domingo, 8 de enero de 2017

Corazón y muela


Por Alcides

“Estoy enamorado: écheme o dejémoslo como está. No paso más tiempo en el teléfono por respeto a su persona, pero me pide mucho. ¿Debo entrar en su molde sin que usted se haya preguntado por qué quiere que las cosas sean de determinada manera? Pues no. Lamento no poder complacerlo ni ser flexible. Al menos hoy, yo sé por qué hago lo que hago. Necesito escuchar a esa mujer, normalmente encuentro algo que decirle. Hablamos pocas veces al día, no más de diez minutos. Mi trabajo no suele afectarse, porque tengo la carreta delante de los bueyes y a Marte ahí mismo. Tampoco interrumpo la línea porque es doble, a veces triple, y suena un pitico cuando la gente llama. Soy loco -es decir: tal vez piensa eso- y sin embargo no soy una bestia. Pregúntese qué le fastidia en realidad. 

¿Que me ve pasándola bien? 

También disfruto trabajar y luzco alegre. No importa qué métodos tenga que usar: procuro mantener una sonrisa. Creo que usted me entiende pero como necesita hacer el papel de patrón, la coge con mis conversaciones. Es como si se congelara con esa emoción. 

¿Verdad que me explico? 

Tratar de hacerme entender, semana tras semana, me roba energía que podría usar en dar más de mí, en llenarme de ideas y hacer que el dinero entre por tuberías a este lugar. Ni siquiera es capaz de disfrutar el afecto que le tengo, mi aura grande. Prefiere ser como piensa que es. En fin: me desinflé ya. Mi destino está ahora en sus manos (por seguro el destino de hoy) pero haga lo que tenga que hacer. De todos modos me siento como Superman. ¿No tiene algo que decir? Entonces deme el cheque.”

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