jueves, 27 de febrero de 2014

Muere Hubert Matos


Incansable opositor a la dictadura de los Castro, con él desaparece el otro rostro de la gesta guerrillera contra Batista. Su vigencia en la vida pública la ayudó a exaltar y prolongar su propio enemigo. Se le considera el icono de una revolución traicionada por la ambición de poder. Entre los coterráneos de la isla se le ha admirado y tributado silenciosamente, contando con no pocos seguidores. A diferencia de la precaria estampa con que viene terminando la vida del tirano que lo encarceló, Hubert finalizó sus más de 95 años, bien lúcido y el porte erguido. Su desaparición física se suma a la de otros líderes rebeldes históricos que formaron parte de una generación que creyó en la violencia y el derramamiento de sangre como vía para lograr la plena democracia en Cuba. A Hubert Matos le sobreviven su esposa, hijos y nietos. Descanse en paz, Comandante. (JR)

viernes, 21 de febrero de 2014

Algo que no es arte

Máximo Caminero rompiendo la urna de Weiwei en el PAMM
Ramón Williams

Algo que no es arte le ha roto un cántaro en la cabeza a mi vecino Máximo. En consecuencia mi vecino ha roto un cántaro de otro artista en esta aldea global, un artista visual chino, un vechino…

Mi vecino no es un santo pero su acción me trajo imágenes de video imposible protagonizadas por alguien desbaratando cántaros en los templos-mercados, todo en nombre del amor u otra forma de no violencia semejante al arte. Me desconcertó la jauría de cámaras y micrófonos tras Máximo ese lunes. En su casa y a su caza. Él, uno que, como es proverbial en la entrañable Matanzas, no le tira un hollejo a un chino. Para beneplácito de su abogado mi vecino no estaba.
El otro artista, que no es mongol, le comprará a mi vecino alguna pieza, no de cerámica ni en silencio necesariamente. Expedientado mi vecino pagará el resto de su vida por desintegrar una pieza que firmó otro artista sobre lo embadurnado por otro artista sobre lo torneado por otras manos de las que no sabremos nada ni en un millón de años.

Mi vecino no es un artista conceptual, nada experto en rupturas no cultiva un anti-arte, no revisa la definición de apropiación artística, no es discípulo de Haacke ni ha incitado un Ocupar Brito. Lleva mi vecino dos orejas naturales sin marcas de cirugía estética, su novia se ve feliz, no parece haber sido lanzada nunca desde un balcón por soberbias minimalistas, tampoco se luce de poli-masoquista como para clavarse los camaradas güebos al pavimento y así venderlos más caros, güebos disidentes al fin y ab ovo. Me da por secuenciar el fogonazo: El hijo dominicano del hombre tuvo un rapto y un rato le tomó apreciar la dimensión de su acto, un instante entre el impacto del cántaro contra el suelo (PAMM!) y la maniobra de esposarlo los municipales (¡clic!).

Puede que las pinturas de mi vecino (vivo o muerto) no visiten un sólo museo pero su pasión por una idea del arte brinda una evidencia a discernir por los forenses de arte contemporáneo: la sutil diferencia entre un cántaro roto por un artista fuertemente auspiciado aunque preso y un cántaro roto por un artista fuertemente ignorado aunque libre.

Entre mi vecino y yo media la tablita de su techo (de mi piso) y eso basta para que no sepa mucho de él, no puedo leer sus pensamientos y menos la demagogia de hablar en su nombre. Acaso puedo adivinar que no le molesta el apellido Pérez para un museo en medio de la comunidad hispana más variada del planeta sino que le parece consecuente. Imagino, por la índole de su basura y la delicadeza con que trata mis tazas de café, por ejemplo, que más bien le molesta la pereza de los encargados de ahondar en las verdades artísticas del espacio social donde se levanta (y del cual también se alimenta) la institución Museo. Quizá mi vecino en su contra despecho silencioso entiende que el museo no es de culpar, que no hay mera culpa sino un estado de cosas en el mundo del arte dictado por un mercado con un sistema de reglas que lo desfavorece. A él y a todos los que lo regente (trasnacionales del arte y de todo lo demás? izquierdas derechas?, derechas izquierdas?, centros izquierderechos? illuminati, grises alienígenas?) no quiere y no puede suministrar vacunas de oro contra el anonimato, tampoco asimilar e inscribir en su universalidad de dominadores del sartén.

