miércoles, 31 de diciembre de 2008

Déle a la matraca que es 31



Rosie Inguanzo

Ahora, más que en ningún otro periodo del año, queramos o no, tomamos parte en la consumación de símbolos fundamentales: rituales festivos, salpafuera jubiloso, para sepultar cierta tristeza de fin de año, nostalgias -grafía de la realidad, aproximaciones a lo vasto e inaprensible que nos acaece. Y la muerte, quizás la más aludida y representada por estas fechas, aumenta en un 20%, según el rigor científico del profesor Robert E. Davis. Valga agregar que el ilustre científico ambientalista, de la universidad de Virginia, reconoce que esto no necesariamente se debe al frío y las enfermedades invernales, ya que sucede por igual en el gélido NY que en el cálido Miami. El tal profesor está casi obligado a ofrecer datos y argumentar evidencias y estudios estadísticos, pero a otros nos es más sencillo asumir que durante estas fechas hay una mayor propensión anímica a la muerte. Incluso que todos los "sobrevivientes" del fin de año morimos un poco y que estas silenciosas ejecuciones internas pueden crear gran ansiedad. Ese es el recordatorio de la estación invernal: enfrentarnos cara a cara con la muerte inevitable, fin de ciclo. De ahí que en ferviente desafuero corramos a representar tan contundente designio. Por suerte, de la muerte (misterio al fin) no sabemos nada, si acaso su umbral, que es hasta donde llega el humano saber. Y ahí es donde la fe viene a alternar con las especulaciones “suficientemente justificadas” que propone la ciencia. Las representaciones simbólicas de nuestra finitud van desde el rojo sangre -que tanto nos adorna por esta época del año-, los cubos de agua por los balcones, los singulares rituales religiosos y hasta las comelatas familiares que ponen sobre la mesa mucho más que el dictado menú: sirven también el lazo familiar necesario que nos alivia de la muerte, el consuelo de la continuidad y de no sabernos solos ante la selectiva Dama de la guadaña (o todo lo contrario). Y es que el Hijo del Padre escogió fecha para nacer, reafirmando así la punzante realidad existencial del hombre. Para cuando el año termina y somos más viejos o más puros, recapitulamos sobre la importancia de nuestras vidas, sobre todo lo que hemos perdido y seguiremos dislocando con relativa torpeza (ya que no pasamos entrenamiento alguno para vivir más que el día a día), también distinguimos (y esto es particularmente compasivo por parte del orden de las cosas) que somos un poco más resistentes en lo efímero, que nos han nacido bondades como hijos y sueños donde la vida renace en sí, que después del gris suceden días de sol y renovada resignación y hasta tenues alegrías. Palpamos los remiendos del cuerpo, su cifrada autonomía y conjuros de permanencia. Por todo ello, si usted se deja llevar por un resfriado a la melancolía, o sale a comprar desaforadamente hasta empeñar la vida a cambio de gratificaciones inmediatas; o si, usted rompe relaciones, toma resoluciones, corre a reconciliarse, come más que de costumbre y sube unas libritas, dé gracias a Dios que tiene todos esos recursos simbólicos para expresar su ansiedad ante la muerte. Valga insistir en que la muerte, la mort, der Tod... es mera ostentación simbólica también (el leguaje lo es y Ella no se escapa). O sea, un algo desconocido y por ende potencialmente esperanzador. Así que represente a como de lugar el misterio, aproxímese con… menos miedo, exorcícelo, lance serpentinas tornasoladas, déle a la matraca, beba de unas uvas, desee sin escrúpulos, ofrezca flores blancas a Yemayá y sople su corneta al vacío del año que se nos muere. Feliz año nuevo.

martes, 30 de diciembre de 2008

Les Parapluies de Cherbourg (1964)



Para Olga Díaz, que nos deleitó con versión exquisita… ya sé, Jesús, que quisiéramos retener esos momentos únicos.

Graphic score

Confessions by Milica Paranosic

Freddie Hubbard (E.P.D.)



Micael Ávalos

Como si a este año no le sobrase ya miseria, se le agrega ahora la muerte de Freddie Hubbard, quien falleció ayer 29 de diciembre en California. Quizá no tuvo la fama que se mereció y algunos se pueden quejar, justificadamente, del comercialismo de algunos de sus trabajos finales, pero es innegable su brillantez, su virtuosismo y el swing sabroso de sus piezas. Freddy colaboró con casi todos los grandes del jazz: con Art Blakey en su sabroso Caravan o con Ornette Coleman en Free Jazz, con Eric Dolphy in Out to Lunch, su ultimo disco antes de morir prematuramente en 1964. Sin embargo, a mí me gustan más que nada sus magníficos solos en los discos de los finales de la carrera de John Coltrane. Los experimentos musicales de Coltrane en African Brass justificaban ampliamente la presencia de Freddie, quien supo entender y canalizar como pocos el espíritu innovador de Coltrane. Pero si alguien tiene todavía alguna duda de que acaba uno de los grandes de la trompeta, baste escuchar la introducción a su pieza Red Clay, su más grande éxito comercial, pero una composición digna heredera del más puro hard bebop. Y aquellos que tengan la dicha de escuchar la versión en vivo de la misma, serán testigos de una larga emulación entre George Benson en la guitarra, el magnífico Ron Carter en el bajo, Airto Moreira en la percusión y Stanley Turrentine en el tenor, pero brillando por encima de todos Freddie con su potente trompeta y sus juguetonas improvisaciones. Freddie Hubbard careció de la capacidad innovadora de Miles Davis o del genio musical de un Clifford Brown, pero supo mejor que nadie establecer la conexión entre la agresividad del funk, el sensualismo del soul y la disciplina estructural del bop.

Olga Díaz (E.P.D.)

