miércoles, 8 de septiembre de 2021

EL TRATADO DEL BESO


alFredoTriFf

Aquí un raro texto. E
l tratado más largo que se conozca consagrado al beso Opus Polyhistoricum. . . de Osculis, del sabio alemán Martin von Kempe (1642-83), compendio de 1,040 páginas llenas de citas y fuentes clásicas, bíblicas, legales y médicas, entre otras, tras el empeño de publicar la enciclopedia del beso. 

Son más de veinte los tipos de besos listados por Von Kempe (entre ellos): 

1- el beso de la veneración, 

2- el de la paz, 

3 - los dados por cristianos a imágenes y reliquias, 

4 - besos paganos a sus ídolos, 

5 - el beso sobre el pie del Papa, 

6 - el besuqueo entre superiores y subalternos, 

7- el baiser de las ceremonias académicas, 

8 - la carantoña lujuriosa de los amantes, 

9 - el chupetón adúltero, 

10- el babeo de las parejas, 

11- la felación (también llamada en el argot adicción chambelona)

12- el muá de la conciliación, 

13- el beso del contagio (covid de por medio), 

14 - el beso hipócrita,  

15 - el beso de Judas. 


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Añado apuntes triviales:

El beso debe ser polisémico, otorga deferencia, obediencia, respeto, acuerdo, reverencia, adoración, amigabilidad, afecto, ternura, amor, superioridad o inferioridad. ¿Eh?

El besuqueo puede ser unilateral -o recíproco.  

Se cuenta que los romanos eran besadores empedernidos, algo que heredan los primeros cristianos, quienes aportaron el "beso santo", ritual de la ceremonia eucarística. 

El beso puro de amor. De ser Paris en el siglo XXI le diría esto a mi Elena: 

Antes de partir Elena/ deja que estampe en tu frente/ un beso puro y ardiente,/ como del ángel la fe.

¿No dejaron de besarse los protestantes en el pío siglo XVI? 

El beso ilumina. Uno de mis poetas menores favoritos, Amado Nervo, escribe:

Yo ya me despedía... 

y palpitante cerca mi labio de tus labios rojos,

"Hasta mañana", susurraste; 

yo te miré a los ojos un instante 

y tú cerraste sin pensar los ojos 

y te di el primer beso: alcé la frente 

iluminado por mi dicha cierta.

El beso ha perdido su carácter chamanístico para ganar en erotismo. 

Especulan odontólogos que la odontología (y su triunfo sobre la halitosis) ha convertido a los labios en una zona erógena. Non ci credo. 

Nada más antipolíticamente correcto y covidiano/vigésimo-primero, hoy por hoy, que un beso con lengua, largo y sabroso.

lunes, 6 de septiembre de 2021

la hawaiinización de la felicidad

curandera, ale de la torre, 2020

alFredoTriFf

Vivimos tiempos pesimistas. 

¡Van tres generaciones futuras, la milenaria, la Z... hasta la ALFA, que se la pasan de llanto en queja! 

A coro vociferan: 

¡Al mundo le quedan doce años! 

Un escritor trendy: Andy Martin alimenta el fuego: 

Es menester crear una filosofía contra la felicidad.

El pesimismo es una pose de quejicos ansiosos. 

Master E.S. ars moriendi, alto medievo.

felicidad lost in translation,


La felicidad se le escapó a occidente en algún cuarto oscuro donde un escriba borracho trastocó una traducción de Avicena de Aristóteles por un tratado de Plotino. 

Llega el siglo XIV con la Peste negra y acaba. Los flagelantes, ars moriendi, el barroco del siglo XVII es un éxtasis por la felicidad en los cielos.     

Con la expansión naval europea hacia el nuevo mundo, a partir del siglo XVIII, la felicidad vuelve al tapete. La obra El nuevo mundo descubierto por Cristobal Colón, de Lope de Vega, provocó discusiones apasionadas en los círculos cultos de la época. 

¿Es el sueño de Lope la anticipación del goce, y no así la ingeniosa respuesta de Calderón, en opuesta regresión escolástica?

¿Qué es la vida? Un frenesí/¿qué es la vida? una ilusión/ una sombra, una ficción/ y el mayor bien es pequeño/ que toda la vida es sueño/y los sueños sueños son.

Asómase la felicidad en pleno siglo XVIII, durante el apogeo naval inglés, ahora convoyada con la aventura (del francés aventure: chance; o mejor, accidente). 

facsímile de la primera edición de Las aventuras de Robinson Crusoe, Daniel De Foe,

Robinson Crusoe de Daniel Defoe ejemplifica: al final de la novela, el héroe pasa revista a 20 años de su vida perdida en una isla desierta. ¿El saldo? La aventura valió la pena.