Todo artista inscrito hoy en lo que llamamos Universalidad fue inevitablemente un artista local en algún momento. Algunas localidades registran mejores estadísticas de ceguera o sordera ante el arte de sus locales que otras. Algunos locales se largan, trascienden la contingencia de sus localidades y se elevaban al pabellón de los ilocalizables por famosos; otros devienen estadística, beben algo de un rojo turbio en la zona baja de las barras estadísticas, del todo perdidos, locales y localizables (¡bip!).

Cuando de nuevo me encuentre con mi vecino evitaré mirarle a la altura del tobillo, no le diré que soy pesimista, que la onda expansiva del cántaro roto no redistribuirá las paredes de esta gran ciudad-inmueble a cielo descubierto de poderes encubiertos. Ni contarle que la adrenalina mundial que genera la perdida-ganancia de un millón no moverá dentro de una semana ni una hoja. No le ayudaría escuchar qué parte de los artistas locales por los cuales sacrificó una lonja de cordura minimizan su lance y continúan aspirando al brebaje rosa en la zona alta de las barras estadísticas. Que para llenar los vacíos de cultura de una ciudad y soplar lo feo se precisa de algo más que una inyección de treinta y ocho millones, una lluvia fugaz de ferias al año y un tifón prestado. Con suerte equivoco el pronóstico y entre fragmentos y desfragmentaciones ganamos todos, los Pérez, los López y quién sabe si hasta los Máximos.

martes, 18 de febrero de 2014

Dora Amador y la homosexualidad "torcida"


Die Puppe-Hans Bellmer

Rosie Inguanzo

Hará cosa de una semana, Dora Amador publicó un artículo de opinión muy triste por lo que narra y también por motivos que van más allá de la historia escabrosa de su niñez y de la relación con su padre.

Expresiones como “…que la víctima puede tomar una orientación sexual anormal” y “orientación sexual torcida”, refiriéndose a la homosexualidad, resultan, en el siglo XXI, perturbadoras (la itálica es nuestra). Con toda la estima que me inspira Amador, me resulta alarmante hallar este tipo de mensaje publicado en un diario —como educadora, vienen a la mente mis alumnos bellos y flamantes variopintos. ¿Cómo pasó el rigor ético un discurso que implícitamente excluye de la normalidad a buena parte de la humanidad, tildando de torcida la sexualidad, escogida o no, que a otros completa y hace felices?

Y me sorprende que una amiga lesbiana que aprobó el escrito pasara por alto, atendiendo el drama confesional, el peligro dogmático en estas expresiones de Amador. Aun comprendo la reacción ante el horror de lo narrado.

Dice la autora: “Un verdadero yo, libre, empieza a surgir. La terapia psicológica, la dirección espiritual, la gracia de Dios –es mi caso– le abre de par en par el corazón ante un mundo nuevo y maravilloso. Es el mundo heterosexual.”

Luego se impone la pregunta: Según Amador, ¿es la homosexualidad torcida y anormal por la causa que la provoca (en este caso el abuso sexual), o es torcida y anormal por homosexual?

Porque Dora Amador parece echarse encima una parte de su vida anormal por homosexual como consecuencia del abuso. Pero la homosexualidad puede estar exenta de la causalidad abusiva. Y equivocar todo esto agranda el dolor del daño infligido a la niñita Dora, equivocarlo es mucho más peligroso todavía.

sábado, 15 de febrero de 2014

Cubanos, go home!


