martes, 8 de abril de 2014

Fifi and Lybia Reloaded - Entrevista a Frank Quintana


Rosie Inguanzo entrevista a Frank Quintana

¿Cómo empezó todo, tu vida en el teatro? ¿Escogiste el teatro o te escogió a ti? 

¡Me escogió! Desde pequeño me gustaba hacer reír e imitar a personajes y escenas de la televisión para mis amistades y familia. Era uno de esos niños “payaso de la clase”. Hacía entrevistas sobre la taza del inodoro alternando como entrevistador y personaje célebre—me di muchos premios. Siempre deseé ser actor; a escondidas de mis padres, quienes no querían que fuera artista, tomé clases de actuación y teatro en Miami Dade College, entre ellas una clase para principiantes con Teresa María Rojas, y me enamoré de la magia del teatro. De una vez me invitó al taller de Prometeo y fue como entrar en un lugar sagrado. Hice ejercicios y me involucré en las producciones hasta que protagonicé Jacobo o La Sumisión, de Ionesco, dirigida por Larry Villanueva. Desde entonces nunca dejé de hacer teatro. ¡Me enamoré! Se convirtió en mi pasión, mi refugio, y por cursi que suene, mi salvación. El teatro me dio un propósito más grande que yo mismo.

¿Qué ha significado dirigir para ti? 

Descubrí la dirección de manera intuitiva, en el taller de Prometeo. Empecé a dirigir escenas con buenas críticas y un buen día, penando una ruptura amorosa, escribí Fifi and Lybia, para plasmar y sacar todo aquello de adentro, el dolor y la confusión; tratando de darle sentido y significado para no sufrir en vano, sin fruto… y di luz a este pieza, que sigue viva.

¿Hay tipos de actores? ¿Cuáles prefieres? 

Prefiero los actores que interiorizan, apasionados, entregados, orgánicos, disciplinados, trabajadores y con talento o “maderamen”, como decía el maestro Francisco Morín.

¿Cuál personaje te ha gustado más encarnar? 

Rosita, en Fango Negro, que hicimos en Prometeo en un autobús ambulante; ahí pude darle riendas sueltas a mi forte, que es mi vis cómica, aprendí a soltarme e interactuar con el público. A Jacobo también le tengo mucho amor, porque fue el primer personaje que interpreté en Prometeo, donde descubrí penetrar a un personaje, encarnarlo. Porque ser actor es dar vida a otros seres, entender la piel del otro, amar a la humanidad.

¿Cómo crees que ha evolucionado el teatro en Miami? 

Sigue creciendo… pero aún creo que carece… carece.

¿Cuál es mejor consejo que das a un actor? 

Entrega total, rendirse al personaje, no se puede intelectualizar, hay que entregarse de lleno, con todo los sentidos, convertir al personaje en una obsesión.

Háblame sobre la obra y el equipo, ¿quiénes son los actores? 

Fifi y Lybia son dos chicas excéntricas, extremadamente individualistas y nada convencionales. Son además complementarias, ying yang, las dos máscaras del teatro… enfrentadas ambas a lo incógnito de esta vida, ayudándose en darle algún significado al absurdo existencial. La obra es una tragicomedia que trae saudade, absurdo, pinceladas sentimentales. En la nota de prensa puede leerse:

Fifi y Lybia Reloaded (recién recargaditas), cuenta la historia de dos excéntricas mujeres que viven entre lo real y lo fantástico. La obra de Quintana abarca reflexiones sociales y filosóficas, algo absurdas, pero siempre salpicadas de fino humor negro. ¡Acompáñennos! Gina Díaz, como Fifí, Vanessa Elise como Lybia y Jair Bula como Tomatico. Será un juego teatral casi casi alucinante.”

A Fifi la interpreta Gina Díaz, una actriz colombiana con una dedicación admirable. Lybia es interpretada por Vanessa Elise, una actriz con una sorprendente organicidad. Jair Bula, con quien he trabajado antes en Prometeo en Ms. Tessa Triff has been drinking!, es “El hombre en la televisión” y Tomatico, dos personajes delirantes y deliciosos.
El productor Santi Sierra, también ex Prometeico —nos encontramos en Facebook, me recordó la obra cuando estrenó en Prometeo en el 2000 y me propuso producirla. Mis asistentes de dirección (a quienes les estoy muy agradecido), son Bona Jesurum, una amiga leal (quien fuera asistente de dirección de Teresa y mía en el antiguo Prometeo), y Carmen Rubio. Es como una especie de reunión de ex Prometeicos, conspiradores, ángeles en este viaje. Todos colaboran por amor al teatro, dando de su tiempo y de sí. De pura fe y generosidad, Yoshvani Medina y Yenilen Mola nos han abierto las puertas de su teatro ArtSpoken.

¿Qué autores han marcado tu dramaturgia? 

Me han marcado Christopher Durang, A.R. Gurney (traduje y dirigí su pieza The Rape of Bunny Stuntz o La Violación de Bona Cortada); Dorothy Parker (también escribí y dirigí una pieza en Los Ángeles inspirada en su trabajo e incorporando, hilvanando retazos de su obra: An Evening with Dottie; Abelardo Estorino, Virgilio Piñera, César Vallejo, también Fellini, Derek Jarman y Almodóvar…ahora mismo tengo de cabecera a Sylvia Plath, Pura del Prado y Marguerite Duras… como mis protagonistas, que son mujeres apasionadas, enamoradas, risueñas, trágicas, suicidas. Porque estoy con los desplazados, los oprimidos o reprimidos, los underdogs. Me han marcado mi maestra Teresa María Rojas y me has marcado tú. Dirijo como actor, sintiendo los personajes, imaginando sus monólogos interiores, agregándole el ojo estético y el ritmo, mi ritmo, lo delirante y lo patético.