martes, 26 de mayo de 2009

Esplendor de la contranatura


Ramón Alejandro

Una vez que Roberto García York decidió ir completamente pintado de arriba a abajo a cierta fiesta de disfraces, me pidió que le dibujara un complicado motivo decorativo directamente sobre su cara. Y estando en eso, mientras dibujaba cuidadosamente sobre su propia piel, pude observar de muy cerca como temblaba de gusto al maquillarse y ponerse máscaras, pegarse lentejuelas y envolverse en telas rutilantes dejando ciertas partes de su cuerpo provocativamente desnudas. Pintarse su cara y cubrirse de oropeles era para él un verdadero orgasmo en cámara lenta, como una eyaculación continua y controlada, que podía durar durante las largas horas en que así se exhibiera voluptuosamente ante cualquier indeterminado público. Era una suerte de placer diferido que curiosamente parecía resultarle extremadamente inmediato. Era un goce simultáneamente público e interiorizado.
A la vez muy personal pero dependiente de la mirada de un público anónimo, intercambiable e indiferenciado. Sólo él irradiaba una exaltación hiperestésica flagrante ante el estupor de sus atónitos espectadores. Un fenómeno más de los tantos fenómenos posibles dentro de las infinitas fantasías libidinales que motivan a los seres humanos, y una emoción particularmente intensa según pude constatar personalmente. Una de las tantas formas que puede tomar el placer sexual, y de las que nos es dado disfrutar a discreción y experimentar optativamente, según nos lo sugiera nuestra fantasía o nos lo desaconseje nuestro libre arbitrio. Era algo que evidentemente lo conmovía hasta los tuétanos eso de disfrazarse de andrógino primordial y salir así ataviado a la calle para andar entre el vulgo heterosexual. Porque gran parte de su gusto provenía precisamente de presentarse así con su toda su extravagancia a cuestas, encaramado sobre aquellos coturnos histriónicos, muy por encima de la gente "normal". Su estatuto de maricón cobraba de esta forma muy sabrosa revancha sobre el desprecio habitual que se le regala al invertido o al travestido, entre la gente de a pie. Era el contrapunto de ese mismo desprecio, que en él cobraba finalmente el beneficio de su desgracia. Era el momento de gloria del mártir alzado en espectacular apoteosis por la justicia divina. El mérito de ser una aberración de la naturaleza. El esplendor de la contranatura. La soberbia del monstruo, y también la de ciertos enanos que pintó Velázquez y que malcriaba Felipe IV de España en su metafísica y carnavalesca corte imperial. De vuelta de Nueva York, a donde fue siendo aún adolescente, se puso a vender productos de belleza de la marca Elizabeth Arden a sus numerosas relaciones de Miramar y El Vedado. Señoras mayores de la gran burguesía terrateniente que lo admiraban y seguían a pies juntillas sus disparatados consejos de belleza. Un buen día se preguntó a sí mismo el por qué estaba pasando tanto trabajo vendiendo un producto que otro fabricaba en vez de fabricar él mismo un producto para venderlo por su propia cuenta. Y en ese mismo instante fue que le vino la certidumbre de que tenía que volverse pintor para aprovecharse él mismo de sus dones de vendedor. Con la misma se fue derechito a la tienda "El Arte" de Galiano y Zanja, y le dijo, arqueándole muy significativamente una ceja, al afocado empleado: "Déme todo lo que se necesita para pintar cuadros y métamelo en una caja que me lo llevo enseguida". Y desde ese día fue pintor. Más tarde se fue a México en donde dice él que conoció a Leonora Carrington, con quien sostuvo, según él solía decir, una bella amistad. Capaz que llegó a conocer también a Remedios Varo porque su pintura se asemejaba a la de ella en sus mejores momentos. Pero Roberto era capaz de contarle a cualquiera las mayores mentiras sin que se le alterara en lo más mínimo el color de su tez, ni que ningún desacompasado pestañear permitiese ni siquiera sospechar a nadie de los insondables infundios que estaba profiriendo. Así que no me atrevo a afirmar como una verdad absoluta nada de lo antedicho. Ni metería por todo aquello que me contó mi propia mano en ningún fuego ni aunque fuera de utilería y truco de tienda de disfraces de carnaval. Porque lo suyo era todo teatro, puro teatro. Un miénteme más, que me hace tu maldad feliz, incorporado muy profundamente en su fantasmagórica naturaleza de elfo o trasgo del monte urbano habanero. Esa selva de cemento, ladrillo y estuco, molduras de escayola y volutas, y pinchos de hierro forjado adoptando sinuosos y complejísimos motivos decorativos interpolados, y otras tantas equívocas curvas descolgándose de los balcones. A la luz de los vidrios de colores de los mediopuntos que se encienden de golpe en un mediodía de ensoñaciones sensuales y sugeridas desnudeces de cuerpos sudorosos, con los ecos de los pregones de frutas de los vianderos en medio del achicharramiento del agobiante calor y el pegajoso vapor ambiente del sofocante mediodía. Lo suyo era exclusiva y definitivamente "resolver". Y es que con el paso de los años todos íbamos cambiando, y que nosotros los de entonces estábamos poco a poco dejando de ser los mismos, a fuerza de adaptarnos a nuevos mundos, de desplazarnos por sofisticados espacios tan civilizadores como transculturadores, que nos seducían tanto como nos inquietaban. Porque París estaba en proceso de digerirnos a todos progresivamente, transmutando las vírgenes resinas que corrían por las maderas de nuestros cuerpos en perfumes adulterados y esencias exquisitas.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Ramon: Con el cuento has definido la esencia del travesti. Muy bien.

