domingo, 28 de enero de 2018

Río Mayaimi

Río Miami. Foto: Pedro Portal

Rosie Inguanzo

Dios inaugura la ciudad cada veinticuatro horas, brumálida* y quieta. La boca de calle se ilumina a las seis vertiéndose en el agua. El río consume su historia desapacible, memoria de rápidos; nativos tequestas lo amaron. Drena de la espléndida ciénaga, desembocando exhausto sus 8.9 kilómetros en Brickell Point.

El río no abre los ojos nunca
bajo los párpados cerrados del agua
el cristal negro carbonizado de sus pupilas.

El río Mayaimi está atrapado en alguna patraña impuesta por los políticos. No arrastra nada. Flota allí una acacia marchita. Canales hechos por el hombre lo hicieron ralo, raquítico. No parece río ni parece nada. Los manatíes oriundos de aquí  han estado en peligro de extinción, propulsados a una velocidad para la que no están hechos. Como el río, son criaturas demasiado lentas y verduscas. Mueren en los tropeles de los barcos cruceros, retenidos en redes de desperdicios, aceitados por los maléficos barcos gigantes, desangrados, desorientados en las comparsas flotantes, embestidos por lanchas rápidas y las motorcicletas acuáticas.

Animales gordos y graves
como niños ancianos abortados en el río.

Debajo de los edificios de cartón piedra que bordean el río aquí, hay delitos ocultos, gente que va y hace cosas, un caníbal, fumadores de crack, desquiciados, niñas latinas sucias, fugadas y descalzas.

El río sobrevive a un paisaje que lo niega. Abraza agotado la ribera, las maderas podridas de los aparcaderos de botes, los restaurantes de mariscos traídos de los cayos, el jolgorio infeliz de las gentes. Y surgen casas soleadas construidas antaño, viejos edificios fantasmas sin ventanas ni puertas ya, blanqueadas por la luz, embarradas de barro y aceite de barco, calcinadas por el tiempo,

maquetas mohosas pintadas de blanco,
pintadas de algo que la luz devora.

El río enseña su fatiga. La oscuridad que brota de su fondo tropieza con la luz de arriba. La luz se detiene en la superficie del agua. La luz no puede penetrar el río. El río Mayaimi está hecho de oscuridad primero; su tiempo es luctuoso y lento.
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*brumálida: que proviene de las brumas (inventé esta palabra)

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