lunes, 24 de agosto de 2009

Nuestros discos perennes


Eliseo Cardona
(tomado de BlueMonk)

Los buenos discos no se agotan en la repetición. Tampoco exigen que se les escuche en una circunstancia determinada. Animados por la utopía de la felicidad, una purificadora tristeza, o un artificial estado de ensueño, en esas obras con frecuencia se nos revela algo a la vez familiar y novedoso. El encanto de lo inédito en unos temas que paradójicamente ya forman parte de nuestro universo interior. A menudo se trata de obras que redimen la espantosa condición de lo cotidiano mediante un elaborado entramado de ideas, sutilezas, intuiciones, detalles inteligentes. Al elevarnos por encima de lo común nos permiten escuchar con agudeza, ya sea por una difícil sencillez o una estimulante complejidad. Tal vez por eso escucho siempre los mismos discos.


No voy a decir que escasean los discos memorables. Pero los hay —y son muchos— que raras veces se les puede escuchar de principio a fin. Están hechos como esos edificios que se levantan de la noche a la mañana y cuya belleza (y fortaleza) se concentra en la fachada. Según los creadores de discos superficiales, el mercado antepone ligereza en detrimento de lo exigente. No sin razón el disco ha muerto. No sé si esto explique que ya no se hable de un todo como obra sino del single. Y con éste, vienen las frases publicitarias que, sobre todo en boca de periodistas, resultan escandalosamente idióticas: "El sencillo que se desprende de su disco de larga duración".

Hace poco le comentaba a una colega periodista que ahora escribe sobre música que la entrevista es una pérdida de tiempo. Porque el "artista" jamás te dará una opinión crítica sobre la obra y el periodista que la tenga no tendrá las güevas para dejarle saber lo que verdaderamente piensa. De ahí que predomine la grisura, la bobería y los autobombos. Quienes colocan su esperanza en el single mueren de desilusión. Y si la esperanza la están poniendo los músicos, vale recordarles que se morirán de hambre. El bazar de Internet permite que esos oyentes que se matan de placer escuchando obras deslumbrantes puedan bajarlas sin problemas. ¿Quién quiere pagar para escuchar mierda? Cierto: Robar viola la ética y la decencia. Pero hacerse de la vista gorda es una justicia poética divina.

8 comentarios:

william Rios dijo...

muy bueno ...

Anónimo dijo...

Buena crítica con poesía. Feliciades Eliseo.

JM

Anónimo dijo...

Me gusta sacar algo viejito de mi closet de musica para luego escucharlo en el carro y oir a mi companiero decir, "Mmm... this record is holding up well after all this years." Por supuesto, yo opino lo mismo.

Alfredo Triff dijo...

Hola Inkie. Estabas perdida.

JR dijo...

Eliseo es un excelente articulista. Elegante y preciso. Recientemente publicó en ENH un texto sobre dadaSON el último disco de un conocido compositor, cuyo contenido es insuperable. De manera concisa y honesta reflejó la esencia del producto musical. Enhorabuena, Eliseo!

william Rios dijo...

tira el link por favor

Anónimo dijo...

En su punto. RI

Anónimo dijo...

Gracias, Eliseo, por tus críticas. Te sigo desde que escribías para el Herald hace años. Ya veo que volviste. Y qué buena noticia.

El rebelde ponceño.