Me mortifica sobremanera que haya fallecido Olga Díaz: ese sonido sabroso de su piano, voz aguardentosa, cátedra del feeling, gracia y presencia elegante y belleza mulatona. Precisamente por estas fechas coincidíamos con ella en casa de Olga Connor (en la foto el 5 de enero, 2008) para las lentejas de rigor. Este año la disfruté tanto mientras descargaba, sentada cerca de ella; Meme Solís, Roberto Lozano también deleitándose con respeto a su maestría y sandunga. Nuestro más sentido pésame a su familia. -RI

lunes, 29 de diciembre de 2008

En pos del pos


Rosie Inguanzo
(Foto: Li Wei)

1. En una época fundamentalmente fundamentalista y apolitizada algunos post-posmodernos aún adoptan ideologías antiimperialistas y anticanónicas. 2.
Popup de peligrosos discursos utópicos como el de EvoChávezCorrea. 3. Persisten los humanistas liberales (como Obama). 4. Otros que nunca han sido modernos (contra menos posmodernos) se forran de dinamita y se estallan (aunque no estén en talla). 5. Ecos de Foucault y Said: elimperioseextiende porqueinducealplacer generadiscursos estaentodaspartes escoextensivoconelcuerpo socialesmicroscópico ypenetralasvidascotidianas. 6. Globalización: Tenemos un nuevo tipo de neocolonialismo (made in China) y también se habla de un neoesclavismo cocinándose en las cárceles norteamericanas*. 7. Post-posmodernidad = Arroz con mango precocinado, collage, pastiche, reivindicación de la incertidumbre (“¿El susodicho morirá algún día?”), escepticismo tecnocrático (¡La culpa de la crisis no es de la administración!), relativismo y deconstrucción de la historia (“siempre han habido crisis... es cíclico”), autoreflexividad étnica (“somos la última Cola Cola en el desierto”), patrioterismo (“abajo quientúsabes” desde el exilio). A toda esta náusea agréguesele voluntad emancipadora mambisa, necesidad de recaudar firmas para todo... hasta para recaudarlas. 8. La posmodernidad es también un niño travieso que rompe todos sus juguetes. Nuestro pulso posmoderno miamense reposa en los intersticios de la metavida, en la divergencia sin radicalismos ni anarquías; dentro del mall discrepamos de la hyperreality y aún pinchamos por nuestra metrópolis colonizada, perfeccionando el futuro.
____________________
*Neoesclavismo fomentado por la política de engaño a los emigrantes –más que nada mexicanos, y sobre todo por el trabajo remunerado en las cárceles, donde más del 90% de la población penal es afroamericana. Los que salen de condenas cortas no son asimilados por la sociedad, no hay una infraestructura que los reintegre; regresan en breve para seguir "produciendo” a bajo costo. La historia de los emigrantes mexicanos es más larga. A ver si algún bloguero se anima.

domingo, 28 de diciembre de 2008

Grandenombrado


Ramón Williams

No dudaba: su nombre se perdía. Era un saber a la escucha de voces aéreas. Revoloteando las voces denostaban y él no podía dejar de sentirse aludido. Eran inflexiones, tonos, acentos diversos; sucios refinados, o con ricos adornos, pero siempre bordeantes e inequívocos. Después de las voces sin cuerpo, creyó ver en lugares y libros borrarse las letras de su gracia, hundirse en naves de motes. Nunca más embarcó. Para llamarlo solamente los compinches serviles repetían el nombre devenido ajeno. Al escucharlos a veces volvía el rostro en dirección del llamado, a veces respondía, a veces nada más. Los compinches le preguntaron y él se confesó. “Se me ha perdido, lo he olvidado, lo hemos olvidado millones y yo. De lo contrario, son demasiado los enemigos”. Los compinches lo creyeron enfermo, fueron al África y trajeron bangalas del alto Congo: Hijo de ángel, descuide – dijeron los bangalas-, enemigos perifrásicos no son enemigos; lo protegen a usted de espíritus malos. No bastó. Los compinches trajeron indios objeb wayes.: “Grandenombrado -le explicaron los indios- sepa que repetir su nombre real lo achica a usted. Así que pierda cuidado y olvídelo.” Desoyó a todos y se burló. Tales consuelos eran argucias, artimañas del olvido. Largos años alargaron la infinita angustia de su inquietud. Versos apostrofados rindieron poetas bermejos en todas las tierras sin saber su nombre (aquel que un agónico escribió en una puerta con sangre). Los últimos compinches murieron y dejaron a los nuevos el misterio por legado. Pero los nuevos envejecieron y olvidaron y también murieron. El hombre visitó vagamente pospostmodernos magos. En el ocaso del tiempo sintió la tristeza del ser más desconocido y solo en el mundo. Surcó entonces las extensiones de su reino. Subió al pico más alto donde, equivocado, pensaba que todo había empezado. Allí junto a las nubes, el innombrable invocó al cielo con un nombre que también le pareció el suyo. Con todas las fuerzas de su alma preguntó: ¿Qué habré hecho a los otros, Señor, qué para ver perdido mi nombre? La bóveda celeste apenas se abrió.
Durar--dijo temblorosa la voz del Señor.

Mis recuerdos de Severo Sarduy o Réquiem rumbero para un poeta (tercera parte)


