jueves, 2 de febrero de 2012

Lo que cae del cielo, mata


Alcides Herrera

Esto dijo el santero: Tienes que cuidarte la cabeza. Pavlidis no entendió mucho, esa gente habla raro, lo que se sabe no se pregunta, cosas así. Con mucho respeto preguntó: ¿Qué quiere usted decir? Hay muchos modos de cuidarse la cabeza, niño. Pero tu caso es simple: cuida tu cabeza de las cosas que caen de arriba. Pagó y se fue. En el camino hasta la lanchita que cruza la Bahía, Pavlidis no dejó de mirar con temor la copa de los árboles, los aleros, las ventanas, los pocos aviones. Tropezó varias veces, pensando: “No dijo si me tenía que cuidar la cabeza una temporada o para siempre”. Pasó el tiempo. Lo que al principio fue miedo se fue convirtiendo en vigilancia. Pavlidis llevó tal hábito a las demás áreas de su vida. Tanto fue así, que se convirtió en el primer balsero del 94 en graduarse de Nuevas Tecnologías de Percepción Remota en la Universidad de Columbia. Dos años después, gracias a su talento natural, empeño y conciencia de la cabeza, fue contratado por la corporación de Nuevas Tecnologías de Percepción Remota más grande del país. En New York no hay mucho tiempo de mirar para arriba; Pavlidis no dejó de hacerlo, camino al trabajo o volviendo de éste, aunque su paranoia llegó a convertirse en algo de lo que se toma una distancia suave como leer el periódico e ignorar la sección de deportes, sabiendo que está ahí. Hace unos días Pavlidis me llamó a medianoche. Estaba aterrorizado. ¿Sabes lo del satélite que está a punto de caer, Perro? Sí, dije. Había leído sobre eso en el Herald, y luego la noticia de que la gordura tendrá solución en el 2012. La NASA no sabe dónde va a caer. Pero yo sí...: en mi cabeza, chico. Pensé: “Volvió a mezclar yerba y tempranillo”. Para salir de él, dije que tenía a una muchacha esperando en el cuarto, una que no volvería a ver, y lo dejé con la palabra en la boca. Ayer cayó el satélite, trayendo gran tristeza y arrepentimiento a mi vida y gran sorpresa al mundo, a un santero de Regla. Mi amigo vivía en Brooklyn, pero su cuerpo más bien lo que quedó fue encontrado en una finca apartada de New York State se la pidió al profesor Campbell con el pretexto de “meditar” durante el fin de semana. La convicción de que el satélite le estaba predestinado, le hizo tomar la altruista decisión de comérselo solo. Conocía a Pavlidis. Viendo la bola de candela caer del cielo, sobre él o más bien sobre su cabeza tan perseguida, esto debe haber dicho: Al menos, no fue un coco.

3 comentarios:

Garrincha dijo...

este flaco es la candela.
me big fan.
¡duro, al!

JR dijo...

genial!

Gino Ginoris dijo...

Exelente texto.
Me encantó