¡Compatriotas, cojones, salgan de Venezuela! Es una vileza profanar una tierra que no nos pertenece. Ya es suficientemente inmoral haber permitido que ultrajen la nuestra. (JR)

jueves, 13 de febrero de 2014

Salinger, guardián de su trigal

Ernesto González

La televisión pública norteamericana acaba de estrenar un interesante documental sobre la vida de J.D. Salinger, que nos tomó más que sorprendidos a muchos de sus admiradores, no por lo que descubrimos sino por lo que corroboramos a través de la sinceridad de algunas personas que decidieron a hablar ante las cámaras por primera vez.

Según esos testimonios, el escritor que ha vendido más de 65 millones de ejemplares de sus obras, no siempre era huraño ni repelía la interacción humana como se ha pretendido hacer creer. Revelaciones inconvenientes para aquellos investigadores-paparazzis-literarios que pensaban preguntarle con qué cereal desayunaba al levantarse o si primero hacía una meditación y se daba una ducha.

Los paparazzis a secas (desconocemos cuál de los dos especímenes es peor), por supuesto, sostendrán que aquel hombre que solía visitar a sus vecinos y hasta comer con ellos, no era el mismo que habían hostigado con una cámara escondida en los matorrales, ni el que les había virado la cara sin contestarle una pregunta trascendental: ¿es usted J.D. Salinger, el autor?

En el filme se nos revela un común mortal que adora escribir (y pensaría él, como el carpintero adora carpintear), el cine clásico y a las mujeres. Y en sus cenas con los vecinos adoraría comer, especialmente comida casera de esas que hacen las mujeres en los pueblos, adoraría hablar de las cosas corrientes que muchos somos incapaces de disfrutar, y quizás hasta de los problemas que enfrentaba su comunidad. Un testigo asegura que Salinger era un gran observador de la realidad y estaba al tanto de cuanto ocurría.

Y agrego de mi coleto, de paso, que no atragantaría a sus contertulios con citas de sus personajes, ni anticiparía el proyecto en que estuviera enfrascado y, de eso estoy convencido, escucharía con atención completa (como buen estudiante de Vedanta), lo que los demás le están comunicando. Ellos, por otro lado, evitarían cualquier pregunta demasiado personal, y si un niño se hubiera lanzado a hacerle una con esa auténtica curiosidad por el mundo y los seres que le rodean, de seguro J.D. le hubiera respondido con gusto y entre carcajadas.

Me viene a la mente cómo Grace Frick y Marguerite Yourcenar compartían el pan que cocían en su cocina, con los chicos o los vecinos de su comunidad, depositados en cestas en los umbrales de las casas al amanecer de los días festivos. Aunque esa sea otra historia, hay rasgos comunes, que no significan necesariamente modestia sino estilos de vida que no se esperan de los famosos (y tampoco de los no famosos). Porque, en definitiva, deseando ser distintos parece que todos llegamos a convertirnos en lo mismo.

Entonces, el hombre en cuestión del que hablamos, no tenía por qué ser esquizoide, ni neurótico (aunque algo de ese ingrediente contribuya a nuestra rebelión contra la condición /sub/humana), ni mentalmente inestable, ni padecería otras patologías psiquiátricas que no fuera la de salirse de la norma, de disgustarle ser el centro, estar bajo el reflector, ante el lente de la cámara, el micrófono y esa expresión de estúpido fisgoneo del que carece de vida interior.

Y aquí cabría preguntarse si existe tal cosa como la vida interior, si no residimos en verdad entre emociones y pensamientos (que pueden ser sumamente ruinosos o interminablemente aburridos), más que en la casona recién (re)poseída. Cabría indagar además si debemos asumir como normal lo que la sociedad y la cultura programan como norma.

Porque existen la curiosidad y la imaginación que enriquecen. Prueba de ello son la búsqueda del entrañable Holden (protagonista de esa joyita que es El guardián del trigal), y la visión que iba aprehendiendo del mundo, y cuyo rechazo acuñaba con una frase que una inolvidable amiga y yo repetíamos en instantes aciagos: ¡aquello me mató!

