martes, 19 de febrero de 2013

Yo y lo mortuorio

La mujer adriática

Quizás les parezca extraño el título pero mi capacidad intelectual es limitada y carezco de imaginación semántica.Padezco una disfunción emotiva de carácter hereditario que me provoca una obsesión morbosa por los temas relacionados con el amor, la muerte y los moribundos.


Heredé este morbo de mi abuela materna. En honor a la verdad, reconozco que fue ella la que despertó en mí, el interés por la escritura macabra a la tierna edad de 12 años.Gracias a su merced, descubrí el significado del horror a través de la radio, mientras escuchábamos -narradas por un locutor con voz de ultratumba- sórdidas historias sobre asesinatos, desapariciones misteriosas y posesiones demoníacas, Mi padre también colaboró en mi aprendizaje mientras compartía conmigo alaridos y saltos estrambóticos, cada vez que los zombies de G. Romero, atrapaban a un mortal desgraciado cerca del cementerio desde la pequeña pantalla.

A la muerte de mi abuelo Antonio -consorte non grato de mi abuela-, escribí el siguiente texto apropiándome del nombre de mi abuela, para la familia que vivía en Andalucía:

“Espero que a la llegada de la presente os encontréis bien, nosotros también a Dios gracias.

Os digo que el Antonio se murió seco como un garrote por la enfermedad. Estuvo padeciendo casi un año. Un cáncer malo le cerró el estómago y no podía comer. Se murió en su cama, con todos alrededor; el entierro fue pagado por la compañia funeraria Santa Lucia, Lo vestimos con un traje negro y le pusimos una nueva pierna para que estuviera completo en la caja.

Os mando un beso,

Apolonia Hernández."

Mi abuela censuró la información a sus paisanos del pueblo y no me dejó explicar las dificultades que tuvimos. Recuerdo la imagen de mi padre subido en la cama en la que yacía mi abuelo, sosteniéndolo por los brazos, mientras mi tío, albañil de oficio, intentaba encajarle la pierna ortopédica a un muñón congelado. La operación fracasó… El dolor por la pérdida de un ser querido, nubló mi entendimiento y nadie pensó que el cadáver se latinizaría con el rigor mortis. La escena provocó carcajadas y risas histéricas entre los familiares próximos al lecho y mi abuela pronunció una sentencia condenatoria a la familia:

“Hay que tener muy poca vergüenza para reírse de un muerto que está de cuerpo presente “•

Así recuerdo yo, mi primer interés por el mundo de los decesos.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta mujer tiene una coleccion de peliculas de terror ....que da miedo. El administrador y la administradora de este blog lo han comprobado en persona...pero lo mas hermoso es que el que escribe no puede prescindir de un amor tan irrisoriamente macabro y suculentamente humano como el de ella...asi es la vida (...y me imagino que la muerte tambien)

Amilcar Barca

JR dijo...

Muerte y amor son las obsesiones más recurrentes en los rincones de la mente. Mejor asumirlas con desenfado como en esta elegante prosa de mujer tan adriática y sensible.

Anónimo dijo...

Wao me gusta.

Anónimo dijo...

Muy bueno. Quiero mas!. Saludith. Judith G.

Alfredo Triff dijo...

qué bueno tenerte de vuelta, mujer adriática!

Anónimo dijo...

Una delicia la cuerda de esta mujer; que conste que la hemos disfrutado de primera mano-aquella salita con la calecfacción, las mantas, los cafesitos de la Krupp, y las subidas dosis de horror en la pantalla. Un beso grande para los dos, RI

Anónimo dijo...

Nespresso, quise decir.