Ramón Alejandro

En los últimos meses de su enfermedad Severo sufrió algunas inevitables magulladuras afectivas. Los sitiales encumbrados del candelero de la Fama son escasos y muchos son los que pretenden ocuparlos. El ejercicio de los codos es cosa corriente en esos medios extremadamente competitivos. Uno tiene que perder su puesto si otro lo quiere ocupar, esa es la ley de esa vida. La literatura francesa de los últimos dos siglos ha sido copiosamente alimentada por el brillante espectáculo que ofrece el escenario social parisino. Especialmente Balzac estudió con pasión la manera en que el poder, el dinero y el sexo se entremezclan para dar como resultado esa lucha libre que en su versión contemporánea llaman en Norteamérica rat race o carrera de ratas. Las relaciones humanas se tejen con alambre de púas, y como quiera que se pongan los candidatos, la mayor parte de ellos terminan por llorar. Así es que cuando La Momia y su Señora madre acogieron al estudiante criollito recién conocido en un espectacular, y fatídico, encuentro en la Capilla Sixtina del Vaticano, generosamente le adjudicaron un simpático capital para que se sintiera libre al asentarse como miembro estable del clan Baahl, vieja familia de la alta burguesía judía ya ilustrada dentro del mundo intelectual francés. Es digno de encomio la manera en que esta burguesía ilustrada puede aplicar sus principios igualitarios hasta compartir parte del capital familiar con un recién llegado desde las casi míticas ínsulas de las Indias Occidentales. Pero la súbita aparición de la Pelona, la Pirula Calaca, en medio del apacible escenario donde reinaba el estudio y la total dedicación a las nobles actividades del espíritu vino a trastocarlo todo. La razón tuvo que imponerse por necesidad mayor. A la muerte de Severo hubiérase debido pasar por los onerosos trámites de sucesión de rigor que el fisco francés exige en estos caso. Así que madre e hijo, para no menoscabar por gusto o por excesiva delicadeza con el candidato al próximo deceso previsible, decidieron quitarle a Severo lo que anteriormente le habían dado. Había que evitar a toda costa que el implacable fisco de la República Francesa fuera a beneficiarse de los afectos humanos que ella no puede tomar en cuenta en los precisos cómputos de su contundente contabilidad. Severo, al saber por boca de La Momia de esta prudente decisión, se lo cogió todo para él, como si fuera una afrenta personal, y llorando me contaba el dolor y la decepción que había sufrido al enterarse que ya -de hecho- lo estaban considerando un ausente. Como si ya fuera un viajero intergaláctico que pronto iniciaría su travesía por el brumoso espacio que describe ese Bardo Thodol, el libro tibetano de los muertos que tanto citó en sus escritos. Porque en ese intermedio entre dos sucesivas existencias ya no tendría necesidad de ningún dinero, una vez que se desagregaran los cinco componentes que temporalmente constituían su persona. Pero por muy apolimado que estuviese estado por esta experiencia, le iba a seguir otra quizás aún más irritante para él. Guillermo "Contreras Zabaleta" se puso a llamarlo por teléfono desde Londres, con tal insistencia, que Severo empezó a dudar de la sinceridad del interés que manifestaba por su salud. Hasta darse cuenta que lo que su supuesto amigo deseaba era estar bien al tanto de su inevitable deceso para ser el primero en publicar el artículo obituario en el popular periódico "El País" de Madrid. "Es un aura tiñosa" me decía indignado, y cuando dejó de responder a sus siniestras llamadas, Guillermo se puso a llamarme con la misma insistencia a mí, sabiendo que en esos últimos meses Severo compartía sus alternativas de natural angustia con igualmente naturales brotes de desafiante altanería ante la guadaña amenazadora que asomaba su filo cada vez más precisa e íntimamente en lo que le quedaba de vida. En la medida que Severo pretendía afectar ecuanimidad se me hacía evidente su desolación. En cierta época, algunos años antes, cuando a los miembros de la camarilla estructuralista les dio por posar de "maoístas", sin el más mínimo pudor ni sentido del ridículo, La Momia le había enviado desde Beijing una tarjeta postal tan fría, que de nuevo Severo había llorado ante mí contándome lo grande que era su frustración afectiva. Severo creyó firmemente que se podía convertir en un "francés", tuvo fe en los principios igualitarios de aquellos que lo acogieron. Pero lo que olvidó es, que muy adentro de su fuero interno, ciertas vivencias de su primera juventud le hacían sentir necesidades que eran totalmente incomprensibles para su mentor. Que el molde de las culturas marca para siempre a todos los seres humanos. Y que el paso de una cultura a otra conlleva heridas que difícilmente pueden cicatrizar. Por mucha cirugías plásticas que Michael Jackson sufra, nunca jamás será el blanco que hubiera deseado ser. De ahí que el tema del mimetismo aparezca con tanta vehemencia en la obra de Severo.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Obama, catalanes y defecación


Amílcar Barca

Navidad es el lugar mítico en el tiempo donde parece que el verde del abeto y el escarlata de un lazo de satén sirven para decir que el amor está aquí. Alguien que nació en un portal se erigió como hijo de Dios y desde entonces su celebración no sólo ha alegrado la virtud de los cristianos sino que ya forma parte del calendario occidental de nuestro consumo. Pero desde que existe la antropología como guía para interpretar cualquier ritual en la Tierra, estaría adecuado que detuviéramos en un fenómeno peculiar y extraño que ocurre en la cultura catalana: la organización del pesebre. Vamos allí… ¿quién no ha organizado el portal del niño Jesús con su establo, desordenado y limpio, y con el buey y la vaca recostados junto a María y José? ¿Quién no ha inventado un paisaje con talco como nieve, cristal como agua clara, corcho como sustituto del pedregal y una tribu de sujetos como acompañamiento a esta hermosa escenografía que se llama el nacimiento, la anunciación, o simplemente el pesebre, para recrear la ciudad de Belén? Pues bien, en Catalunya tenemos, como en otras culturas, la costumbre de iniciar esta actividad el día de Santa Lucía y finalizarla el día de los Reyes Magos. En esta tradición de teatro a pequeña escala juegan un papel importante los pastores, figuras esculpidas en barro o cocidas en cerámica. Uno de ellos es el famoso "caganer", un pastor vestido con el atuendo típico catalán barretina (boina afrancesada roja) y samarra (chaleco de piel de cordero) que pone sus deposiciones intestinales a la vista en la hierba figurada del escenario. Desde hace algunos años la importancia y la comercialización de esta figura ha llegado a ser más importante que el propio infante Jesús, hasta el punto que los niños están esperando el nuevo modelo del año. Total, que la industria artesana ha empezado a popularizar personajes famosos con las nalgas a fuera, en sustitución del cotidiano pastor de ovejas. Desde entonces, estrellas de la radio, televisión y cine, hasta el propio rey de España Don Juan Carlos de Borbón, tienen sus pantalones bajados para la ocasión. ¿Cuál ha sido la novedad de este año? Yo creo que la imagen bien vale el ahorro de los calificativos. ¿Insulto, humillación u ofensa? Rotundamente no. Al contrario. Nosotros –els catalans- consideramos el acto cotidiano de ir al baño como el retrato más irreverentemente y auténtico del ser humano. Es decir donde cada uno se muestra como es en la intimidad. Y les puedo asegurar que, en nuestra cultura, los valores relacionados con la verdad y la crítica, valen todo menos una "mierda", (y perdonen por no utilizar ningún eufemismo en la defensa). Pero somos así... aunque eminentes antropólogos se sigan preguntando este estigmatizado por qué. Feliz Navidad desde Barcelona.

¿Adicción asíatica?


¿Sabían que en la pasada década China ha invertido $1,000,000 millones en los EE.UU. entre bonos, hipotecas de gobierno y ganancias del sector manufacturero? Asia es la causa de la locura ostentosa que mantuvo nuestra economía a flote -empujando la burbuja al límite. Ahora resulta que los economistas culpan (¡nada menos que a los chinos!) por convertirnos en sebosos despilfarradores en calzoncillos*. Dice el NYTimes: "La luz roja la teníamos delante y no la veíamos" ha expresado Kenneth S. Rogoff, profesor de economía en la Universidad de Harvard. "Y debimos haber reaccionado". Mirar atrás es fácil, pero muchos economistas tenían el presentimiento (lo dicen ahora) que los EE.UU. debieron haber realizado que pedir prestado a una potencia extranjera con el sólo propósito de consumir (aumentando peligrosamente el déficit) no podía funcionar. El país cayó en la adicción al consumo** (y no es secreto que para revivir nuestra maltrecha economía necesitamos de aún más dinero del exterior).
______________
*¿Tienes dinero ahorrado? A que no. Es culpa de los chinos. El problema no es nuestro insaciable apetito, sino la milenaria costumbre china de ahorrar. **Consumir es nuestro modus vivendis. ¡¿Qué sentido tendría nuestra vida post-capitalista sin vacilar a costa del sudor de los chinos?!

jueves, 25 de diciembre de 2008

Borges navideño




Juan 1, 14

Refieren las historias orientales
La de aquel rey del tiempo, que sujeto
A tedio y esplendor, sale en secreto
Y solo, a recorrer los arrabales.

