lunes, 20 de abril de 2009




Es totalmente aburrido, patético y políticamente peligroso que los que están a cargo de ese futuro, hagan lo mismo: a quien cuestiona la Revolución, se le define como enemigo, que no tiene valor, y se le realiza una campaña de desmoralización popular, y su inteligencia se convierte en mediocridad cultivada por el enemigo extranjero; y que cuando uno reconozca cosas buenas de la Revolución, se le tilde de integrante de la Seguridad del Estado. Esta intolerancia no es productiva y, mientras siga, no habrá manera de intervenir en el proceso político de Cuba. Ninguna de las dos partes ha creado un lenguaje nuevo, ni están dispuestas a poner a un lado el dolor y pensar en un futuro de borrón y cuenta nueva, ni a inventarse un espacio con respeto para el otro, crear un puente donde esa fluidez nos haga sentir orgullosos.
Por suerte, el pueblo lo ha hecho por su cuenta. Si queremos un futuro distinto, tenemos que trabajar muy duro emocional e intelectualmente como país, como cultura. Me gustaría seguir estando orgullosa de ser cubana, porque significa algo para el mundo (aunque eso incluya educar a los otros y corregir sus visiones extremas.