miércoles, 10 de febrero de 2010

M*a*r*i*q*u*i*t*a

Ernesto González

Rafa, el más viejo de nosotros tres, con qué entusiasmo te fuiste a estudiar física nuclear en la Universidad Lomono-sov de Moscú, vas a ser el pionero de esa especialidad en Cuba y América Latina, vas a ser un gran investigador, vas a escribir un libro sobre la energética nuclear cubana, distinta a cualquier energética del mundo, y vas a crear un áto-mo latinoamericano, distinto a cualquier átomo del universo. Rafa, has sido seleccionado entre los mejores expedien-tes de bachillerato del país, das un paso trascendental que te conducirá a ser un honorable ciudadano y un gran cien-tífico servidor de tu patria. Te embarcas para Europa, atraviesas el Escrecho de Gibraltar y las arenas de España, y las costas de Marruecos y Argelia; y vas a enamorarte de los delfines que te han ido acompañando en la travesía a ambos costados del barco; y te cuidas de los maricones tapados; y conoces a Luis (¡un mulato que estaba!) y a Caridad, quienes a la semana de embarcados no aguantaron y una madrugada abandonan sus respectivos camarotes para encaramarse en uno de los botes salvavidas de la cubierta, y se olvidan de que estaban en un buque en alta mar y, dámela pipo, dámela mima, dámela pipo, dámela mima, dámela dale. Y unos se despiertan y se asoman por el puente de mando, y por babor y por estribor, dámela pipo, dámela mima; y en la oscuridad, dámela pipo, dámela mima; y opacando el ruido de las olas y de la hélice, dámela pipo, dámela mima, ¡¡pipo!!,¡¡mima!!, ¡¡ay pipo, ay pipo!! ¡¡Dáme-la mima!! Y un estudiante de Geología trae una guitarra y canta en babor y en estribor esos boleros sin muerte de José Antonio Méndez; y un gordo que también va a estudiar Geología no se le despega y tú, Rafa, piensas que le an-da detrás. Nevaba en Odesa cuando el buque Grusia atracó en uno de los muelles del puerto. Odesa Mama, madre de los delincuentes de esa región del Mar Negro, recibió a los cubanos con el robo del neceser de una estudiante y con los abrigos de los años cuarenta que unos tenderos llevaron al buque para vender a cuenta de un adelanto del crédito de trescientos rublos que le otorgaban a los becados…

Rafa lo conoció en el baño colectivo, bañándose. La cabeza del húngaro choca con la ducha y se agacha para que el agua le corra completamente desde los pelos hasta el calcañal. Ojos grandes, de gitano curioso, una nariz de porrón y una bocaza y un cuerpo de negro estibador de los muelles; y una mirada que se hermosea de verde, azul y castaño, y no sabremos nunca de cuántos destellos adicionales, y que encandiló a mi amigo Rafa. Polacos, checos, búlgaros, macedonios, rusos, se restregaban sus espaldas y bromeaban con esa manera eslava de empujarse, jugar de manos y reírse de un gesto insignificante de fastidio del amigo; y Rafa mira de soslayo las soberbias extremidades de Matías, va de los muslos al pecho, del pecho a los pies, pies de campesino húngaro, venoso, de dedos gruesos y tobillos muy anchos y pantorrillas ligeramente vellosas, único sitio del cuerpo de Matías donde habían nacido esos hilitos dorados que te encantaba morder y arrancar, Rafa, y caíste muerto por la belleza bucólica, fabuladora y danubiana del ura-loaltaico que se bañaba a tu lado; y enjabonándote piensas en esos legados que cada raza deposita en sus varones, pa-ra maldición del homosexual; y mi amigo siente un toquecito de jabón en el brazo: Matías le pedía que le enjabonara la espalda.

Incrédulo, Rafa agarra el jabón y estrega el lomo ancho del húngaro, que se ha inclinado para facilitar la empresa; y estrega y estrega sin descanso, como si hubiera viajado a Europa a especializarse en estregones y no a es-tudiar física nuclear; y con la esponja estrega más, en forma de círculo sobre los homóplatos, a lo largo de la colum-na, siguiendo la dirección de las vértebras (qué maravilla de torso, me quedo corto con lo que les cuento, se los juro; eres insoportablemente, Rafa); hasta que un gesto suave de Matías y una sonrisa de sus labios coloradotes, detienen al tenaz estregador. Terminan el baño y principian la amistad. Se comunican en inglés, y el húngaro viene a visitar a Rafa al cuarto que comparte con un checo dormilón, también seleccionado para estudiar física; y una noche helada, luego de beber mucho vodka, el checo empezó a roncar, y a Rafa y a Matías les da por jugar de mano, y de repente quedan boca a boca, cara a cara, respirándose, oliéndose, y se besan y se aprietan y retozan; y hay un siguiente retozo en el baño, cuya puerta aseguran por dentro, y Matías se sienta en la taza por indicación de Rafa (córrete para la punta, ve, le habrás dicho en un español inteligible para el húngaro); y de espaldas, Rafa, te le sientas encima y la desapareces y te mueves con ese telurismo sincrónico que saca fuego, locura y savia, y no se cayeron de la taza porque los brazos de Matías se aguantaban de la pared; y ambos jadean y sudan y eyaculan al unísono, sin aviso ni anticipa-ción, y el húngaro recuesta su cabeza en tu nuca, Rafa, descansa unos minutos y se levanta desconcertado por lo in-tenso que lo has hecho disfrutar. Y se queda a dormir en el albergue de Rafa, encima de Rafa, debajo de Rafa, sin entender cómo cabían en una cama individual de becado -le colgaban los pies de la cama, como a ti te gusta, Emili-to. Y al checo, tu compañero de cuarto, le parecía normal que si estaban conversando y riendo hasta tarde, el hún-garo durmiera allí, puesto que cerraban las puertas de entrada del edificio a las diez de la noche y había frío y era in-sufrible cruzar los patios congelados; o simplemente porque deseaban amanecer juntos y tocarse de madrugada, y acariciarse en silencio cuando las luces y las frases se hubieran apagado.

