martes, 8 de mayo de 2018

La miseria del castrismo

LA VOZ dirigiéndose al PUEBLO, Plaza de la Revolución (1962)

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Lo que se relata a continuación es la historia de la miseria de la revolución castrista. Esta no es una miseria causada por epidemias, como la gran hambruna de Irlanda en el siglo XIX; o por la guerra civil en la España post-republicana; o por una crisis del medio ambiente en Etiopía en los años 80. La miseria particular de Cuba es una miseria auto-fabricada. Una miseria auto-recetada para purgar una CULPA en la psiquis de su historia. 
    
Pierre Joseph Proudhon define la miseria como “insuficiencia del producto del trabajo”. Karl Marx, a contrapunto, la redefine como el plus valor que el capitalista le roba al obrero. Pues bien, si la miseria marxista es el robo del trabajo del otro, la miseria del castrismo consiste en el robo de toda posibilidad del trabajo del otro. La miseria castrista invierte la dialéctica marxista. El castrismo sustituye la miseria capitalista por la miseria castrista (que es miseria al cuadrado), la explotación del hombre por la explotación del hambre (que es explotación al cuadrado). 

La carrera en pos de la miseria

Desde enero de 1959 el PUEBLO cubano se enamora locamente de LA VOZ. Téngase en cuenta que LA VOZ no es una persona en particular, sino un hecho fono-céntrico, sonido bramante y heroico que emana de la glotis varonil del máximo líder. Cuando LA VOZ clama el PUEBLO delira. En un año LA VOZ entrona el lenguaje revolucionario martiano castrista. A partir de este momento el PUEBLO renuncia a ver su tragedia en ciernes. Lejos de tratarse de una imposición tiránica, la miseria que comienza es el resultado de un toma y daca siniestro entre el PUEBLO y LA VOZ.

 LA VOZ en pleno éxtasis (1959)

Para el sicólogo de las masas, Gustave Le Bon, el individuo y la masa son opuestos en perpetua tensión. Si bien el individuo es autonomía fuera de la masa, en la masa no existen individuos. En la masa el individuo claudica su autonomía ante el llamado hipnótico de LA VOZ y retorna a su prehistoria primitiva. La masa entonces existe como conciencia total de los individuos que la integran. En el contexto de la historia del castrismo, masa y PUEBLO son sinónimos.  

Resumamos tres puntos de Le Bon en su Psicología de las masas: 1- PUEBLO es la “pérdida de la voluntad del individuo”. 2- No hay PUEBLO sin LA VOZ. 3- El PUEBLO desea someter y ser sometido.

El PUEBLO erotizado por LA VOZ (1960)

¿Qué se piden LA VOZ y el PUEBLO delirante en esos días tempranos de 1959? Piden un nuevo yugo, un nuevo dueño, un estado en falta. 

LA VOZ le sirve al PUEBLO la miseria en bandeja de plata. Dos años bastan para que el castrismo aniquile las fuentes de riqueza de la nación. El PUEBLO acepta la nueva realidad comunista fusilada de estrategias hegemónicas probadas. “Colectivizar”, término leninista significa “economía de guerra”, que es la guerra contra la economía. Lo que sigue es la miseria planificada.

Sin imperialismo no hay revolución

Se comprende que toda revolución tenga enemigos, pero no es tan obvio que la revolución castrista exija con tanta urgencia un enemigo perenne. En septiembre de 1960 LA VOZ construye su enemigo: “El enemigo imperialista es taimado, es artero, el enemigo imperialista es capaz de lo más inimaginable, desde el asesinato de dirigentes hasta invasiones militares, siempre buscando la mano asesina”. 

Si el imperialismo (la antítesis hecha carne) desapareciera, el propósito de persistir de la revolución terminaría con aquél. En su discurso de enero de 1961 LA VOZ lo presenta sin ambages: “El combate es lo que hace fuerte a las revoluciones; las amenazas de invasión extranjera que ha sufrido nuestro país han hecho más fuerte a la Revolución. Las revoluciones necesitan luchar … ¡necesitan tener delante un enemigo! Si una revolución no tuviera delante un enemigo se debilitaría”. (APLAUSOS). Como veremos, esta perenne lucha de contrarios entre revolución (tesis) e imperialismo (antítesis), tiene como síntesis la miseria.    
   
¡Miseria sí, imperialismo no!