Y a perderse en la turba de las gentes
De rudas manos y de oscuros nombres;
Hoy, como aquel Emir de los Creyentes,
Harún, Dios quiere andar entre los hombres.

Y nace de una madre, como nacen
Los linajes que en polvo se deshacen,
Y le será entregado el orbe entero.

Aire, agua, pan, mañanas, piedra y lirio,
Pero después la sangre del martirio,
El escarnio, los clavos y el madero

Santa Claus y su talego


Jesús Rosado

Este año, Santa Claus, Papá Noel o San Nicolás bajo su gorro de armiño muta a piel más oscura. El compromiso es arduo y usa chaleco antibalas. Hay que sanear una nación escamoteada por el fraude y la corrupción y ser más trascendente que un escaque a la izquierda o a la derecha. En su saca el caballo galopante se asoma metaforizando el cambio. Nosotros, como chicuelos imberbes y fisgones esperamos el avance hacia no sé dónde. Bueno, somos eso que historiográficamente se denomina pueblo, es decir, los ya documentados descamisados de siempre. Los que hurgamos una esperanza en bolsillos sin fondos y sin costuras. Los mismos que oramos cándidamente ante el discurso y la promesa, pero que esta vez exigimos un test de magia antes del crédito y nos negamos a que las páginas en blanco de la época inmediata se emborronen nuevamente con tósigo y blasfemia. Sabemos que este imperio está dejando de serlo para dicha de los que entendemos que la quietud y el respeto se alcanzan no con la preponderancia abusiva, sino con el gesto musculoso. Y hoy, en este cumpleaños de Cristo, más que una cifra mística, están signándose racionalmente premoniciones y retos. Como posible solución, el Santa Claus de epidermis más morena, acompañado de su talego hechicero, está por visitarnos para repartir la utopía más lozana. Una quimera debutante y supuestamente inocua al margen de las demofagias. De ese tipo de sueño indispensable para seguir sobreviviendo en busca de la tentativa menos tiránica.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

martes, 23 de diciembre de 2008

Ese objeto del deseo

Feather, Ralph Gibson

El barco, Ciuco Gutiérrez



Habillee de lumiere, Lucien Clergue


Al (sur del (sur))


Grettel Singer

Es un tema delicado, pero las cosas hay que hablarlas para suavizarlas y entenderlas. Mi amiga Cat, una gringa que ni loca se deja tocar más que en la zona “apropiada”, dice que nosotras las cubanas no tenemos pudor y que al sur del sur hay una vía de un solo camino, una salida absoluta. Yo le digo que no es así, que nada en esta vida es absoluto (palabra abarcadora e infinita que no conviene abusarla). Le digo además qué uno no debe hablar de lo que no conoce. [¡Oye! Al menos que lo pruebe antes de renunciar así tan despavoridamente ya que bien hecho puede ser memorable]. Ella dice que no, no y NO y que sus amigas del gimnasio y de New Jersey (quienes tampoco lo han si quiera intentado) la respaldan. Lo consulté con otra amiga muy ocurrente y divertida -menos de ella no esperaría-, me urgía escuchar la versión cubana acerca de este asunto. Ella dice que es falsa mojigatería y que todas las mujeres del mundo lo han probado. Diferencias culturales notables entre las versiones de la recatada y la exagerada. Mis dulces sugerencias a Cat y sus amigas del gimnasio y de New Jersey, que aunque no las conozco las quiero como hermanas que somos todas las mujeres: En el amor todo es válido, cuestión de adaptarse, de encontrar el Ying y el Yang, entregarse sin prejuicios, de la pareja ayudarse a entender este cuerpo complejo y maravilloso otorgado por los dioses, aprender de lo que no funcionó con otro y probar nuevamente de manera más ingeniosa aún con la que tienes ahora… y muchísimo más. Pero no, no, NO, es una respuesta cobarde de mujer que cuando deja a sus hijos en la escuela, como método de entretenimiento se va a Target de compras, o a mirar vidrieras -que es peor; ella tiene un reloj uterino que suena cada jueves avisándole que es el día que le toca complacer a su hombre- día elegido fríamente porque apunta al fin de semana, esa pequeña dosis de sexo por cumplido, que en su mente meticulosa es suficiente para mantener el balance de su matrimonio.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Chamán María


"Hay un mundo más allá del nuestro, un mundo que está lejos, también cercano e invisible. Ahí es donde vive Dios, donde vive el muerto y los santos. Un mundo donde todo ha pasado ya, y se sabe todo. Ese mundo habla. Tiene un idioma propio. Yo informo lo que dice. El hongo sagrado me toma de la mano y me lleva al mundo donde se sabe todo. Allí están los hongos sagrados, que hablan en cierto modo que puedo entender. Les pregunto y me contestan. Cuando vuelvo del viaje que he tomado con ellos, digo lo que me han dicho y lo que me han mostrado." --María Sabina.