Louis-Antoine de Bougainville en Voyage autour du monde (1771) confiesa, con visos de escepticismo, que la razón de sus viajes...

... no es descubrir... sino alcanzar la felicidad. 


daguerrotipo de Schelling, 1848

La felicidad del novecento se debate entre el positivismo y la naciente sicología. Si fuese física la felicidad se haría redundante definirla. La alegría permanente es imposible. Si se prolongara tal estímulo terminaría agotándose (la condición bipolar de nuestros días). 

En el volumen II de su Filosofía Positiva (1895), Augusto Comte dedica a la felicidad siete menciones. Una de ellas: 

... la felicidad del hombre depende de la armonía entre sus facultades y el sistema de circunstancias que gobierna su vida.

romántico eres y el polvo volverás

El romanticismo le canta a la naturaleza mientras predica un desdén por la vida (caterva de poetas, pintores y compositores geniales, amén de tuberculosos y sifilíticos). 

El desdén determinista está en la propia naturaleza que le llega al joven Federico Schelling. Tiene que haber en la naturaleza una relación precisa entre la causa de las cosas en el mundo cognoscible. Lo negativo (infelicidad incluida) depende de cosas particulares operando sobre la vida humana.

El joven Schelling lo anuncia: 

... la tragedia es la reconciliación de la libertad.  

¿Tragedia? Ni felicidad ni infelicidad. La felicidad romántica es una idea maltrecha, siempre cambiante, casi eléctrica, desprovista de teleología.

Por otra parte, el "exotismo" satura la conciencia europea de finales del siglo XVIII. Síntoma que alcanza plenitud en pleno siglo XIX, cuando el paraíso vuelve a la tierra. 

la hawaiinización de la felicidad

La pregunta: ¿fueron Adán y Eva felices en el jardín? es explorada en en siglo VI en la apócrifa carta de Bernabé. Jesús presenta el paraíso como una segunda creación: 

... he aquí que hago las últimas cosas como las primeras. 

La salvación está en regresar al paraíso, pero ¿cuál? 

Les presento a Paul Gaugin, preclaro simbolista que buscó el paraíso no en "esta capital (París) enferma". La tierra prometida está al otro lado del mundo.

la felicidad de Gaugin era de orden estético (De dónde venimos, qué somos, a dónde vamos, 1897)


El trayecto de Gaugin sugiere dos hipótesis: 

1. La apriorística: 

Si la felicidad existiera como a priori ideal fuera de la experiencia, no hay contradicción alguna en imaginarla sin sufrimiento. Tal conclusión es imposible para un artista maldito como Gaugin. 

2. La aposteriorística: 

La felicidad que coexiste con el sufrimiento es un vaivén gelatinoso indefinido (no el balde las teodiceas de patricios como Agustín de Hipona  e Ireneo de lyon la prohíben terminantemente). Para Gaugin es una cobardía abrazar la infelicidad por el mero maltrato de una felicidad abortada. 

Gauguin, el sifilítico fideísta, móntase en el barco anti-moderno buscando el bon sauvage de Rousseau y descubre lo inusitado. 

Aquí un telegrama de Gaugin casi al final (nunca enviado desde Tahití a su confidente Camille Pisarro): 

Soy miserable en esta isla de mierda. 


frontispicio de Civilización y sus descontentos, primera edición, 1931, Viena

En Civilización y sus descontentos, Sigmund Freud detalla tres razones para nuestra miseria, cada una tiene que ver con expectaciones truncadas: 

1ro, la religión, por defender la idea de una vida en el más allá; 
2do, los viajes del siglo XVIII que he referido arriba; 
3ro, ¡el propio sicoanálisis! confusión de síntoma por dolencia es suficiente para increpar la tácita hawaiianización de la felicidad.  

¿Dónde está tu Hawaii?

lo insólito de la eudaimonia

¿Por qué todo uso termina en abuso? La historia distorsiona el sentido original de eudaimonia. No se trata de algo pretérito y sobrenatural. 

Aristóteles nos trae buenas nuevas.

Primero, con tenerla es suficiente. Segundo, es propia de un comportamiento tan extraordinario como simple llamado carácter. Hacer lo debido en cada momento en cada situación.

¿Soy feliz?

Pregunta vacua (responde Aristóteles acariciándose la barba).

Si soy feliz no tendría manera de saberlo (someter la eudaimonia a un intercambio de valores no resuelve el asunto). Siempre uno se halla en falta.  ¿Qué tal si soy feliz desde ayer? Nadie puede ser bueno instantáneamente sin un punto de comparación. 