“Tenemos que ganarle la partida al enemigo imperialista, tenemos que salir victoriosos en la batalla contra el enemigo imperialista” —brama LA VOZ, ronca por el éxtasis revolucionario de aquellos días. El PUEBLO acepta que sin la lucha antiimperialista la revolución peligraría y con ella LA VOZ con sus magnas alocuciones. Cesaría el ritual de plazas y de masas, cesarían las concentraciones multitudinarias, la adoración extática y erótica con LA VOZ. 

El castrismo lanza su segundo enemigo el 2 de enero de 1961: Los gusanos han llegado a creerse que algún día sus amos imperiales los pondrán aquí otra vez ... los gusanos no pueden vivir sino de la pudrición … en el medio corrompido en que vivía nuestro pueblo antes del día luminoso del 1ro de enero de 1959”. (APLAUSOS). Contra el dios Jano enemigo (uno externo e intocable, otro interno y sometido), LA VOZ anuncia la represión que se avecina. Y el PUEBLO entrega todo el poder a LA VOZ que exige vivir en la miseria como única opción para el triunfo revolucionario (esta entrega sumisa revelaría el lado masoquista del PUEBLO cubano).

LA VOZ y el PUEBLO que son dos en uno (1959)

Sigmund Freud define lo que él llama “masoquismo moral” en su ensayo El problema económico del masoquismo. Para los efectos de nuestro estudio sustituyamos el Yo freudiano por el PUEBLO y el Súper yo por LA VOZ. A primera vista pareciera que LA VOZ debiera fungir como el Yo, pero esto sería un error. Le Bon deja claro que es LA VOZ la que goza del poder de convencer y disuadir. LA VOZ es el Súper yo del PUEBLO. 

En este hilo freudiano el castrismo resulta una forma de masoquismo autoimpuesto, ante la neurosis colectiva del pueblo cubano frente a su historia. La miseria a su vez, es necesidad histórica inevitable de la Revolución, la única opción posible frente al imperialismo.  La VOZ la presenta la miseria como paradoja: “Sin la lucha del imperialismo contra nuestra Revolución, nuestro país no tendría el menor problema, esta sería la tierra más feliz del mundo”. Ahora el PUEBLO acepta la miseria como castigo por una CULPA histórica latente.

La CULPA es negra

Falta comprender en qué radica la CULPA histórica del PUEBLO cubano. Con el triunfo de la revolución por primera vez el PUEBLO y LA VOZ devienen uno. Pero esta relación biunívoca arrastra las cadenas en el subconsciente de un pasado colonialista y esclavista. Martí es blanco, LA VOZ es blanca ¿y el castrismo? Es blanco. 

La autopsia del cadáver de Evaristo Estenoz, delante del personal militar (1912)

Ya desde los primeros años de la República emergía un legítimo y creciente discurso negro, siempre reprimido por la mayoría blanca. Es la represión que el escritor negro Lino D'Ou llama “el vacío blanco”, un estado de sordera permanente ante el reclamo de igualdad del negro. En 1959 el PUEBLO se suma al discurso blanco de LA VOZ y abdica los legítimos reclamos del discurso negro. 

La noticia de la muerte de Evaristo Estenoz en La Discusión (1912)

El discurso castrista es un discurso blanco porque la matriz simbólica castrista le debe todo al vocabulario blanco martiano. La falange marxista leninista del castrismo es toda blanca: Marx, Engels, Lenin, Mella, Villena y Guiteras. Es menester decirlo, hay razones para que la CULPA sea negra: los blancos luchan contra la Enmienda Platt, los negros contra la Enmienda Murúa. La Revolución castrista blanca triunfa. La revolución negra de Evaristo Estenoz y Corominas, que es la Guerra de 1912, fracasa. Ahí empezamos a sentir la CULPA. Veámosla en el espejo de otro mundo posible: Si LA VOZ y Martí fuesen negros, la historia de la Revolución castrista blanca sería muy distinta. 

