lunes, 21 de marzo de 2016

Cuba, Obama y el jazz


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Obama está en Cuba de visita. Y algunos de mis amigos estudiosos de la política cubana lo resienten. Lo ven como un "espaldarazo" al castrismo.

"Obama lo ha entregarlo todo a cambio de nada", repiten.

No puedo culparlos. Están encerrados en el ahora.

Debo añadir que el futuro es incierto. El ahora es cómodo. En el futuro no pueden tenerse todas las respuestas del ahora. Es aquí precisamente que llega Obama, un presidente que sencillamente juega al jazz.

Traigo el jazz a colación, porque es la música negra americana por excelencia (a Obama no dejan de apuntarle que es negro). Pues bien, en el jazz siempre hay un tema que se anuncia al principio de la pieza, pero que inmediatamente queda atrás. Lo importante es el nuevo discurso que se teje por encima de lo implícito. El tema queda como un vestigio que debe superarse cuando los músicos integrantes de la agrupación improvisan sobre él.

El tema es el castrismo y su dictadura. Obama, sin embargo, improvisa sobre el tema. Su discurso parte del ahora pero apunta al futuro, a la democracia posible después del cambio generacional que ya se avecina. Improvisa sobre las posibilidades que traen la normalización de relaciones económicas para el pueblo cubano y la innegable realidad que esta política presupone. Improvisa las bases de una nueva geopolítica con EEUU.

A nivel simbólico el jazz de Obama erosiona el tema favorito del castrismo: el antiimperialismo.

(Observa Mauricio Vincent en El País que en La Habana de hoy los pasquines cambiaron la lucha contra el "imperialismo" por la lucha contra el mosquito Aedes Aegypti).

A mis amigos estudiosos de la política cubana les apunto: No subestimen la importancia del jazz.