lunes, 15 de noviembre de 2010

Berlanga se ha ido y se olvidó de su muerte

Amílcar Barca

Ha muerto Berlanga, Luís García Berlanga, de la enfermedad que no permite recuperar la memoria. Él que tanto nos había legado la suya para distraer a la censura en tiempos del caudillo. Ha muerto el hombre que hizo de la ironía su lenguaje cinematográfico y sólo, según sus palabras, se podía reír de lo “importante". Ha muerto el erotómano que se atrevió a experimentar en Francia con Michael Piccoli, Tamaño natural (1974), enamorándose de una muñeca hinchable o uno de los fundadores y jurado del premio de novela erótica en las ediciones La sonrisa vertical.

Defensor a ultranza de la pornografía, el anarquismo, y la joie du vivre. No sin sus contradicciones de niño acomodado de Valencia, que según su versión, se alistó a la División Azul –batallón español que apoyó a los nazis para combatir en Rusia- para salvar a su padre, un diputado republicano, de la pena de muerte.

De joven trabajó con Juan Antonio Bardem, gran revolucionario como él, del cine de la época, (tío del actor Javier Bardem) en Esa pareja feliz (1952), con otro de los monstruos del momento, Fernando Fernán Gómez. Pero en 1953 vendría su revelación. La película que con lenguaje lacónico fue capaz de reírse del régimen franquista y a la vez ser aplaudido por el régimen franquista. Bienvenido Mr. Marshall, parodia que refleja la esperanza de que los americanos vengan y resuelvan la situación de pobreza de un pueblo del interior de España en plena posguerra civil. Más adelante vendría la tierna y humanista Calabuch (1956), sobre un científico americano que se enamora de un pueblo de la costa mediterránea y utiliza sus conocimientos para crear nuevo tipos de fuegos de artificio. Los jueves milagro en 1957, y finalmente otra gran obra de cátedra Plácido (1961), historia costumbrista de la España taciturna y pizpireta que intenta ayudar a los pobres en las Navidades y escogida en Hollywood para participar como mejor película extranjera .

Imprescindible, única, con todo el cocido oscuro del humor negro, e interpretada por el entrañable actor Pepe Isbert y su contraparte, el italiano Nino Manfredi, es El verdugo, (1963). Película junto con otro de los guionistas más sagaces de la época, Rafael Azcona. El film encierra toda una metáfora sobre la pena de muerte en clave de comedia, en un momento donde la pena capital – el garrote vil- ocupaba un lugar importante por la persecución de los clandestinos antifranquistas en la España de los 60. Seguirá en la “transición” (periodo político que encierra los primeros 15 años de democracia del estado español 1975-1989) su trilogía sobre la adaptación de los políticos del antiguo régimen a la nueva democracia.

La escopeta nacional (1977). Patrimonio nacional (1981). Nacional III (1982), historias vergonzantes y que son el hazmerreír de una sociedad que aún no ha encontrado su rumbo en la escena democrática europea. Y redondeará la serie con una obra homenaje a la reconciliación de las dos Españas, siempre enfrentadas con las secuelas que dejó la guerra civil española con La Vaquilla. La historia narra cómo una improvisada corrida de toros en medio de los disparos y cañonazos de la contienda, puede unir por unas horas a ambos bandos en un país que se acribilla a sí mismo, por diferencias ideológicas.

Juanjo Puigcorbé, un actor catalán, definió el “berlanguismo”, haciéndo una paradoja con el diccionario de la real academia española de la siguiente manera: “Dícese de la situación coral –de actores se refiere- aparentemente caótica o esperpéntica donde los caracteres muestran o ponen en evidencia su monstruosidad sin categoría moral pero de una forma vitalista”. Su última película fue hace unas semanas, como actor, cuando Médicos sin Fronteras lo rescató del olvido, comiéndose una pastilla de menta “solidaria” que se vende en las farmacias por 1 euro, para participar en una campaña para no olvidar precisamente… a los olvidados.

Adiós maestro. Si Dios te coloca en el infierno que haga lo mismo conmigo.

6 comentarios:

JR dijo...

Berlanga. Ah, el imprescindible. En cualquier orilla, en cualquier punto de vista, con los demonios en contra, con los ángeles de visita.

Anónimo dijo...

Berlanga el genio. No se cuantas veces fui a ver "El Verdugo". Obra maestra del humor negro. No olvido la escena en la que el reo caminaba firme hacia el lugar de la ejecución mientras el verdugo (Nino Manfredi) era arrastrado, exhausto, por dos guardias.

Saludos, Jacobo

Anónimo dijo...

"...definió el “berlanguismo”, haciéndo una paradoja con el diccionario..."

Al Autor: ¿Que significa "hacer una paradoja con el diccionario"? Ni por el contexto pude deducir el significado.

Gracias.

Anónimo dijo...

Viene a la memoria el berlanga de Taman~o natural. gracias AlmIlcar por recordarlo asI. RI

Anónimo dijo...

Al anónimo de las 8.55

paradojo, ja.

(Del lat. paradoxus, y este del gr. παράδοξος).

1. adj. desus. paradójico.

2. f. Idea extraña u opuesta a la común opinión y al sentir de las personas.

3. f. Aserción inverosímil o absurda, que se presenta con apariencias de verdadera.

4. f. Ret. Figura de pensamiento que consiste en emplear expresiones o frases que envuelven contradicción. Mira al avaro, en sus riquezas, pobre

Amílcar Barca

Anónimo dijo...

como siempre muy bueno colega! y que bueno que te hayas acordado! y que viva el anarquismo!