Breve dietario de la miseria del castrismo (1959-1968)

No muchos conocen que desde los primeros meses de 1960, el castrismo instaura al pie de la letra el
Manifiesto de la Miseria de Marx y Engels. Subrayemos los puntos esenciales:

La implementación de las leyes 890 y 891 de 15 de octubre de 1960, corresponden al desmantelamiento de la propiedad privada en Cuba, medidas sin parangón en la historia de la América Latina en el siglo XX. El castrismo no solo nacionaliza 166 empresas norteamericanas, sino que aborta de golpe el progreso económico del país. La segunda etapa corresponde a la ofensiva de 1968 contra el cuentrapropismo cubano, expropiando más de 55, 636 pequeños negocios que equivalen al 33% de la economía de todo el país. 
La “ruralización” de La Habana simboliza una guerra económica contra el corazón de la otrora burguesía criolla. LA VOZ desprecia a La Habana abandonándola a su suerte. Sin mantenimiento urbanístico alguno la capital de Cuba se va derrumbando poco a poco. El castrismo implementa una movilización masiva de la fuerza laboral hacia el campo (el sonado Cordón de La Habana de finales de los 60). Le sigue la “Ley contra la vagancia” el 15 de marzo de 1971, que conjuga una ofensiva represiva política y la reconcentración de 218,000 adultos listos para las tareas de producción. La ruralización de la capital de Cuba llega a su auge en enero de 1968. Aquí LA VOZ explica su desprecio hacia La Habana: “La población de la Ciudad de La Habana se redimirá de esa especie de colonización a la que tenía sometido al resto del país. Porque La Habana más que la capital de Cuba era la metrópoli de Cuba; y ahora La Habana podrá ser la capital, pero no la metrópoli, porque dejará de ser una carga”.
El bloqueo como garantía de la revolución
La mitología castrista describe el bloqueo como un acto desesperado para destruir la naciente revolución. Nada más desacertado. El bloqueo es inducido por el castrismo. Inducir y declarar son dos caras de la misma moneda: una manifiesta, la otra ratifica. Al imperialismo le interesa recuperar la riqueza incautada, mientras que el castrismo lo que busca realmente es la miseria permanente. LA VOZ deja muy claro que renunciar al bloqueo es capitular: “Algunos pretenden que se quite el bloqueo a cambio de que capitulemos, a cambio de que renunciemos a nuestros principios políticos, de que renunciemos al socialismo y a nuestras formas democráticas”. (EXCLAMACIONES DE: “¡Nunca!”).
1968, Año de la plenitud de la miseria

Si hemos definido la miseria castrista como el robo de toda posibilidad del trabajo del otro. LA VOZ aplica el criterio de opuestos a la idea del trabajo. O se trabaja para enriquecerse, o se trabaja como obligación revolucionaria. De esta disyunción ilógica sigue la seudoconclusión castrista: El trabajo verdaderamente revolucionario es el trabajo voluntario (es decir, el robo del trabajo). ¿El modelo a seguir? Los subbotnik leninistas. En el panfleto
“Pervomaiski Subbotnik” de 2 de mayo, 1920 Lenin decreta: “Empezamos por vez primera a edificar de verdad una nueva disciplina del trabajo rojo. Hemos roto y romperemos definitivamente con esa ‘libertad’ del capital de explotar el trabajo, para desterrar la costumbre de ver en el trabajo solo una carga y considerar justo únicamente el trabajo retribuido de acuerdo con ciertas normas”.  Lo que Lenin implica cuando dice: trabajo retribuido de acuerdo a ciertas normas” es trabajo pago, salario, en otra palabra: dinero. Tanto en 1920 en la URSS como en Cuba en 1968, es imposible prescindir del dinero. Sin embargo, tanto el leninismo como el castrismo construyeron toda una economía –con camisa de fuerza ideológica– alrededor de dicha premisa.  

tira cómica en La Chicharra apoyándo la tesis castrista del cuentapropismo como forma de enriquecimiento ilícito (1968)

De ahí que LA VOZ aborrece el dinero. Dice: “Hemos estado viendo aquí el efecto del dinero, cómo el dinero le permite al hombre el acceso a la riqueza ... desgraciadamente nosotros no podemos prescindir del dinero pero algún día, si queremos llegar al comunismo, prescindiremos del dinero” (APLAUSOS). 
Fue Marx quien definió el salario capitalista como “precio en la carne y la sangre del hombre”. Y se impone la pregunta: ¿Hubo alguna vez alguna ventaja salarial revolucionaria durante más de cincuenta años? La respuesta la tiene LA VOZ: “Tire a un lado el trabajo voluntario, tire a un lado la conciencia, trate de resolverlo todo con el dinero, y tendremos Miami, no La Habana; tendremos el capitalismo, no tendremos jamás el socialismo, y ni soñar siquiera en el comunismo”.
¿Por qué es la miseria la razón de ser del castrismo? La pregunta pende hasta el presente como un absurdo a la vez despiadado y necesario.

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