Y tú, Rafa, palpabas sus largos brazos y sus músculos de nadador y futbolista, y él hundía sus manazas en tu pelo negro; y los dos se miraban sin verse, y espera-ban a ver quién se dormía primero, quién dejaba de revisar su propia forma en la de su compañero, quién acababa de aburrirse viéndose como en un espejo, sin verse, y hermoseados por la asunción de estar amando sus respectivas identidades, su propio sexo en el del otro, sus mismas zonas erógenas y sus mismas zonas tiernas y los mismos mús-culos, los tuyos, atemperados, pues nunca fuiste futbolista ni menos nadador, Rafa; y sus mismas ideas sobre un centenar de cuestiones, si bien eso hubiera parecido imposible entre un uraloaltaico y un cubano.

15 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnifício. Es un escrito que emula a las teclas de un piano en el mar. Es una travesía "atravesada". Un texto salado,jabonoso, privado, marítimo, maricón en su sublime sentido.
He visto recuerdos puntuales de "Expresso a medianoche" y del propio cine de Fassbinder
Extraordinario texto. Y lo digo muy en serio...extraordinario

Felicidades

Amílcar Barca

JR dijo...

Estupendo. Amilcar va con razón: es un texto maricón elegantemente escrito. La sensualidad está trabajada con intención neutra, como con sutil estrategia de captura. La recreación del contexto se balancea ingeniosa entre literatura y cine. Muy bueno, Ernesto, muy bueno.

sonora y matancera dijo...

felicidades, Ernesto... le traqueteaste bien rico el cafecito a los tumayambaneros... dale, pues

recuerdo haber leído fragmentos similares de una obra mayor que tenía un título parecido, hace años, en un peródico gay de chgo. y estoy casi segura que el autor se llamaba Ernesto, pero no recuerdo el apellido. ¿eras tú el autor? tenemos que coincidir, en algún momento.

Anónimo dijo...

Madre de dios. Si es que dios tiene amadre. Donde no hay sol esta dios. Wowwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwww! Bravoooooooooooooooooooooooo

Alfredo Triff dijo...

Muy buena historia, fiel a la piel.

Anónimo dijo...

Que maravilla de cuento!!!! Si todos los hombres hablaran asi de sus vidas sexuales!!!!

Ernesto Gonzalez dijo...

HOLA A TODOS, SI, SONORA Y MATANCERA, ES EL MISMO TEXTO, PARTE DE UNA NOVELA Q. SE TITULABA "LAS PROPINAS DE YOKO ONO", LA PUBLIQUE CON EL NOMBRE DE MARIQUITA, A MI PESAR.
PUEDEN ESCRIBIRME SI LO DESEAN A
egonza_3399@hotmail.com
GRACIAS POR LOS COMENTARIOS, SON MUY AMABLES USTEDES.
UN ABRAZO CARINOSO
ERNESTO

Pedro F. Báez dijo...

Ernesto, simplemente GENIAL (así, con mayúsculas). Y no sólo por el tema, que nos toca a tantos de esa época (2 rusos, 1 yugoslavo y un alemán 'democrático' es mi 'modesto' saldo perteneciente a la esfera de los 'países socialistas') sino por el tratamiento del tema en sí, por tu estilo depurado, de elegante giro y a la vez, finísimo, cubanísimo humor que hace reír a al vez que nos llena de nostalgia, provocando recuerdos que ya imaginábamos sepultos o exilados en alguna vieja embajada del tiempo. Hay también un ritmo, una cadencia única, un cinetismo casi mágico a través de todo el cuento que mantiene al lector en constante ejercicio intelectual y anímico... He disfrutado tu relato inmensamente y te doy las gracias. Abrazos desde mi Isla.

Anónimo dijo...

Chingoa esta la cosa

JR dijo...

Y por la explotación inmisericorde del laborioso pueblo chino. Despotismo más represión más plusvalía. Con tal fusión de capital, comunismo y esclavitud...¡así cualquiera!

william Rios dijo...

http://vinylloungehut.blogspot.com/

Unknown dijo...

Hola, saludos desde Ourense, España.
Con tu permiso he publicado en mi blog Entiendes? o te lo Explico?, este relato... que me parece estupendo, me hace recordar situaciones vividas, en distinto momento o lugar, pero el sentimiento que se desprende en el es el mismo...
Me lo envio mi amigo Pedro "Pedro´s Island", tengo tu link en mi lista de Blogs, para visitar tu espacio en más ocasiones. Un abrazo

Anónimo dijo...

Yo no conoci ningun cubano..que se volviera homsexual en Rusia..a lo mejor ya lo eran de antes, muchooo antesssss.

RI dijo...

Ernesto, delicia de lectura, por estilo, el tema, el internacionalismo carnal de las emociones. Quedo agradecida.

alejandro dijo...

DONDE CONSIGO EL RESTO DE LA PUBLICACION??