jueves, 26 de mayo de 2011

Leonora Carrington y réquiem

La última surrealista ha fallecido. La Leonora amada locamente por Max Ernst y Renato Leduc se despide de “la casa del miedo” a los 94 años. Justo al morir, se están exhibiendo diecisiete esculturas suyas al aire libre dentro del complejo hotelero de Cancún. Su nombre queda prendido en la memoria, no solo por el libro que le dedicara la escritora Elena Poniatowska, o porque convivió junto a aquellos grandes como Breton, Picasso, Dalí, Remedios Varo, Buñuel y otros que compartieron con ella vino y fantasía en los años difíciles en que el fascismo se cernía sobre Europa. Sino por su inmensa obra marcada por el simbolismo, el misticismo y las emisiones de la conciencia profunda. La imaginación culta y el sentido de la metáfora hicieron de su albedrío poético un delirio desparramado entre lienzos, papeles literarios y masas de metal que hoy quedan como testimonio de una rara sensibilidad para exteriorizar lo onírico.

Max solía nombrarla “novia del viento” con palabras de enamorado. Octavio Paz la describía como “un poema que camina, que sonríe, que de repente abre una sombrilla que se convierte en un pájaro que se convierte después en pescado y desaparece”.  Para que entre intelectos prominentes se confunda la existencia de esta mujer con la posibilidad del mito es porque han caminado conmovidos alrededor de una fuente de vitalidad y asombro. Y efectivamente, quien contempla lo que Leonora Carrington regaló a la vida, percibe el genio surtidor de diferencias. Seres así, en sólo una madrugada, pueden convertir el planeta conocido en un astro extravagante.
En estos casos, es escabroso hablar de muerte, aunque haya caducado el contrato vital. Es cierto que Leonora se ausenta de las tertulias adolescentes, de los amores incesantes,  los horrores fascistas, la casi demencia, los sanatorios y las huidas, los olores a mar y a piano, los jardines reposados de México, los mitos celtas, la ternura de sus críos Gabo y Pablo, el lente de su amado Chiki explorándola desnuda…Se prolonga sin embargo, como confirma Carlos Monsivais, en los “sueños que tras ella ya no pueden ser abandonados”.  Mientras ella viaja inmaterial por quien sabe que universos, cientos de esos sueños, o quizás miles, de repente han dejado de ser joyas inertes ante los ojos del mundo. A partir de ahora, cada maniobra estética de Leonora pasará a ser un esplendor cercanamente vigilado por la historia. (JotaeRre)

9 comentarios:

Alfredo Triff dijo...

Seres así, en sólo una madrugada, pueden convertir el planeta conocido en un astro extravagante.

Bello homenaje, JR.

JR dijo...

Y a su vez, AT, la biografía de Leonora es un tierno homenaje a la condición humana. Gracias.

Anónimo dijo...

Una defensora también de los derechos de la mujer

Anónimo dijo...

Gracias Jesu, inspirado. Me voy a son~ar sus cuadros. RI

Anónimo dijo...

EPD Leonora

Anónimo dijo...

Gracias Jesús... era una comprometida de verdad con sus sueños y su estética casí del Bosco, por sus figuras estilizadas y "zoologicas" y su onirismo de habitación. Además tuvo los "ovarios" junto a otras como Louisse Bourgeois de hurgar con los surrealistas, en un mundo casi exclusivo de hombres. Hombres muy poco dados a la razón y en busca de la estética de la irrealidad y a mi entender de lo femenino.

Amílcar Barca.

Anónimo dijo...

Mujer genial.Arte y mujer

Mantilla

Anónimo dijo...

No dejen de leer la novela de Poniatowska. Esa escrita en "surrealismo". Leonora Carrignton fue, ella misma un astro extravagante. Con luz propia. CD

RI dijo...

Corro a buscarla Carmen.