viernes, 30 de noviembre de 2012

Problemas con la curva


Iván de la Nuez (publicado hoy en El País)

Aunque su descalabro es muy grave, la primera víctima de las elecciones catalanas no ha sido el presidente Artur Mas sino la idea, extendida en los últimos tiempos, de que la tierra –en particular la de Catalunya- era plana.

“¡Segundos, fuera!”, decidieron los partidos dominantes, que llegaron a pedir votos prestados. “¡Se ha acabado la ambigüedad!”, clamaron los intelectuales orgánicos para dibujarnos el plano a cartabón de una política bipolar sin medias tintas. Y resulta, que al final, más que un Western a dirimir entre héroe y villano, hemos vivido uno de esos thrillers sorpresivos en los que resulta imprescindible esperar hasta el final para que todas las piezas encajen. La sociedad catalana ha demostrado más aristas que la cuadratura de esa Guerra Fría Ibérica que se nos quiso vender. Aristas que han quedado demostradas en las urnas y, todavía mejor, formarán parte de un parlamento con siete fuerzas representadas y un abanico de posibilidades impensable un minuto antes de las elecciones.

La historia de este proceso no deja de ser, por decirlo suavemente, irónica. Un presidente que goza de gran mayoría parlamentaria y, en consecuencia, de una gobernabilidad fuerte –no hay combinación probable mediante la que los demás partidos puedan moverle el sillón-, adelanta las elecciones con el objetivo de amortizar el desgaste de sus políticas de derecha, ganar dos años de legislatura y ampliar todavía más ese poder bajo el estandarte de la soberanía, algo que no figuraba en su programa. La sobredosis de mesianismo parecía bastarse para que crisis, desempleo, corrupción, endeudamiento y fractura social quedaran en segundo plano.

Una manifestación multitudinaria auguraba el cambio de época. Las encuestas avalaban la operación, y la prensa en pleno –desde la muy amiga hasta la muy enemiga- daba por hecho el éxito arrollador de la aventura. Todo fluía hasta que, de repente, con todo eso que parecía indiscutible, el president y su coalición se desplomaron estrepitosamente. Un batacazo que supone la pérdida de 12 escaños y doscientos mil votos, a la vez que compromete la viabilidad de su futuro político.

Mas creyó en el plan rectilíneo que le trazaron sus acólitos. Y así, como el personaje de Clint Eastwood en su recién estrenada película –Trouble with the curve, su título original-, perdió de vista el repertorio sinuoso de la pluralidad, tan presente en ese pueblo cuya voluntad se sintió llamado a encarnar, pero que sus asesores estaban obligados a desentrañarle.

El presidente llegó, incluso, a subestimar el hecho de que CIU, su propia formación, casi siempre ha sido una fuerza política oscilante. Más que a la verticalidad, sus victorias suelen deberse a la ubicuidad. Un pie en la socialdemocracia y otro en el socialcristianismo. Una vela encendida al Estado de Bienestar y otra al liberalismo. Tener voz en Europa y hacerse escuchar en Madrid. Representación de las esencias catalanas de “toda la vida” y al mismo tiempo premio al self-made-man producto de la feina ben feta... Sobre estas bases sentó Pujol el pujolismo ¿Las ha superado el tan aclamado post-pujolismo? ¿No será que, sobre este fracaso, flota el fantasma del regreso de aquel mundo anterior en el que mandaba la esencia y no la presencia, la herencia y no el mérito?

El caso es que CIU se manejaba con más soltura en la diversificación del repertorio que en el recurso extremo. Para ganar, volvamos a Eastwood y al béisbol, siempre le había ido mejor apelando a la bola con efecto que a la bola extra. Abandonar todo eso y estrellarse fue lo mismo. Llamarle “aventura” al proceso soberanista y perder votantes conservadores, ídem. Para colmo, el presidente de la Generalitat lanzó un proceso en el que no sólo se ha perjudicado a sí mismo, sino que ha acabado mejorando a sus rivales.

Sólo hay una excepción a este desatino: los socialistas, que a la figura del político aferrado al poder han añadido la figura del político aferrado a la oposición. El PSC continúa precipitándose hacia un agujero negro desde un viaje en el que perder votos, ahora mismo, es un desastre menor comparado con la pérdida de imaginario y de un terreno político propio. Si lo suyo es España, el PP representa esa opción con mayor rotundidad y con el soporte de su gobierno en Madrid, mientras que Ciutadans lo hace con más frescura y los resultados le perfilan una línea ascendente. Y si lo suyo es la izquierda, por ese flanco, precisamente, le van adelantando, tanto los poscomunistas de ICV como Esquerra Republicana. Por no mencionar la renovación radical que ofrece la Candidatura de Unidad Popular (CUP), una organización que se estrena con tres escaños y dejará oír la voz de los indignados, con todo desparpajo, en el nuevo Parlament.