Psylocibe cubensis y María Sabina


Cristina Fernández
Ilustración: "Concilio", María Villares

Era como casi siempre período especial y teníamos hambre en el cuerpo y en el espíritu. Para el cuerpo inventábamos de todo: viajes en tren al campo para practicar un trueque primitivo, y al organopónico por ramos de espinaca o apio. Para el espíritu la cosa se nos ponía igual de difícil: había que desplazarse hasta las vaquerías de afueras de la ciudad y allí caminar al sol bajo los potreros inmensos rastreando los plastones de mierda de vaca. Fabulaciones abundan sobre quién y cómo introdujo la práctica de ingerir el psilocibe. Alguien dice que Samuel Feijoó fue un iniciado en los misterios de la seta dorada, allá en la fértil región del centro insular. Lo cierto es que en plena década de los noventa en la Habana bandadas de jóvenes inquietos se desplazaban por valles y llanuras para asegurarse una buena recolección. Por supuesto que el “enemigo” apareció en un punto climático de la historia, pues eran tremendamente sospechosas esas bandadas husmeando en el estiércol y luego verlas tumbadas en los potreros, flauta o soliloquio en boca. Como si no bastara con el tácito tabú de no comerciar con la carne de res, en torno a los cosechadores de hongos comenzó a levantarse otro cerco de prohibiciones. Argumentando que los terrenos eran propiedad del estado, o reservas estratégicas de la biosfera, o intocables unidades militares, Cualquier terreno propicio al “crimen” se acordonaba con un “NO SE PUEDE”. Sé que la verdadera causa de la restricción era el temor patológico a perder el control de las mentes abiertas que pretendían explorase a sí mismas y a lo circundante. Una noche, luego de ingerir algunas setas prohibidas, mi entonces pareja y yo fuimos a parar a casa de unos amigos. Para ellos era la hora de comer y salió a relucir el tema de la precaria situación de los alimentos. “No aparece ni la leche en polvo”, comentaba uno de ellos. Sensibilizada hasta el límite de la angustia con el tema, auguré que ese gobierno inepto no duraría un año más. Han pasado diez años de mi falsa profecía y no ha aparecido el fin de la crisis que ha devastado generaciones enteras y ha proscrito cualquier clase de alimentos posibles. Por aquellos años me entusiasmó la historia de María Sabina, sus cantos espontáneos, la misión que acogió para sí como ser humano. Con fe y plegarias se dedicaba a sanar a los que la buscaban, consumiendo en sus trances energías y lágrimas. Contaba ella como siendo una niña, a punto de desfallecer de hambre junto a su hermanita , vio aquellos extraños retoños en la tierra y los comió. Podemos imaginar a aquella criatura que buscando llenar su estómago encontró el rostro de la eternidad. Pudiéramos decir que el hambre la llevó al cielo (que como se sabe pasa por el camino del infierno). Sabiendo hoy que los humanos erramos con frecuencia en cualquier estado de conciencia, me vuelvo hacia la naturaleza como señal de respeto por su permanencia y saber. Ella sabe cuándo germinar esporas y juntar mierda, sol, agua y psiquis para crear maravillas. Es hacia ella, y apartando dudosos presagios, donde se completa el viaje perfecto. De otros asuntos no podemos dar fe.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Logocrisis







Logocrisis* significa el hueco negro de la representación. Clon de la fase tardía del capitalismo desdoblado una y mil veces en sustancia plasmática. La sociedad guydebordiana productora de espectáculos se quedó atrás con la llegada del nuevo milenio. Lo que queda ahora es tediosa obesidad de la nada inflada, hastiada de no ser siquiera lo otro que no es.
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*Todo logo debe ser cuidadosamente diseñado, su personalidad y carácter deben representar el producto transparentemente, tal como la piel es a la carne: algo invisible e idéntico. El mercado baraja miles de productos similares que necesitan de personalidad propia para ser distinguidos. El logo es el milagro que los hace únicos, el núcleo de atención y atracción de la compra y venta. El diseño de un logo requiere de cuatro puntos fundamentales: 1. Veracidad, 2. Valor, 3. Valía y 4. Novedad.-- George Lois

sábado, 20 de diciembre de 2008

Sol dorado


Alcides Herrera

La bala se incrustó en la columna de madera del portal. Debe haber sido una bala perdida, pues la calle estaba desierta y nunca escuché el disparo. Hacía suficiente frío como para que no saliera a fumar y aun así bajé; era el último Camel y no me gusta dejar tesoros para mañana. Así que, segundos después del raro evento, miré al cielo; entre las nubes el último sol se filtraba con extravagancia -o al menos mi paranoia, mis cinco segundos de anticipación, le dieron ese tono. Pensé que era una señal poderosa de que debía dejar de fumar. El cigarrillo iba por la mitad y yo lo quemaba con mucha conciencia, como despidiéndome para siempre de un placer así. Aunque la señal estaba clara, me hice el bobo, demoré mi no-hacer, me puse la tan cercana meta de dejar el vicio apenas el Camel expirase. Entonces una segunda bala se incrustó en la otra columna, dejando la vibración de un silbido en el aire. Antes de subir corriendo las escaleras y esconderme en el baño, me dio tiempo a mirar los dos orificios. Estaban a la altura de mi pecho.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Nuevo disco de Mike Porcel

El disco que se hizo esperar por muchos años. Un proyecto largamente condenado por la adversidad que finalmente nos llega para suplir el empeño a capella de la memoria. Acá hallarán canciones y metáforas de una época fatigosa, y otras que se estrenan a manera de testimoniar el talento intacto del Dylan cubano.

Mis recuerdos de Severo Sarduy o Réquiem rumbero para un poeta (segunda parte)



Ramón Alejandro

Aparte de Laroye, que es otro de los numerosos nombres del mismo Eshu-Elegguá, lo de Anita y lo del Coco para mí que era un invento de Severo, porque nunca supe de ningún otro santero que lo invocase con esas palabras. O quizás fue una burla del mismo babalao que le dió sus Guerreros, lo cual en ese contexto no tiene la más mínima importancia, porque esa ambigua divinidad es reconocida por sus propios fieles por las sangrientas burlas que les suele jugar. Una religión del absurdo, gracias a la cual Severo se complacía adorando al gigante de la literatura latinoamericana a través de esa imagen popular del Orisha que cualquier turista de paso puede comprar en los mercados atiborrados de baratijas y souvenirs de la bulliciosa ciudad de San Salvador de Bahía. Derrisión y despreocupada blasfemia. Burla de sí mismo y de todo, pero en su fuero interno un acendrado respeto por la palabra escrita. Ese Logos que Berechit* flotaba sobre las aguas del Caos. Y todo lo demás era, como cantaba La Lupe; "puro teatro". La dependencia afectiva e intelectual de la que adolecía Severo en relación a La Momia era extraordinaria. Por eso al enterarse de que lo estaba perdiendo al haberse conseguido a otro más joven que lo trajinaba mejor después de tantos años de darle regularmente sus fieles servicios, Severo no pudo menos que acudir a las artes de un palero que dirigiera eficazmente su "trabajo" de manera a desatarle la existencia al intruso jovenzuelo omaní. El trabajo movilizó el poder del Mpungu Sarabanda Siete Rayos, pero como les sucede muy a menudo a los mayomberos insuficientemente experimentados, el conjuro se le viró. Por eso se le pudrió la sangre y fue a pasar mansito a manos de Yansa y se tuvo que ir de este Valle de Lágrimas dejándole en ofrenda, su ebbó, toda su carrera y sus triunfos parisinos a la vera del portón monumental desde donde ella rige la entrada al camposanto. Como si fuera otra de esas cestas repletas de berenjenas ofrecidas por los devotos en el sigilio de la madrugada para apaciguar a la Santa de las dos espadas y Dueña de la centella, que al amanecer aparecen en la intersección de la Calzada de Zapata y 12, a la entrada del Cementerio de Colón.