Anónimo dijo...

Tuve un error al inicio que no concordaba con el escrito, entendí:
"Esplendor de la contracultura" un movimiento ligado al mayo del 68 que dio, a mi entender frutos interesantes en Europa y la costa Oeste de EE.UU.
Pero es interesante ver la transformación y cambio al sentirse uno travestido. Un dia en los carnavales de Sitges me disfrace de una manera irreconocible para nadie y el anonimato daba un punto de "liberación" algo parecido a lo que sentía "la crapule" durante la revolucion francesa.
Por cierto ¿Ya has recibido el libro que te hice enviar de la Lírica del Cràpula?

Un abrazo

Amílcar Barca

Camilo Alexandre dijo...

...el regreso del Lisandro Otero viviente.

A.T cuando sale?

Nota: "Let's make it all for one and all for love."
Cancion tema de "Los tres mosqueteros" (Sting, Rob Steward, Bryan Adams)

Camilo Alexandre dijo...

Ramon Williams Shakespeare vuelve a usar su seudonimo.

MC dijo...

Jajajaja. Que personaje!

Anónimo dijo...

no, hasta que no se acuerden que existe el punto y aparte, no leo nada.

Margarita Garcia Alonso dijo...

Tumiami, les deje premio en el blog.
saludos

Alfredo Triff dijo...

Gracias, chiquitica.

Cleó dijo...

Ramón: A veces te envidio y a veces no.

JR dijo...

Acabaste conmigo, AT, con esta cita con la Briggs. Es uno de los lances más hippie que se te ha ocurrido en el blog. Pero conste que esto te endeuda con Sandy Denny (no confundir con la extraordinaria actriz Sandy Dennis). Ambas, tanto la Briggs como la Denny siguen vigentes en muchas cantantes de última generación. Basta con afinar el oído para percibir el legado de la juglaresca de estas inglesitas en chicas como Annie Lennox, Norah Jones o Dido.

Anónimo dijo...

Esto solo se puede leer con el ojo del culo.

Pluma Gay

El que soy dijo...

Mediocrón sin par, a qué viene tu insistente confusión conmigo y Ramón Alejandro. Lávate la boca para escribir mi nombre, constrúyete una obra y luego, si tienes con qué, siéntate a comentarme. Si algo te sofoca de mi física persona sabes dónde me puedes encontrar. Resulta muy fácil guapear en un blog. Si te falta talento al menos muestra timbales.

Anónimo dijo...

Caballero no se fajense.