Mientras Artur Mas se concentraba en “hacer geografía”, aplicado al trazado de las fronteras y posibilidades del nuevo Estado, se nos decía que además estaba “haciendo historia”. Ahora tendrá que postergar esas escalas mayores en aras de la matemática; o del sudoku, como definen algunos analistas su tarea inmediata de armar un gobierno estable que pueda lidiar con la crisis.

El declive de CIU y PSC demuestra algo más. Y es que el gran perdedor de estas elecciones ha sido el establishment político catalán. Un sistema en el que el pacto político parece ir por un lado y el contrato social, por otro. A la luz de los hechos, ya ni siquiera es imposible predecir que lo ocurrido a los socialistas termine por traspasarse a los nacionalistas. Y no porque sus discursos y aspiraciones hayan desaparecido de la sociedad; es que la renovación de esos discursos y esas aspiraciones está siendo acometida por otras fuerzas.

Otro varapalo es el que se han llevado los medios de comunicación. Estos, en su mayoría, prefirieron protagonizar la batalla política antes que descifrarla, optaron por el aplauso o la demolición antes que por la crítica, se entregaron a sus intereses –y a la práctica del wishful thinking- antes que a la problematización de los mismos. Palmeros y enemigos dieron por buena la destrucción de la curva, así como los conversos dieron por buena su deconstrucción. Y en esas estaban cuando, de sopetón, la política les sorprendió mientras se dedicaban a jugar a la política.

Estas elecciones han tirado por la borda, además, los complejos que quedaban en la política catalana. ¿Referéndum?, ¿España?, ¿Independencia? ¿Por qué no? Todas las posibilidades están abiertas y todas las opciones son legítimas. Pero tendrán que ser laicas (no mesiánicas), electivas y poner, de antemano, la verdad de los programas sobre la mesa (si es sobre el papel, mejor, todo sea dicho). Se ha acabado el tiempo de cuidar las palabras “para no debilitar” al proyecto político; de avanzar a hurtadillas “para no perjudicar la estrategia”, de estipular gradaciones de catalanes, españoles o cualquier híbrido que elija pertenecer a esta ciudadanía. Y ese contrato social, a priori, incumbe a la política social y a la lingüística, a la económica y a la sanitaria, a la sexual y a la territorial, a la familiar y a la cultural.

Vistos los resultados, llegan los primeros terrores. Así que no faltan voces lamentando la dificultad de salir adelante con tanta complejidad en la representación parlamentaria. Debido a ella, nos dicen, ha perdido la “gobernabilidad”. Será precisamente por eso que ha ganado la democracia.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Ivan ....prometo contestar este blog con toda seriedad, criterio y sin engaños con una opinión contrastada...pero hoy estoy muy ocupado presentando mi revista Nagari en el Centro Cultural y no va a poder ser hasta mañana o el domingo Un abrazo...

Amílcar Barca

Alfredo Triff dijo...

iván, un tercio para alguien de fuera. 1- la ganancia de las minorías, es decir, la esquerra verde y ciutadans demuestra precisamente un momentum en q el asunto "independencia" se matiza. y ese matiz es el "cómo" del asunto independencia. hay q ser miope para no ver q eso viene. 2- la elección demuestra q "independencia" (aunque sea idea común de la "mayoría" puede también quemar naves). 3- malas apuestas: a más se le apareción lo q llaman "cisne negro". empaquetar "crisis" como subalterna de "independencia" parecía gámbito seguro: eximía cualquier responsabilidad catalana en el asunto (cosa q no se tragaron muchos catalanes, independentistas o no) para convertirlo en un problema español. parece q el tama "crisis" sacó un lado feo de la estrategia y quemó naves geocentristas. 4- sin embargo, "independencia" no es un problema tal y como lo presentan los españoles --o algunos de mis amigos miamenses. cataluña independiente es, a no ser q venga otro cisne negro- un hecho futuro. q sea mejor o peor depende del futuro imprevisible, el arreglo de los propios catalanes. no veo como una cataluña futura no tendría un comercio muy íntimo con españa y el resto de europa. 5- por último, ¿y el espectro nacionalista? lástima que esta seseción tenga que venir con él. nacionalismo, aunque me lo pinten de rosa es generalmente logocéntrico, etnocéntrico, xenofóbico y excepcionalista. doy fe q mi amigo catalán-miamense no lo es. habrán muchos q no lo son. pero mis amigos no son la medida del mundo.

JR dijo...