De nada le sirvió tirarlo todo a relajo, ni las mismísimas doctrinas tibetanas de la insubstancialidad de todos los fenómenos. Como había leído tanto sobre las doctrinas de la filosofía oriental, y como nunca me tomaba en serio, porque como cierto día me dijo en un acceso de soberbia, para él los pintores como Feito y yo, éramos "una par de cocineras gallegas" incapaces de pensar, porque para pintar como para cocinar bien, solo era necesario "tener mano", y que los únicos intelectuales de verdad eran los escritores como él. Después de mucho despreciarme diciendo que eso que yo hacía no era budismo, de repente me miró muy serio, y me espetó con magistral tono: "Sí, eso que tú practicas es budismo". Porque parece que el natural miedo a la muerte lo hizo finalmente acceder a que yo le enseñase a recitar el mantra que hacía algunos años venía practicando y del cual en diversas ocasiones le había hablado. Entonces fue que me llevó por primera vez a ese apartamento de Montparnasse, ya que siempre había ido a visitarlo a su apartamento de Sceaux situado en la periferia acomodada del sur de París, o en la bella propiedad de San Leonardo, suntuoso castillito, cerca de la ciudad de Senlis con su misteriosa cateral gótica, situada en medio de los bosques y prados que inspiraron sus bellos paisajes al célebre pintor Corot. No lejos del castillo de Chantilly. Ya él estaba bastante mal de salud, y mientras cenábamos en un restorán hindú de las inmediaciones de Montparnasse, me fue contando la intensa vida erótica que últimamente llevaba con una pandilla de jóvenes portugueses que frecuentaban los cafés de la Rue de la Gaité, no lejos de allí. Y a pesar de cierta duda que me invadió sobre el hecho de no estar completamente seguro que según lo que me refería, él estuviese tomando las precauciones que se imponían para proteger la salud de esos desprevenidos muchachos, no quise pedirle cuentas. Y poniendo de lado mis escrúpulos, me limité a escuchar la epopeya de sus últimos disparos en al campo de las batallas del amor. A su conciencia se lo tenía que dejar, puesto que esa delicada responsabilidad no era de nadie más que suya. Al llegar al apartamento me llevó enseguida ante su heteróclito altar. Detrás del Eshu Trancarrúa de su corazón estaba una valiosa estatua de Avalokiteshvara con sus numerosos brazos dispuestos en abanico alrededor de sus hombros. Tenía como dos pies de altura y conservaba trazas de la hoja de oro y de su policromía original. Se la había regalado La Momia, y naturalmente, tal cual a través de su modesto Eshu Severo veneraba la pluma de Jorge Amado, a través del Avalokiteshvara se sentía la veneración por la pátina de las viejas culturas extintas o en vías de extinción, y el valor económico que representan los vestigios de esas vetustas religiones, como objetos de colección y mercancía de anticuarios. Parte del "haber" de la burguesía ilustrada del occidente victorioso.

La religión de La Momia era esta veneración del prestigioso pasado y del valor comercial de los objetos de arte. Su regalo también era a imagen de su fe. Después del inicial showcito con su maraquita que me hizo me preparaba otro todavía mejor, porque apenas que hubimos valorado los diversos objetos de culto de su altar doméstico, y en cuanto nos dispusimos a recitar el mantra que yo quería enseñarle, se puso a sacudirse como santero que entra en transe, y decir que aquello era demasiado fuerte, y que había escuchado como el marco de madera de la ventana se había puesto a crujir, y no sé cuantas fantasías más que me hicieron comprender que Severo lo estaba tirando todo a choteo, y preferí abandonar ahí mismo la experiencia. El miedo a La Pelona le provocaba una actitud muy desafiante, y se complacía en ostentar provocadoramente su altanero desafío a La Muerte ante aquellos que sentían natural respeto por las últimas instancias de nuestra existencia. Sobre todo ante mí, por saberme sensible en este punto. Ya que Catherine mi compañera de dieciocho años y madre de mis dos hijos murió apenas cuatro meses antes que él de la misma plaga. Frecuentemente se reía a costa mía de mi respeto por La Muerte. No nos volvimos a ver más los tres juntos después de su último vernissage en la Galería Lina Davidoff del Boulevard de Saint-Germain-des-Près. Al día siguiente me enteré por la propia boca de Catherine que ella también estaba infectada por el sida. A partir de ese momento Severo no quiso que yo viera la degradación de sus facciones y me hablaba exclusivamente por teléfono con bastante frecuencia. Se divertía sobrecogiéndome con maliciosa facilidad con sus frecuentes desplantes sacrílegos y sus fanfarronadas metafísicas.

Cuando le llevé a su oficina de las Ediciones Gallimard, en la Rue du Bac, nuestro libro "Corona de las frutas" recientemente publicado por Cahiers des Brissants, con cuatro litografías acompañando diez décimas suyas, después de mirarlas muy detenidamente y de leer en voz alta algunos de sus propios versos, me dijo muy serio: "Funerario, como todo gran arte". Y me invitó a cruzar con él la Rue du Bac que en esa parte es bastante ancha. Y mientras atravesábamos fuera del paso peatonal y sin tomar en cuenta las señales del semáforo, sorteando imprudentemente el intenso tráfico, gritaba a voz en cuello; "si me arrollan ahora voy a armar un reguero de sangre que le voy a pegar el sida a todo París". Y pocos instantes después, bebiéndonos sendas cervezas en un bar de la acera de enfrente de su prestigioso sitio de trabajo, haciéndose el indiferente y con agresiva desenvoltura me hablaba del suicidio de François Lunven, un querido amigo mío, pintor de mucho talento, que cierta vez le pidió que le escribiera un texto sobre su pintura, y decepcionado por la respuesta negativa de Severo, aunque también por muchas otras razones, aparte de ser esquizofrénico, se tiró al vacío desde la ventana de su estudio que estaba en un séptimo piso, con solamente veintinueve años. La opinión de La Momia era crucial en estos trances. Era su amigo quien juzgaba si ese texto le iba a beneficiar en algo a su prestigio o iba a comprometer su reputación como crítico de arte. Severo no se atrevía a gustar de algo sin recibir el visto bueno de su sesudo amigo, porque dudaba dolorosamente de su propio juicio e iniciativa. Si la obra en cuestión no se refería a algún valor firmemente establecido, sufría fuertemente del temor a equivocarse. La Momia fue hijo de un filósofo bastante reconocido, aunque no de los más brillantes, de la intelectualidad francesa de su tiempo. Y confesaba modestamente sólo tener tres amigos en París, Roland Barthes, Michel Foucault y Philippe Sollers, es decir sencillamente la tres lumbreras que más brillaban en el candelero cultural en ese momento.

