jueves, 7 de abril de 2011

La señora Rius

Amílcar Barca 

Frente al comunicador más importante de mi país, Joseph Cuní –el Larry King de los medios de comunicación catalanes- una mujer con un perro pequinés, dorada de cabellera y altiva, está dispuesta a hablar de su vida con el riesgo y claridad que se merece en la pequeña pantalla. “En la sección de anuncios del periódico La Vanguardia usted pone: Para cualquier pregunta llame a la Sra Rius. ¿Qué quiere decir con esto… que alguien le puede preguntar la altura del Everest y Ud. se la comunica?. Simplemente quiero ser cortés a la hora que un “señor” tenga una necesidad con una “señora de moral abierta”. Yo no acepto la pregunta estúpida del precio por un servicio o el informe detallado, con impuesto incluido, por una felación. Los “señores” que vienen a mi casa vienen porque no sólo realizan sus fantasías eróticas sino porque la palabra, el afecto o la buena cocina también están incluidos a la hora de estar con mis trabajadoras”. Con la inteligencia perversa que siempre rodea a este periodista, el susodicho le pregunta “Entonces es que usted tiene unas auténticas profesionales que todo lo satisfacen” ella de contesta: “No, se equivoca. Yo tengo auténticas chicas vocacionales, es decir, yo no contrato a nadie en casa que no le guste la profesión, que esté sólo por dinero, o que tenga un chulo detrás a quien mantener… Y de esto me cuido yo particularmente de que así sea”. Después mientras acaricia la cabecita del animal, matiza: “Para cualquier profesión, es importante tener vocación”. La entrevista sigue en un catalán perfecto y culto preguntándose, asimismo el presentador, si lo que de verdad los hombres buscan en un burdel es sólo sexo o algo más. “¿Entonces Ud. cree que nosotros pagamos buscando algo más cuando acudimos?”. Con una mirada serena y pícara a la vez, mira los ojos del conductor y, éste, en un lapsus innegable y bochornoso porque su prestigio acaba de estar al descubierto, rectifica: “No me refiero a mí, sino a los que acuden… ya me entiende”. Una sonrisa comedida y segura de mujer que conoce la psicología masculina después de 50 años de “profesión”, se ilumina en un primer plano ante la cámara. Ella misma – y literalmente- nominaliza el acto de la prostitución como “hacer señores”. Después de quince largos minutos, más interminables para el periodista que para la entereza de esta madame sin complejos, se despide con una frase como esta “…no olvide que en mi profesión yo siempre he sido una señora”.

Cuando Joseph Cuní le iba añadir el apodo que ella misma se había puesto al principio para la despedida, al ver la intención malévola de él, le espeta con los cinco dedos de la mano diciéndole: “dejémoslo así…una señora… la señora Rius”. (Al fondo se oyen los aplausos del público del plató.)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

la mujer objeto sigue siendo el tema por dos dias seguidos

JR dijo...

¿Desprostitución de la prostitución? ¿Prostitución de la desprostitución? ¿Era de la postprostitución? ¿Es que no conocen la prostitución formada por la Revolución Cubana? Esa...la más culta, la más combativa ¿En que queda al final la intentona mediática de Cuní-Rius?

A.B dijo...

Quiero agradecer a Alfredo el haber encontrado la foto de la Señora Rius. Lo que quería destacar es la sutileza a la hora abordar un tema de una manera distinta a la que estamos acostumbrados a ver el mundo de la prostitución.
Traiga la polémica que traiga no me voy a esconder y declaro que me siento partidario de legalizar junto al tema de las drogas este mundo para eliminar, la explotación, la corrupción y la trata de blancas en todo el mundo. El derecho a hacer lo que una mujer u hombre haga con su cuerpo es libre si... por supuesto, la decisión del servicio o la ingestión de la sustancia también lo es. En otras entrevistas la Señora Rius siempre reconoció que nunca tuvo un "chulo", que es verdad que lo hizo por dinero, y que siente que ha ayudado a muchos hombres a desarrollar su sexualidad y por tanto su seguridad con sus respectivas parejas. Si los servicios sexuales fueran profesionales, y no tuvieran la carga psicomoral que comportan socialmente la figura de la servidora-or no adquiriría tal relevancia.

Amílcar Barca

Anónimo dijo...

La psicologIa masculina, en este contexto, quE porquerIa, querido amigo.
Yo siempre quiero ver a la mujer arriba, en su mAximo explendor, pero ella pierde el camino por sI solita y con tan buena ayuda de ustedes.

Avisa cuando llegue Angels, que queremos apapacharla. RI

Alfredo Triff dijo...

Me cuadra el cuento, estampas de España.