domingo, 24 de septiembre de 2017

Cuba y conga bajo el diluvio apoyando al castrismo

¿Qué importa que un cuarto de los aquí presentes se está cagando -para sus adentros- en la madre de Raúl Castro?

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Acuso recibo del último artículo de Andrés Reynaldo, Cuba y conga bajo el diluvio, publicado en El Nuevo Herald.

Aquí Reynaldo se mueve, como en la función asintótica de una curva, de manera diferencial, pequeña pero notable, a esa posición que hemos estado defendiendo en tumiamiblog, y lo decimos sin ambages: el pueblo cubano apoya el castrismo.

Cuando decimos "apoyo" no nos referimos a un estado sicológico, privativo del individuo, como por ejemplo, decirse a uno mismo "me cago en la madre de Raúl Castro." No. El apoyo al castrismo es un estado social, condición de comportamiento, exterioridad, en otras palabras: un hábito. Apoyar va desde pertenecer al aparato represivo: el partido, la juventud comunista, hacer guardia, ir a los círculos de estudio, o congregarse mansamente en la plaza cada vez que el sistema lo requiere. Y este apoyo es la gasolina que mantiene el régimen. 

Apunta Reynaldo:
A diferencia de antaño, el millón y medio que hoy desfila en la Plaza de la Revolución ni engaña a la dictadura ni es engañado por la dictadura. Se trata de un contrato social establecido para hacerle creer al mundo que ni el opresor es tan canalla ni el oprimido es tan borrego.
Sabemos que el contrato social es una forma de balance entre gobierno y gobernado. Y ciertamente, la seudo-constitución castrista de 1976, si se compara con la de 1940 palidece, en término de libertades individuales. Dicha comparación termina siendo parte del error. Expertos bien intencionados del exilio caen en la falacia que podíamos llamar "sicologismo de masas."*Consiste en pretender que el comportamiento social tiene una raíz misteriosamente sicológica.

Que por ejemplo nuestro consabido Juan en la "Plaza de la revolución", un 1º de mayo, de pie, sudando bajo el sol habanero, rodeado de miles y miles de juanes, gritando consignas y aplaudiendo las necedades de Raúl Castro, no está apoyando al castrismo. La razón sería que pudiéramos escuchar lo siguiente dentro de la mente de Juan: "Me cago en la madre de Raúl Castro."  Nadie quita que Juan lo piense. Es más, cualquier ser racional debiera pensarlo. Diría yo, tiene el sagrado deber de hacerlo. Pero aunque Juan piense tal cosa, mientras esté parado ahí, con su banderita cubana en la mano, aplaudiendo como un zombi, Juan exhibe un comportamiento incontrovertible: está apoyando al sistema. 

Reynaldo parece atisbarlo.
Todos interesados en recuperar el perverso equilibrio entre un Estado que se niega a servir y un ciudadano que no cesa de robar. Es lógico, pues, que ambas partes coincidan en su rechazo a la oposición. Lo menos que necesitan opresor y oprimido es que alguien les pida responsabilidad.
Admite ese perverso equilibrio del "contrato" socialista/castrista. Tome y daca social donde cientos de miles de juanes coinciden en el mismo punto. En efecto, es posible que una cuarta parte de ellos, casi en la periferia de la concentración, maldiga la humillacion existencial de tener que estar en un lugar que detesta, y espere el momento prudente y a hurtadillas, comienze a dispersarse, poco antes que la interminable perorata concluya.

Nada de lo anterior toca nuestro argumento. Incluso la conga bajo el diluvio post-Irma apoya al castrismo de una manera irreflexiva e inocua. Irreflexiva en su ociosa impulsividad, inocua, en su triste frivolidad. Coincidiendo con Reynaldo: lo menos que necesitan esos miles de juanes, en la Cuba post-Irma, es que alguien les pida responsabilidad.
  
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* Ni sentirse libre es serlo, ni sentirse coaccionado no estarlo. Me puedo sentir libre y actuar como un autómata (el alcohólico es un ejemplo). Por otra parte imaginemos un preso de conciencia en la ergástula castrista: No tiene libertad de acción, pero se siente libre.

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