. Entonces, finalmente empieza publicar sus obras, algunas de ellas inclusive con encuadernación casera; pero al fin publicadas. Las portadas de “Entorno al Cero” y “El Álbum de las Sombrillas” se hicieron en casa. Bragado se levantaba por las mañanas y lo primero que hacía era escribir el futuro en su agenda. Éramos afortunados, disfrutábamos de su amistad intensamente.

Nos reuníamos todos los viernes y sus ideas empresariales fluían, lo llamábamos viernes de negocios. Era un proyecto atrás del otro, su incesante genio e imaginación a toda máquina. Me reprochaba dejar pasar la vida cuando cansado, me quedaba un sábado en casa.

Era incasable e intenso: “Mi amigo Bragado”

Hablábamos todos los días del mundo, y yo aún lo sigo haciendo. Los que lo conocimos, todos tenemos nuestro propio Bragado. Una vez le dije que el mismo no tenía idea de la poderosa influencia que ejercía en sus amigos, era también un gran comunicador por supuesto.

Ahora, si ustedes me preguntan, como me lo he hecho a mí mismo, qué pensaría Bragado del presente estado de cosas, qué pensaría de lo que ocurre en las relaciones entre Cuba y EU, yo les respondería que Bragado estaría furioso y descontento. Y lo digo basado en su legado e historial cuando decía que negociar con dictadores o criminales es inútil.

Me decía que los dictadores, dueños del país como de una finca, en su sicosis, cambian de idea muy rápido para cumplir con ningún acuerdo seriamente.

Con los años también me he preguntado si sabía que su vida iba a ser corta. Era celoso del valor del tiempo. Ya había escrito en su libro de cuentos cortos “Bajo el Sombrero”, los cuentos “Primer Día” y “La Muerte”.

Sabía que le sorprendería, seguro de sus pantuflas y de su diario transcurrir. Luego, en la contraportada, hablaba de la categoría del diario suceder a la que pertenecen el miedo y el amor. Era como si ya su vida hubiera transcurrido ante sus ojos sin renunciar a la sorpresa y la intensidad del descubrimiento. Decía que nadie sabe dónde está el equilibrio entre lo grande y lo pequeño, y por eso era que teniéndolo tan cerca, no nos percatábamos de su grandeza.

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