miércoles, 1 de febrero de 2012

Concebí esperanzas de poder llegar a algo concreto contigo

Ramón Alejandro

Babba Mi:

No hay duda que con las características que manifiesta tu personalidad es muy posible que seas hijo de Changó.
Por eso te saludo con estas dos palabras yorubas con las que, entre tantas otras, se le suele saludar:
Cabio Silé, Kawo, Obbalube, Obbare, Obbaná, Eyée, Alayé, Lubbeo, Obba Koso, Olufina, Alafi Alafi, Ebbora, Omanguerillé, Obba Tola y muchos otros epítetos más con los que se le interpela en los guemileres.
Que como a Gran Señor mucho moforibale se le debe.
Sin embargo, si entendí bien algunas veladas alusiones que me hiciste cuando a altas horas de la noche hablamos por teléfono, es el rojo cardenalicio (más que el rojo y blanco de Changó) el color que te conviene, por tu relación privilegiada con las altas jerarquías de la desprestigiada iglesia católica cubana. También me contaste que en altas esferas del Instituto Cubano del Cine tienes a un querido amigo muy atento a tus cosas. Ya Jerjes te lo ha advertido, según me dijo él mismo, que no te conviene andar publicando ese tipo de referencia insular en la ciudad en la que ambos hemos escogido libremente residir por el momento. Miami no tiene fama de ciudad "abierta", como Roma lo fue cuando los aliados desmerengaron al imperio hitleriano. Yo tú ni me acordaba por el momento de esos amiguetes. En Miami, como en La Habana, es mejor no conocer a nadie que conocer a cierta gente. Somos un pueblo muy quisquilloso y me extraña que sea yo quien te lo tenga que recordar. Tú sabes de eso más que yo porque lo has vivido de más cerca.
Después que almorcé ayer con mi vieja amiga Aloe Vera un nuevo amanecer despunto en mi mente.
Concebí esperanzas de poder llegar a algo concreto contigo.
Como ella es muy amiga de François-Emanuel, pudo contarme, con pelos y señales, el viejo chisme de tus relaciones con este rico sexagenario cuando pasaste un tiempo viviendo en su gao hace diez años aquí en Paris. El hecho de que él sea dueño de una galería de arte debe haber sido importante para vuestras relaciones. Como tu esplendor juvenil lo debe haber sido para él. Aloe se creyó todo lo que François Emmanuel le conto y me lo repitió tal cual. Y yo pensé que si habías podido comértelo a él, sería bien posible que me pudieras igualmente comerme a mí.
Iluso que fui.
Que ducha fría recibí cuando me respondiste que tú nunca habías comido carne de puerco, ni tenías ninguna intención de probarla en el futuro.
No solo cerraste esas apetitosas perspectivas que mi amiga Aloe había abierto en mi alocada imaginación con su chisme, sino que fríamente me recomendaste seguir la ascética vía de la sublimación. Me sugeriste que abandonara toda esperanza como aquellos que entran en el Infierno de la Divina Comedia.
Como de sublimación obligatoria se trataba, inmediatamente después de colgar contigo, llame a mi amigo Jerjes.
Porque Jerjes como buen católico practicante sabe mucho del arte de sublimar sus deseos. Pero Jerjes no quiso hablar de tu caso, porque estaba mucho más deseoso de que yo le contara de la ceremonia de rito melkita en la cual yo había sido padrino de bautizo de la hija de mi amigo Florián en la iglesita de San-Julian-le-Pauvre.
Le tuve que describir la liturgia de San Juan Crisóstomo con lujo de detalles.
Y aproveché parta investigar que significaba el enigmático icono que yo vi entronizar el día de la fiesta del santo patrón de ese templo.
Parece que Julián el Hospitalario, como también se le suele llamar, se atrevió a transportar a un leproso de una orilla del Sena a la otra, pues ese era su oficio. Por eso ese énfasis en el contacto físico de las manos sobre el cuerpo desnudo del leproso. No era lascivia como yo malpensaba, sino compasión lo que motivaba todo ese manoseo del desnudo adolescente. Resulta que en fin de cuentas ese joven leproso resulto ser el mismísimo Señor Jesús Cristo disfrazado para probar la fe de esos buenos cristianos. En vez de rechazar al enfermo, Julián se compadeció de él y por ese único acto encomiable fue que logro la santidad.
Que parece que por aquellos tiempos era más fácil obtener la gracia de ser canonizado que hoy en dia.
El caso es que Jerjes con toda esa delectación estética que lo caracteriza tanto como la desenfrenada gula que lo hace famoso, no pudo añadir nada a lo que Aloe me había contado, y como era ya de madrugada me fui a dormir considerando tus hechos y milagros como si fueras también un santo, que de cierta manera también lo eres, puesto que yo te venero, y antes que yo, ya muchos otros te han venerado. Un día te tengo que representar en un icono predicándome la castidad, y la pajita boba a distancia.
Un verdadero suplicio de Tántalo se me represento ante mí, un porvenir en el que yo sufriría deseándote mientras tú me mostrarías tus encantos a distancia mientras yo me fuera aliviando solito, quizás con una prótesis de goma. La victima babeando de deseos frustrados ante el macho que se pasea en calzoncillos a sus anchas por toda la casa.
Y me dije que quizás fuera mejor ilusionarme con otro joven menos esquivo.
Un joven que como San Julián el Pobre se compadeciera de mí, y se dignase a tocar mi cuerpo de seropositivo, que hoy en día el Sida es algo semejante a lo que fue la lepra en la Edad Media.
Edad Media que levanto esas catedrales góticas que tu tanto admiras y que yo visite de la mano de un viejo amante que me ligue en Saint-Germain-des-Pres el mismo día que llegue a París. Porque yo también fui jinetero cultural en los años sesenta del pasado siglo, no te creas que tú fuiste el primer cubanito hermoso que triunfa en Paris, mi abbure. Este viejuco me hizo conocer las catedrales de Amiens, Rouen, Reims, Chartres, Saint-Denis, Beauvais y quizás alguna otra que ya se me ha olvidado.
También termino llevándome a Roma. Él era lector de la prestigiosa casa de edición Gallimard, en la que mi amigo Severo Sarduy fue lector muchos años después.
Publicó una curiosa novela titulada "La tentación del Cardenal", en la que contaba como un cardenal había logrado, después de muchas intrigas, hacer elegir Papa a otro Cardenal del cual él estaba locamente enamorado.
Tremenda mariconería pontifical, asere.
Las chernas son tremendas, que se cuelan donde quiera y meten su cuchareta en cualquier maraña, y se salen casi siempre con la suya las muy cabroncitas.
Bueno Obba Lube, te dejo por hoy, que ya está a punto de rayar el día y me quedan muy pocos ya para volar a Miami.
Ya saqué el billete por Air France para el próximo domingo, porque en la Cacafuaca Airways si que no viajo más.
Tuyo,