Tanto como la muerte de su hermanita menor siendo él todavía muy joven, una experiencia de su adolescencia lo hizo tomar esa conciencia de La Muerte que tuvo tan acendrada durante toda su existencia. Había ido desde por la mañanita con un grupo de amiguetes a pasar el día a la playa de Guanabo.
Al volver de tarde, uno de ellos no estaba ya con ellos ni hacía parte del mundo de los vivos. Se había ahogado y su cuerpo yacía en algún fondo marino sobre el cual era arrastrado por la corriente del Golfo hacia las inmensidades del Océano Atlántico. Dicen que la última vez que, como manda la Ocha, se le dió de comer su carnero ritual a Olokun. Eso fue en 1901 y los cuatro babalaos, cifra obligada que manda la Regla, salieron navegando desde el puerto de Matanzas mar afuera en un bote. Uno de los cuatro no volvió. Desde entonces no se le ha vuelto a dar de comer de nuevo. Nadie nunca supo como desapareció el Olowo. Resultó natural colegir que había sido el mismo ambiguo Orisha que sintetiza los dos géneros en su ser, y cuya cara si llega a ser contemplada por un hombre le provoca indefectiblemente la muerte quien se lo había llevado. Quizás el mismo Olokun se llevó también a ese joven compañero de Severo hacia sus predios del fondo del mar de donde nadie escapa, porque como dice su letra: "Nadie sabe lo que hay en el fondo del mar". Discípulo de tantas antiguas leyendas y viejas tradiciones, Severo confundía en su vigorosa lozanía y donaire la risa con el llanto. Y la más seria dedicación a su desarrollo artístico con el descoque más fútil. Me explicaba que la oración más eficaz era aquella que se hacía distraído, con la mente ocupada en otras cosas mientras se la recitaba. Afectaba despreciar todo sentimiento como superfluo en cuestiones de arte, y se burlaba de ciertos viejos cubanos amantes de la literatura que en Nueva York lo habían convidado a un recital, y como valoraban a la declamadora de los poemas por la manera "muy sentida" con la que los había proferido. Quiso prescindir del afecto y la falta de cariño lo mató, porque en su soledad, después de su jornada de trabajo a la que se aplicaba a la empeñosa manera en que trabajan los europeos, tal como La Momia le enseñó, su vacío interior se lo iba a llenar con esas cervecitas que se lo iban llevando hasta el baño de vapor de la Rue de Milan en donde buscaba su propio cuerpo olvidado sobre las arenas de las Playas del Este de La Habana de su juventud, entre los cuerpos desnudos que deambulaban buscando insignificantes caricias entre el tibio vaho del propicio sauna. En ese húmedo lugar en donde acechando disimulada entre las linfas, salivas, secreciones y jugos de algún apetitoso cuerpo semejante al suyo lo esperaba La Pelona que no perdona.
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*Au commencement, ("in principio").

Reglas del juego del post-capitalismo


Qué vacilón ser banquero en EE.UU.: En 2006 Dow Kim, ejecutivo de Merryl Lynch se llevó en la golilla un bono de $35 millones sobre su salario básico de $350,000 al año (es decir, 100 veces su pago). Es parte de la cultura wallstreetera llevarse más de lo que se gana (otra manera no castrista de meter forro). ¡En 2006 Merrill Lynch regaló $6,000 millones en bonos y "ganó" $7,500 millones que no existieron nunca! Incluso un cambalachista del piso que ganaba $180,000 se llevó $5 millones. Es decir, el lema característico del post-capitalismo tardío es "ganar sin trabajar".* Eso no es lo peor, de 56,000 empleados de la compañía, sólo 100 se llevaron la totalidad de ese billete, lo que denota una rancia diferenciación clasista. Observe en el diagrama de la izquierda que desde 2001, Kim recibió ¡117 millones!
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*No se olvide que esa "ganancia" implica la mentira de saber que la ganancia -o no existe, o- puede no existir.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

La ninfa inconstante



Rosie Inguanzo

A Guillermo Cabrera Infante le gustaba venir a Miami, sobre todo en época de Festival de Cine - nos dijo Miriam
Gómez, su viuda y albacea, durante su comparecencia en la Feria del Libro de Miami/2008. Aquí conoció a muchos que después se hicieron sus amigos. Aquí se reunía con algunos de ellos: René Jordán, Néstor Almendros,…y en los talleres literarios del festival encuentros con Manuel Puig, Sam Fuller, etc. Desde aquí GCI apadrinó la carrera en ciernes de Tarantino, Robert Rodríguez, Kiorastami y Almodóvar (apodado Almodólar por el mismo Caín) -estos dos últimos entraron al mercado americano a través del festival. También del anecdotario íntimo M. dijo: “Él me dio instrucciones para todo. Guardaba en dos carpetas blancas preciosas que yo había comprado (soy supersticiosa), Cuerpos (como 500 páginas) y Ninfa -que salió de Cuerpos.” M. anticipó que Cuerpos “va a ser el mejor libro de Guillermo”. GCI dijo alguna vez a Daniel Morcate: “Yo contaré cómo es que Miriam es la que escribe mis libros”, e interrogada sobre ello M. refirió complacida cómo le quitó 100 páginas a La Habana para un infante difunto “porque eran de insultos inadmisibles contra su ex mujer”. Citándolo dijo: “Quiero que (Cuerpos) tenga lo que tiene la memoria, que bota lo que no quiere; lo que no quiere viene y va, viene y va”. Y ahora que cierro la última página de La ninfa inconstante concluyo que algo de eso tiene la novela, algo de flashback revisitado, pastiche retraído de la memoria. M. cuenta cómo releyó incontables veces los textos póstumos que debía editar, desvelada, aprendiéndose de memoria algunos fragmentos, “adivinando” palabras ilegibles. Hasta que resolvió hacerlo como montadora de cine: “…monté las escenas. Para ese entonces encontré el prólogo, que me ayudó: Vi el libro”. La ninfa inconstante (recreada en esos años 50 tardíos: 1957), viene a cubrir el hueco entre La Habana para un infante difunto y Tres tristes tigres. No es una obra maestra, no pesa demasiado, pero ahí están su ardid y maestría de estilo. La historia es banal como la protagonista; aunque le sirve a GCI para ejercitar su memoria, sus juegos sintácticos y semánticos, su posiciones conceptuales y conceptista discurrir del referencial cubano-cinéfilo-musical. Delicia de lectura. Es un libro joven, fresco. Cuya idea tan cercana –tal vez eje de la novela-, es la síntesis del tiempo en un ahora perpetuo, el pasado siendo presente en los momentos únicos, reviviéndose. Ahí gravita una historia semiautobiográfica trivial: un periodista enajenado en sus trabalenguas eruditos, erotizado por la musa arquetipo de la Lolita tropical, sentí-mentalizado por la ciudad intocable*, sin evidencia del acontecer sociopolítico, y el gusto de recordar -cual lente de cámara-, con precisión matemática, unas calles, una luna sobre el trópico, un bar a oscuras, black hole empotrado en la luz del mediodía isleño, el cinismo risueño ante el paso del tiempo y la muerte que barrerá con todo. ¿Puede pedirse algo más de una novela?
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*En La Habana siempre se volvía a empezar. La Habana parece-aparece-indestructible en el recuerdo: eso la hace inmortal. Porque las ciudades, como los hombres, perecen. Un dicho en Cuba circa 1955 decía: “Olvida el tango y canta bolero”. Queriendo decir deja a un lado el dramatismo y cuenta lo sentimental. Nada podía ser más exacto entonces-y ahora. (La ninfa inconstante. Galaxia Gutenberg, 2008)
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martes, 16 de diciembre de 2008