Y por encima de todo debería propagarse, como esa pandemia que nos incita a identificar el cereal que desayuna una de las estrellas de la fugaz constelación del momento, la curiosidad por saber qué somos y qué pintamos en este planeta, luego de observar cómo un deseo le siga al otro y al otro y al otro, y una frustración a la otra y a la otra y a la otra, o por indagar si hay un estado psicológico superior a ese automatismo y a la insatisfacción permanente que acumula esa identificación (aunque jamás la reconozcamos), entre otras maravillosas características del ego.

Esa entelequia cuya disolución es la suprema condicional para nuestra conversión a humanos.

martes, 11 de febrero de 2014

Realizadores solitarios de Miami

Sergio Giral

A recent Avanza Cuba especial TV program on Cuba film directors tribulation in Cuba moved me to review an article sometime ago post on my blog The Broken Image about Miami filmmakers catch-22.

Miami is a wonderful place to relax and have lots of fun. Sun, beaches, trendy shops, international gourmet restaurants, fabulous discotheques, Latin music, Splanglish and unforgettable entertainment: opera, ballet, concerts and movie circuits. Miami is a paradise for tourists arriving from all latitudes of the globe, and a port of entry for Cubans escaping Castro's dictatorship, Venezuelans fleeing Chavez's madness and Latin Americans pursuing the Gold Rush. But Miami is something more than a summer resort and a land promising the American dream. Many Miami artists have contributed to the development of art and culture in the city. Art districts, International Art Shows and scattered drama houses are growing all around the city, and we feel happy at last to have become the Athens of South Florida.

Yet, there is an art discipline that has been forgotten: film making.

Generally, film production has been considered more of a business than an expression of art. When investors in Miami think on film making, they turn their eyes to Hollywood or New York City, ignoring the potential of filmmakers in our city. There may be several explanations for this attitude toward local film production: our lack of tradition in this field; perhaps our city is still too young; or it could be that the latest products made by Miami's filmmakers have not achieved the expected results. But who has seen theme works?

When Miami filmmakers produce a film, the resources usually come from their own pocket, with no Producer Company, no Distribution Company, and no Publicity Company. Does art need money to be good?

Yes and no. Film making is an industrial form of art based on a series of production stages where technology plays a fundamental role. Besides, films require technicians and actors, and a whole crew no matter how simple or short the project could be. Of course, you can’t buy talent. We know that. But when talent meets money, good results are assured.

What is the solution? Wait for the city government to create funds for local film productions? Look for established production companies in other States? Apply for grants? Participate in competitions? Yes, anything to avoid taking money out of your own pocket, because if you do so, your project might not be completed, or it might not come out the way you expected due to a lack of resources and you will wind up with a closet full of film stock and you will be poorer than before.

Miami boasts more than one government institution to support filmmakers, like the Miami Office of Film, Arts and Cultural Affairs, Films & Special Events in Miami Beach, and the Film Office of the Department of Parks and Recreation. But how have we Lonesome Miami Filmmakers benefited from these commissions? Whom do they favor?

Miami legislators agreed to grant $242 million in tax credits to the film sector over the next five years, and the State has translated the hope into more than $1 billion in production. Are these efforts to allow Tallahassee only to attract more foreign investors to Florida?

The Miami Film Festival sponsored by Miami Dade College seems to be a solution for our films been shown to distributors and general public, but actually it doesn’t happens. Some Miami film directors, Cubans mostly, had proposed their film to the Festival and had received an oblivious respond. Should it be a special program for films made in Miami, like the Canadian Film Festival has?

Does the Festival feel ashamed of our work, or may consider it of low aesthetic qualities or perhaps beyond Miami reality and dreams? Is it the new proposed Miami ENCUENTROS a way to complete our feature films produced by Latin-American based production companies or from US Hispanic filmmakers? Fine, let the children play!

