La catástrofe del seleccionado cubano de béisbol en la reciente Serie del Caribe ha estremecido ciertamente la vergüenza deportiva de una fanaticada. Pero pienso que aquellos que estamos atentos a la cercanía de un futuro positivo para la isla debemos de asumirlo con un ánimo optimista. El síntoma es claro, Cuba va regresando paulatinamente al mundo real.
A los que nos apasionaba cada logro del deporte nacional en el último medio siglo, supimos comprender a su debido tiempo que se debía a que los subsidios artificiales provenientes de la metrópoli propiciaban el mantenimiento de los componentes de la infraestructura deportiva al punto de hacer emular cada disciplina con el profesionalismo del mundo occidental. Béisbol, atletismo, boxeo, voleibol y otros deportes tenían garantizada la industria de implementos, conservación de las instalaciones, alimentación, régimen de entrenamiento a tiempo completo, topes de fogueo, pago de salarios y viáticos, incentivos materiales y todos los elementos que los convertían en actividades de élite gracias a los sustanciosos desvíos de recursos que procedían de aquellas potencias que por intereses estratégicos sufragaban la existencia del castrismo y, por supuesto, al tributo vitalicio extraído del trabajo de cada ciudadano cubano, cuyo salario real queda reducido a una migaja.
Al desaparecer el bloque comunista, sólo las vanidades autocráticas prolongaron el oxígeno a una actividad social que servía simultáneamente de instrumento de propaganda y de satisfacción triunfalista. Hasta que el ego que inspiraba esa imagen épica enfermó, perdió energías para atenderla personalmente y el mito comenzó a desmoronarse.
La profunda crisis del movimiento deportivo cubano, hoy plagado de deserciones, atraso técnico y miseria logística ratifica que no había fundamento autóctono en el supuesto desarrollo del deporte. La utopía se ha desinflado como ha ocurrido en las esferas de la educación o la salud, con la misma velocidad e intensidad con que se ha devastado la industria azucarera, el principal renglón económico de la nación. No hay un solo alarde nacionalista generado por la existencia del totalitarismo en Cuba que no haya colapsado.
Si hemos perdido el deporte nacional entonces no es por fatalismo, sino por corrección histórica. No hay posibilidad de ventajas supraestructurales sino se erigen sobre un modelo productivo. No lo digo yo, lo afirmaron aquellos justamente que pensaban que el capitalismo era antípoda de esas ventajas y quedaron atrapados en la trampa de la negación de la negación.
Hay talento beisbolero en Cuba. Lo demuestran los peloteros que van nutriendo las ligas profesionales de Estados Unidos y otros países. Lo que falta es el patrocinio espontáneo, legítimo y natural de una economía libre en desarrollo. Esa confirmación de la praxis como verdad es halagüeña. Acerca a Cuba al punto donde se truncó su historia. Aunque cause escozor la demostración. Aunque nos haga de la ficha de dominó una alegoría suspicaz. Porque a falta de un deporte nacional, puede parecer un chiste, pero aspirar a dar una pollona o a virarse con el doble blanco ya es algo.
No sé de béisbol. Y sólo sé por lo gracioso que es que el "doble seis" en dominó en mi país lo llamábamos la "caja de muertos". Conclusión...al igual que el franquismo "el nacional-comunismo-cubano" vuelve a hacer aguas...Pero yo insisto e insisto con ustedes. No dejen que se hunda el barco por el hecho de quien lo rige en este momento. Pacten con la tripulación la manera de ser salvados...Porque los que se van a hundir son los pasajeros que es, en sí, el pueblo de Cuba.
ResponderEliminarUn abrazo
Amílcar Barca
Rosao, oi Zi te tendí...
ResponderEliminarContrasta este análisis conciso y certero con la letanía pseudo-filosófica de Enrique Ubieta sobre el mismo tema en términos de crónica de muerte deseada.
ResponderEliminarEso abuelo Nacho, así se habla!
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