lunes, 11 de agosto de 2008

Ser el primero


Por el fantasma de Adán

Ser primero es siempre arriesgado; sea por la posibilidad de la pifia o el caos. O porque siempre podrían mejorarte en una nueva edición. No ocurrió. En mi caso, rompí el molde y condené al género humano. ¿Paladín yo? ¿Baluarte? Lo peor es no saberlo. O acaso, la santa ignorancia te permite vivir cada instante como eterno. Tengo memorias vagas, perdidas en la neblina de la culpa. Tuve una mujer que no busqué. No sé si la amé -si es que el amor presupone otredad. Éramos cándidos, (obviamente, eso lo supimos más tarde). ¿El árbol? Nunca me llamó la atención esa mata macilenta en un claro del bosque. Nos atraía la lengua silbante de la sierpe ondulada persistentemente piropeando a mi hembra. Todo debía terminar tal y como aconteció. He tenido la eternidad para cavilarlo. Ahora quiero expresarlo aquí en las ondas tropicales de tumiami. Fuerzas mayores rigieron mi destino y por ende el de ustedes. Un momento de debilidad de EL SUPREMO quien concibió, por sólo un instante, de qué era yo capaz: Por tanto, ni él ni yo sabemos si hubiese podido ser de otro modo. La ignorancia no es sólo un atributo del subjuntivo, sino de la curiosidad omnisciente que se traiciona a sí. Temo que ÉL sufre más que nosotros. He sido el hombre más vilipendiado, paradigma del fracaso, de lo inútil. Mas ponderen por un momento que me deben un favor impagable: Gracias a mí, no hay paraíso en la tierra.