sábado, 11 de octubre de 2008

Círculo

Eduardo Triff

La mar se estira penosa hasta el recodo del puerto.
Soy solo, sin raíces, sin inocencia.
Todo lo he perdido en mi camastro de perros.
Tus ojos se desahogaron en mi pobreza,
en mi rabia, en mi silencio.
Los ojales de mi cuarto brillan en la noche,
me valgo del áureo plumaje de sus aristas,
todo está sucio, desolado.
La camiseta pegada al cuerpo,
la penumbra jugando con mis zurcidos pantalones
y el reluciente encendido de mi cigarro.
El primer beso marchitó tus ojos,
el segundo te quemó los labios,
todo lo que te daba era del ron,
de mi torpeza y de mi cansancio.
Los claveles de tus dedos hieren mi garganta salobre.
Me pides una estrofa, besos y juramentos
y yo te lo entrego todo, desde mi camastro de perros.