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La escultura post-constructivista a-la-Naum Gabo de Borges, cerca del bar, chocantemente bauhausiana, ilustra un momento ecléctico a principio de los años 50, en que lo geométrico y el surrealismo orgánico llegan al diseño interior. La fantasía tecnológica borgiana termina sugiriendo una visión estética criolla que marcaría el diseño interior durante el resto de la década: vernáculo Tiki, la línea ameba -de Saarinen- y el mueble Knoll de oficina. A la derecha, el bosque dentro del cabaret (fórmula que se repitió en tantos cabarets de los años 60 y 70, pero nunca con el mismo resultado).