domingo, 9 de febrero de 2020

La nueva edad de Oscar

JR/AD

Si hay algo que puede provocar alivio en esta pareja de empedernidos cinéfilos que compartimos vida es que en el transcurso del año llueva buen cine frente a las butacas.

Y eso precisamente, gracias quizás a la luminosa intercesión del espíritu de  los Lumiere, estén donde estén, es lo que ha ocurrido en 2019. Un año, además, marcado por el avance vertiginoso del streaming desde las diferentes plataformas, lo cual ha venido revolucionando la industria del cine y lejos de desalentar la asistencia a las salas, la ha reforzado por el propio proceso de masificación doméstica del séptimo arte. 

La mayoría de los filmes nominados por la Academia en las distintas categorías para el evento de premiación que hoy disfrutarán en vivo entre 26 y 30 millones de espectadores, muestran no solo una sólida factura sino que han logrado marginar la voracidad de la mercantilización del producto para centrarse en la concepción estética y la reflexión del contenido.



Curiosamente, filmes que en otro momento se hubiesen convertido en motivo de culto para un público elitista y me refiero a piezas poderosas de la temporada como Joker, el thriller psicológico de Todd Phillips en el que Joaquin Phoenix rinde una actuación difícilmente olvidable; Parasite, comedia negra del surcoreano Bong Joon Ho, sutil y asfixiante hasta llegar a ese salvaje desenlace con matices de Kurosawa y Tarantino; o Dolor y gloria, drama escrito y dirigido por Pedro Almodóvar, una vuelta al cine de autor tan relegado y desprotegido en la Europa actual, se han convertido cada una de ellas en un fenómeno de taquilla.


Vamos a lo más destacable de estos últimos 13 meses a nuestro criterio.

El 2019 lo iniciamos con Capernaum, aquella película libanesa de Nadine Labaki que se nos quedó pendiente desde el 2018, conmovedora historia de un homicidio cometido por un niño de doce años, interpretado magistralmente por el Zain Al Rafeea, niño sirio analfabeto y sin experiencia alguna como actor. Filme desgarrador que fue premio del jurado en el Festival de Cannes de 2018.

También pendiente de 2018, pudimos disfrutar de Girl, drama belga de Lukhas Dhont, basada en las vicisitudes de una chico/chica transexual de 16 años que aspira a ser bailarina profesional.

Otro filme que nos dejó huella fue Woman at War, comedia dramática islandesa ucraniana, escrita y dirigida por Benedikt Erlingsson, relato sobre una activista verde en guerra permanente contra una planta de aluminio. Filme contado con tono de refinado extrañamiento, oscilando entre comedia y drama hasta convertirse en sus últimos veinte minutos en un sorpresivo thriller de sensible final.

Un filme independiente captó poderosamente nuestra atención. Nos referimos a Luce, un drama dirigido por Julius Onah, de contenido incómodo para la crítica sometida a la mentalidad de lo políticamente correcto. Luce es un niño eritreo soldado que logra ser rescatado y acaba siendo adoptado por un matrimonio estadounidense que le prodiga durante años una esmerada educación. El niño se convierte en un estudiante de alto rendimiento y en un modelo de líder en formación hasta que se descubre que tras la apariencia late la sed de violencia de sus antecedentes. Onah desliza veladamente, pero de manera convincente, un discurso sobre el racismo en contra del blanco y los peligros de la inmigración proveniente de zonas conflictivas en los Estados Unidos, convirtiendo su filme en una pieza que fluye a contracorriente de las tradiciones de la crítica en la que predomina el pensamiento de izquierda. Impecablemente facturada, es una película que aún relegada por lo que he explicado merece verse y reflexionarse.

De Argentina nos impresionó La odisea de los giles, del realizador Sebastián Borensztein  (el mismo de Un cuento chino), un relato que se desenvuelve durante la crisis argentina de 2001 y cuenta la historia de un grupo de vecinos que son estafados cuando sobreviene el corralito y asumen una estrategia para vengarse. El filme logra reunir al destacado actor Ricardo Darín con el legendario Luis Brandoni.

Y de España, además de Dolor y gloria, nos llegó Mientras dure la guerra. Un retrato de Miguel de Unamuno y de una España en conflicto concebido por el realizador Alejandro Amenábar. Un filme hecho con rigor, contención pero con la sangre galopante en las venas.

De la península nos quedan pendientes filmes importantes: Intemperie, La trinchera infinita y Lo que arde.

Reitero, vale la pena recorrer el inventario de nominaciones a los Oscar este año en las diferentes categorías por su calidad sobresaliente. Ahí están Judy, The Irishman, The Two Popes, A Beatiful Day in the Neighborhood, Knives Out. Little Women, Marrriage Story, Once Upon a Time in Hollywood…y, por supuesto, otra de las favoritas de última hora, el monumental drama bélico 1917 de Sam Mendes.


Este Oscar viene con una nueva edad. Streaming, rejuvenecimiento digital, planos secuencia antológicos, historias de compromiso social, peso argumental y calidad dramatúrgica combinado con taquillazo. Industria bogante con concepto, estética y corazón. Sí, amigos, llueve y truena buen cine frente al lunetario. Qué gran alivio!

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