martes, 12 de mayo de 2020

La obra maestra desconocida


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Le Chef-d'Oeuvre Inconnu de Balzac (c. 1837) se desarrolla en el Paris del siglo XVII, alrededor de la figura de un viejo pintor de nombre Frenhofer (quien fuera uno de los más notables de la época). Frenhofer tiene dos fervientes admiradores en el maestro flamenco Pourbus y el joven y aún desconocido Poussin. Ambos conocen que Frenhofer lleva años trabajado diligentemente en el cuadro de una mujer que mantiene en absoluto secreto. Es tanta la curiosidad de Pourbus y Poussin que éste ultimo le propone a Frenhofer un excéntrico canje: cederle a su amante Gilette para que le sirva como modelo a condición que Frenhofer los dejara ver su obra maestra. Para sorpresa de ambos, la misteriosa pintura no era más que “un caos de colores y sombras difusas en medio una neblina luminosa e incoherente”, algo que Pourbus y Poussin interpretaron como el trabajo de un loco delirante.

De los tres artistas, dos eran parias; el otro, potencialmente marginado. Porbus, había sido relegado a favor de Rubens por Marie de Médicis después del asesinato de Enrique IV, en 1610. Frenhofer era demasiado autárquico, su genio se salía del molde del artista en busca de fama. El joven Poussin estaba destinado, por su hipersensibilidad, a un papel similar.

Balzac escribió el relato en medio de un período de cambio entre el post-romanticismo francés y el realismo de Coubert, una generación anterior al arribo del impresionismo. ¿Pudo Balzac intuir la revolución que se avecinaba con Impression, soleil levant (c. 1872) de Monet?

Sabemos que el librito hechizó a Picasso, quien en 1937 alquiló la casa en la calle Grandes Augustin No. 7, donde supuestamente Frenhofer ejecutó su obra, para pintar Guernica. Más tarde, el relato de Balzac fue leído y atesorado por artistas del Nueva York de los años 40 y 50.

John Graham lo menciona en su Sistema dialéctico del arte como “ejemplo de la más perfecta ilustración”. Gracias al crítico Harold Rosenberg me enteré que las célebres mujeres de de Kooning fueron influenciadas por la obrita de Balzac. El historiador Meyer Shapiro provee otro ángulo: “La meta de Frenhofer fue descubrir la síntesis entre color puro y el dibujo.” En The Invisible Masterpiece, el crítico alemán Hans Belting comenta sagazmente la tragedia de Frenhofer: “El arte perfecto es una sombra, mero fantasma de los tiempos clásicos. Si alguien podía traerlo de vuelta era Orfeo, pero lo perdió cuando intentó mirarlo”.

En 1991 el realizador Jacques Rivette lanzó el largometraje La Belle Noiseuse, con Michel Piccoli, Jane Birkin y Emmanuelle Béart. Para agrado de Rivette y los admiradores de Frenhofer, el film se llevó el Gran Prix del Festival de Cannes.