Dogen Kigen en su apoZento

Es como si eudaimonia y el wu-wei Zen se dieran la mano. 

Aparece el maestro nipón Dogen Kigen, imperturbable desde su insilio en el monasterio Eihei-Ji. 

Un discípulo le pregunta: ¿Maestro Dogen, qué es el Zen? Dogen responde con cara imperturbable: 

nada en particular.

viernes, 3 de septiembre de 2021

por qué la modernidad no es moderna (telenovela matutina)


alFredoTriFf

Abro con una (aparente) incongruencia: la modernidad NO ES moderna.*  

La modernidad (M de ahora en adelante) es una época que "arriva". Y para hacerlo debe ser anunciada como se anuncian las épocas; por una generación preclara (las tres figuras que siguen así lo demuestran). 

Entra F. W. J. Schelling (circunspecto e impertérrito) en Las edades del mundo. Encontramos este raro augurio:

... el futuro ya ha comenzado

Le sigue un bautismo temporal de G. F. Hegel en su Filosofía del espíritu

... nuestra época marca el nacimiento de un nuevo período. 

(lo da la confianza romántica de sentirse nuevo; ser moderno es exactamente eso). 

Una nueva forma temporal se presenta; el futuro-en-ciernes, que casi se vislumbra detrás de la neblina del más allá. Esta seguridad de M es su reserva inaudita. 

Empero el futuro de M no sería posible si esta no fuera capaz de agenciarse a sí misma su derecho a ser y estar (se llama autonormatividad).

M básicamente se declara ella LA ORIGINAL, apropiación de tutti a pulso. Y lo anuncia por boca de Novalis (alma desolada aprés del futurismo; de los tres iniciados, el más voluble y mineral): 

Todo futuro siempre ha de quedar detrás de sí. 

El imperativo histórico de M es mantener el reclamo viable que justifique la incongruencia entre dos polos en pugna: la expectativa futura y la realización tácita del presente 

(Suena la "ansiedad de tenerte en tus brazos" de los modernos). 

Dicho impasse es, además, talón de Aquiles de toda utopía.

A este punto de M nace la crítica (y ese otro discurso llamado estética). 

¿Qué es crítica? M, narcisista ella, llamando la atención de todos los presentes. 

¿Cuál es la función de la estética? Ayudar con la construcción del pegajoso e inmanente devenir de M (por arte de magia aparecen la belleza y lo sublime, mellizos consentidos).

Interludio: Una vez oteado el futuro no queda más remedio que mirar atrás, comparar y deprimirse.

Para esta vuelta a-lo-que-fue llega Walter Benjamin y su Tesis de la filosofía de la historia. Su estrategia es dislocar el continuum de M, explorando "el más allá" de su pasado, que es como una pre-historia (nada se sabrá de esa época interminable). 

Desde el momento que M se normativiza, se separa de lo anterior... del pasado (el escurridizo FUE). 

¡Pero M no tiene pasado! Ciertamente. Solo podemos declarar axiomáticamente un antes de M (llamémosle AM). 



Con Benjamin sacamos una segunda conclusión:

¿M es solo AM?

Y con permiso de Jiménez Leal (¿existirá PM?

Benjamin propone una confrontación anamnéstica. Pero primero debemos reconocer la injusticia irreversible de AM (los sufrimientos de todas las víctimas anónimas de la prehistoria, dígase es un sufrimiento que no puede sufrirse, porque ya NO ES). 

El fragmento de Benjamin merece citarse en su totalidad:
Hay un cuadro de Paul Klee que lleva por título Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de marcharse, sus ojos desmesuradamente abiertos, la boca abierta y sus alas extendidas. Es el ángel de la historia que mira hacia el pasado. Lo que contemplamos como una larga serie de hechos históricos, es para él la catástrofe de ruinas amontonadas a sus pies. Quisiera el ángel despertar a los muertos y reparar la destrucción, pero desde el paraíso sopla un fuerte viento que enreda sus alas. Es el huracán que lo empuja irrefrenablemente hacia ese futuro que llamamos progreso.
Para el nostálgico crítico no queda otra alternativa que reconciliar esa prehistoria brutal con la memoria. Creo que existe otra solución (pero esa exploración la dejo para otro momento).

Volvamos a la paradoja: ¿Existe PM?  No, no puede ser...  

PM no es un aprés; es ¡la decadencia de M!

Algo pendiente, ¿hay época sin algo que la preceda?
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* Lo anterior se inspira y a la vez contradice la tesis de Jurgen Habermas en su Discurso filosófico de la modernidad (1985).