sábado, 9 de agosto de 2014

lo insólito de la felicidad --o la hawaiinización de la vida

arearea (1892) de paul gaugin

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de acuerdo a andy martin, necesitamos una filosofía contra la felicidad. no estoy de acuerdo. la filosofía en pro de la felicidad existe, pero es insólita. vayamos por parte.
La idea de que la felicidad es realmente alcanzable le pertenece a la segunda mitad del siglo XVIII, como Freud señaló. Por ello navegantes como el capitán James Cook, y su homólogo francés, Louis-Antoine de Bougainville, se lanzaron a sus viajes. En Voyage autour du monde (1771) de Bouganville, aprendemos que la razón de los viajes no era la de descubrir, sino de alcanzar la felicidad.
ni es harto difícil ser feliz, ni es feliz todo aquel que lo cree. 

felicidad, ¿se trata de una emoción? ¿de una inclinación biológica? como propiedad física se hace algo redundante definirla como un mero estado transitorio. no hay alegría que sea permanente, no es posible prolongar tal estímulo, y de ser posible, y paradójicamente no produciría ya más felicidad (esta paradoja queda casi implícita en aristóteles, al que volveremos en breve).

martin analiza el sentimiento "exótico" que permeó la conciencia europea desde fines de siglo XVIII, al punto que mucha gente daba por sentado que viajar a aquellas tierras (como tahiti por ejemplo) era como trasladarse al paraíso en la tierra. gaugin cambió su vida persiguiendo ese ideal.   

¿funciona el paraíso? (avance: adán y eva nunca fueron felices en el paraíso, pues no tenían con qué compararlo).

a gaugin no le funcionó, pero no hay por qué tomar ese fracaso decimonónico como paradigma. hay siempre otra vuelta del exotismo que nos saque del marasmo de la supervivencia. ahí está la idea del olimpo, tan fuerte que genera multitud de mártires de hoy, dispuestos a viajar a la zona celestial en compañía de las 72 vírgenes.
En su Civilización y sus descontentos Freud agumenta que hay tres razones por las que somos miserables, cada una tiene que ver con expectaciones truncadas: (a) la religión, específicamente el cristianismo por defender la idea de una vida más allá en el cielo, (b) los viajes del siglo XVIII --que inflaron las expectaciones de un cielo en la tierra, (c) finalmente, el propio sicoanálisis, que tal parece asegurarnos que cualquier problema puede ser resuelto. Otro más, (d) la industria farmacéutica (con su nueva generación de drogas).
si bien freud tiene un punto, hay mucho más debajo del tapete.

¿es esta confusión de síntoma por la enfermedad freudiana suficiente para llevarmos a una tácita hawaiianización de la vida?

elaborando un poco lo dicho por martin, si existe un hawaii de la desdicha, este se hace extendible. preguntemos luego: ¿y cuál es tu hawaii?

graduarse de..., unas merecidas vacaciones, tener hijos, comprarse una casa, las amistades, la lista pica y se extiende. obsérvese que siempre hay un intercambio. necesitamos hurgar un poco más. 

lo insólito de la felicidad

primero está el asunto de la historia de la palabra. y sucede que todo uso termina siendo abuso. la propia historia distorsiona el sentido original de la palabra: eudaimonia. la mejor manera de traducirla no es con otro sinónimo. debemos tratar de explicar qué notas posee: por ejemplo de acuerdo a la ética nicomáquea, consiste en: 1- un bien autárquico, es decir, tenerla es ya suficiente. 2- sin proceder de intercambio alguno, se constituye en ejercicio de la actividad más propia del ser humano según la virtud (areté) más excelente. dígase que para aristóteles hay virtudes intelectivas (dianoetikés) y morales. 3- que tal bien autárquico sea propio de un comportamiento continuo, eso que también, de modo distorsionado, llamamos carácter (éthikés).

por lo general ser "feliz" equivale a un esquema sicológico-biológico conductivista, la respuesta a un estímulo. "soy feliz", se dice uno, y procede a enumerar aspectos que representen tal estado.

¡se trata de una distorsión! --protesta aristóteles desde una nube eudaimoníaca.

tanthrōpinon agathon es un bien en sí mismo, un ideal --de hecho y para sorpresa de muchos-- eminentemente político, que aplica a cada individuo. en filosofía política anglosajona se conoce como the good life, acta fundamental de la declaración de independencia de los estados unidos: "life, liberty and the pursuit of happiness".

tanthrōpinon agathon es un inconmensurable (algo que no puede compararse pues se ha perdido el estándar). nuestra sociedad contemporánea no funciona a base de "en sí mismos". todo, o casi todo, tiene un precio y lo que no, se hace demasiado hermético.

volviendo al análisis de eudaimonia, resultará sorprendente que precisamente por tratarse de un bien autárquico la felicidad no pueda intercambiarse por nada. imaginemos por un momento a ese poseedor privilegiado. ¿qué siente él o ella?

nada en especial.

¿cómo lo sabríamos? saberse feliz implica comparar un algo con un después. si siempre he sido feliz ¿tengo manera de saberlo? estaríamos sometiendo eudaimonia a un intercambio de valores. ese no parece ser el camino. ¿y qué hay si soy feliz desde ayer? éthikés no lo permitiría. y es que no se puede ser bueno instantáneamente. ser bueno consiste en un continuum avalado por buenas acciones. ser bueno es un hábito auto-disciplinario. nada opera desde fuera. lo moral (que no es más que hacer en cada momento lo que cada momento requiere) necesita una incorporación.

ahora bien, vayamos a la tercera persona, al testigo que observa a ese ser feliz. juzgamos a una persona que hace el bien. se trata de un hacedor de bien la mayor parte del tiempo. aquí hay espacio para errores (ténganse en cuenta que aristóteles no es idealista, sino casi un conductivista).

ser virtuoso es ser feliz.    

aquí puede compararse eudaimonia con la idea del zen. tratando de averiguar la verdad el discípulo  pregunta ¿maestro, qué es zen? a lo que este responde: "nada en especial".

ser feliz es poseer algo tan  evidente como habitual: algo nada asombroso.

lo extraordinario del edén es lo ordinario que es.   

¿y no es esta una realización insólita?

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