Iván, hoy es Cataluña... ¿y mañana? Tu artículo va bien. Objetivo, distante, flemático. Pero hay que hablar de los secesionismos de última hora. Veinte estados de la nación americana lo han pedido. ¿Qué es esto? ¿Energía reactiva a la globalización? Hay que meditar sobre esto, Iván. Y sentarse a teclear.

A.B dijo...

Bueno vamos ahí.
1 Coincido con que las elecciones han dado como panorama una pluralidad que nada tiene que ver con lo plano que querían vendernos CiU. Coincido por supuesto que todas las opciones están en la posición de salida. 3 Coincido que CiU y la posición de Mas de aumentar diputados para la mayoría absoluta ha fracasado ( reconocido sin duda por ellos mismos, un matiz no son 200.000 votos menos sino 91.000 aprox que por la ley de Hondt suponen 12 escaños menos reales. 4 Dos fuerzas antagónicas suben ERC y Ciutadans. Es decir un desplazamiento del voto independentista de derechas va a la izquierda independentista y una parte del voto de los socialistas a la izquierda liberal españolista de Ciutadans.5) El voto soberanista no se pierde queda igual prácticamente y también crece por nuevas incorporaciones el voto españolista.6)Yo no veo fractura social en Cataluña por este tema de seguir con España o independizarnos, pero tampoco soy estúpido como para no creer que no van a ver problemas y dificultades si lo hacemos y una parte de la población que quisiera hacerlo le tiene miedo. 8) El derecho de autodeterminación es un derecho y por lo tanto están las urnas para decidir un referéndum y nadie lo puede impedir más que el autoritarismo del estado español y la mayoría ( cercana a los 2/3) está a favor en este momento 9)Ha muerto el Mesías ( Más) como muy bien has dicho y la pluralidad del liderazago de la opción independentista se impone. 10) Soy de los que cree que no hay vuelta atrás en el referéndum pero como catalán soy de los pesimistas y creo que no está muy claro que una opción que sobrepase el 60% del "sí" -esta sería para mí una opción realista y aceptable, menor sería no estar bien reconocida internacionalmente- queda aún un poco lejos. Sea lo que fuere...por favor que el miedo no se apodere de cualquier opción democrática.
está muy bien que digamos...sorry)

Amílcar Barca.
Un abrazo Iván ( por cierto nuestra propuesta conjunta tal como están las cosas aquí no ha prosperado...de momento)

Iván dijo...

Alfredo: Ganan las minorías, pero más que la victoria, lo interesante es la sorpresa. Nadie lo previó porque la letanía bicolor lo colonizaba todo.
JR: Estoy de acuerdo en que hay una reacción contra la globalización, por una parte. Por la otra, me da la impresión de que los vencedores de la Guerra Fría, los occidentales, están sufriendo, con la crisis, un efecto de implosión similar al que sufrió el Este con la caída del Muro. Y es un efecto que genera, sobre todo, la derrota. Nadie dijo nada cuando la URSS, Yugoslavia o Checoslovaquia se dividieron. Ahora está pasando en el otro lado, de ahí que sí, es muy probable que al final haya una desintegración parecida en Europa Occidental. No considero distante el artículo, que en todo caso se revuelve contra un lenguaje que elimina los matices y con el que comulgar me parece suicida.
Amílcar: Se ha de tener cuidado con los números. Para empezar, en una Catalunya en la cual hasta en el pueblo más pequeño hay Internet y tv por cable, la ley de Hondt es poco democrática. Yo estoy a favor de que el voto igualitario sustituya al voto proporcional. Creo que concentras tu medición en los escaños, que reflejan precisamente una visión partidista que sería desbordada en un referéndum de Sí o No. Por ejemplo, Iniciativa (postcomunistas), tiene un liderazgo que comulga mejor con la independencia que sus votantes de base. Otro tanto sucede en CIU, donde la parte de “Unión” está bastante más próxima al PP que a al soberanismo. Coincido en que hay que desterrar el miedo, pero “miedo”, precisamente, es una palabra que no ha faltado ante el absoluto que se nos vendía (y la pronunciaron gente con una importancia, un nombre y una fortuna). Como digo en el artículo: todo está abierto y todo es legítimo. Pero estaría mucho más abierto y sería mucho más legítimo con una presencia similar de todas las fuerzas en los medios. Por otra parte, la independencia, como la democracia, como España, como Catalunya, dichas en abstracto me interesan muy poco.
Última paradoja: España quiere mantener su Estado tal cual. CIU quiere inaugurar un Estado propio. Pero resulta que ambos lo están desmontando a base de una política de privatizaciones escandalosa. Creo que eso deja al Estado –cualquiera de los dos- en un estatuto simbólico y en unos rituales patrióticos sin propuestas demasiado concretas más allá de envolverlos en la bandera.
Gracias por leer, comentar y soportar. Un abrazo.