But till now, we are Lonesome Miami Filmmakers.

sábado, 8 de febrero de 2014

En busca de un deporte nacional

 
Jesús Rosado

La catástrofe del seleccionado cubano de béisbol en la reciente Serie del Caribe ha estremecido ciertamente la vergüenza deportiva de una fanaticada. Pero pienso que aquellos que estamos atentos a la cercanía de un futuro positivo para la isla debemos de asumirlo con un ánimo optimista. El síntoma es claro, Cuba va regresando paulatinamente al mundo real.

A los que nos apasionaba cada logro del deporte nacional en el último medio siglo, supimos comprender a su debido tiempo que se debía a que los subsidios artificiales provenientes de la metrópoli propiciaban el mantenimiento de los componentes de la infraestructura deportiva al punto de hacer emular cada disciplina con el profesionalismo del mundo occidental. Béisbol, atletismo, boxeo, voleibol y otros deportes tenían garantizada la industria de implementos, conservación de las instalaciones, alimentación, régimen de entrenamiento a tiempo completo, topes de fogueo, pago de salarios y viáticos, incentivos materiales y todos los elementos que los convertían en actividades de élite gracias a los sustanciosos desvíos de recursos que procedían de aquellas potencias que por intereses estratégicos sufragaban la existencia del castrismo y, por supuesto, al tributo vitalicio extraído del trabajo de cada ciudadano cubano, cuyo salario real queda reducido a una migaja. 

Al desaparecer el bloque comunista, sólo las vanidades autocráticas prolongaron el oxígeno a una actividad social que servía simultáneamente de instrumento de propaganda y de satisfacción triunfalista. Hasta que el ego que inspiraba esa imagen épica enfermó, perdió energías para atenderla personalmente y el mito comenzó a desmoronarse.

La profunda crisis del movimiento deportivo cubano, hoy plagado de deserciones, atraso técnico y miseria logística ratifica que no había fundamento autóctono en el supuesto desarrollo del deporte. La utopía se ha desinflado como ha ocurrido en las esferas de la educación o la salud, con la misma velocidad e intensidad con que se ha devastado la industria azucarera, el principal renglón económico de la nación. No hay un solo alarde nacionalista generado por la existencia del totalitarismo en Cuba que no haya colapsado.

Si hemos perdido el deporte nacional entonces no es por fatalismo, sino por corrección histórica. No hay posibilidad de ventajas supraestructurales sino se erigen sobre un modelo productivo. No lo digo yo, lo afirmaron aquellos justamente que pensaban que el capitalismo  era antípoda de esas ventajas y quedaron atrapados en la trampa de la negación de la negación.

Hay talento beisbolero en Cuba. Lo demuestran los peloteros que van nutriendo las ligas profesionales de Estados Unidos y otros países. Lo que falta es el patrocinio espontáneo, legítimo y natural de una economía libre en desarrollo. Esa confirmación de la praxis como verdad es halagüeña. Acerca a Cuba al punto donde se truncó su historia. Aunque cause escozor la demostración. Aunque nos haga de la ficha de dominó una alegoría suspicaz. Porque a falta de un deporte nacional, puede parecer un chiste, pero aspirar a dar una pollona o a virarse con el doble blanco ya es algo.

domingo, 2 de febrero de 2014

La maldita circunstancia de la adicción...


...nos acaba de arrebatar a quien encarnara a Capote, Gust Avrakotos, Caden Cotard, al padre Brendan Flynn, Lancaster Dodd  y a tantos otros personajes memorables que nos entregara con vocación camaleónica este señor de talento incomensurable para la alta escena.  En el 2013, pidió ayuda para prolongar su vida y sus triunfos. Hoy, 2 de febrero, con sólo 46 años, el viaje al nirvana no tuvo regreso. Descansa en paz, Philip Seymour Hoffman. (JR)