De mis aventuras sicodélicas con Maureen


Adalberto Delgado

La “London Underground” peluquería estaba frente al entonces prestigioso Jockey Club en Biscayne y la 110 calle. Por los años 70 se pusieron de moda los peluqueros ingleses que cobraban cualquier barbaridad a los yuppies miamenses por arreglos estrambóticos de pelo. El amanecer de la cocaína… y el Underground no era excepción. Vacilaba llegarme por el establecimiento a exhibir mis cobas y descargar con los socios -aparte que la música que se escuchaba era de premio. Por esos días contrararon a Maureen, inglesita muy linda y simpática la que siempre me vacilaba desde el rabo del ojo (empestañado y maquillado) desde que yo hacía acto de presencia. Tony, mi socio acabó de ponerme la piedra con ella diciéndole que yo era un chico muy divertido. Maureen se fascinó con la idea de conocer mejor las intimidades de un cubiche. Nuestra primera noche salimos de paseo por Coconut Grove, que en ese entonces era una villa de hippies, con cafés orgánicos por donde quiera, donde se presentaban grupos acústicos tipo James Taylor, Carol King y de vez en cuando un grupo de blues. Nos llegamos a Feedback, justo al costado de Oak Food Store (tiendecita dedicada a la venta de productos orgánicos). Entré campante con mi inglesa agarrada del brazo y tremendo arrebato de hashish del bueno que ella había conseguido con sus amigos marroquíes. Como un varón de mi clase no podía quedarse atrás, le ofrecí de mi Colombian Gold, de la que vendía Veinte Pesos, personaje de historia que merodeaba las casas de debajo del puente de Flagler. Desde allí el Veinte trapichaba bolsas de material colombiano a todos los hippies cubanos que íbamos a su casa a resolver la quota. La rutina: Tocar la puerta. El Veinte abría una ventanita tipo speak easy prenguntando con su voz cavernosa: “¿Qué desea?”. Respuesta: “Una bolsa”. Y él seguía: “Veinte fulas”. Se pagaba y salía el paquetico con una onza de maní del bueno. El arrebato perpetuo de Maureen y su acento británico me tenían derretido. Sobre la melodía de “People get Ready” de los Chambers Brothers, nos dimos un beso casi eterno de película hollywoodense y quedamos empatados de novios. Nos fuimos a vivir agregados a casa de mis padres para ahorrarnos la cuota mensual del apartamento. Cuando reunimos suficiente dinero nos fuimos a Inglaterra. El mejor amigo de Maureen era Dimitris, griego-inglés súper-buena honda que nos ofreció un trailer temporal donde ensayaba el grupo de rock que él representaba. “El único problema es que está el campo, pero en tren se ponen aquí en Londres en menos de dos horas. ¿Qué les parece?” Maureen y yo nos miramos y decidimos inmediatamente. Así paramos en el pueblito de Hastings, nada menos que en el camper de ensayo y grabación del grupo Yes (en esa época no habían esos egos tan inflados y nos hicimos buenos amigos). Hice buena liga con Allan White (baterista del grupo) y con Eddie Efford (el sonidista). Demitris nos invitó a varias fiestas picnics que le gustaba a los ingleses para jugar balompié. En una ocasión visitamos la casa de Rod Stewart. Con el tiempo decidimos irnos a vivir a casa de una amiga en Groot Zundert, Holanda, el mismo pueblo donde nació Van Gogh. Aunque tardábamos 45 minutos en tren en llegar a Amsterdam, decidimos probar suerte. Una tarde lluviosa de esa que se manda en los países bajos, estábamos parados Maureen y yo en una esquina y se aparece un tipo con pinta de vikingo y grita: "¡Coñooooo que clase de aguacero!" Yo que siempre estaba fumao le pregunté a Maureen si ella había escuchado lo mismo. Me le acerqué al tipo y le pregunté si era cubano. El consorte me contó que había salido de Cuba con visa holandesa de las que dieron por los años 60. Era hacendoso el cubiche: Me ofreció trabajo de guía de tours para los hippies. También le consiguió a Maureen un puesto de camarera en un hash cafe, donde llevábamos los turistas a fumar. Como pueden apreciar, mi exilio temprano no pudo ser más cruel. ¡Qué vida tan dura! Ahora me voy a un comercial. ¡No se me vayan, que enseguida regresamos!

lunes, 15 de diciembre de 2008

domingo, 14 de diciembre de 2008

Querido Frank Emilio



Alfredo Triff

Conocí al pianista Frank Emilio Flynn una noche de verano a principios de los años 70, en el restaurante La Roca de 21 y M. Tocaba solo, siempre vestido con traje negro de cuello y corbata, sus espejuelotes de carey cubriéndole los ojos y el reloj de pulsera Bulova que se le salía por debajo de la manga blanca, mientras alargaba el brazo alcanzando algún acorde en el registro agudo del piano. La Roca en aquellos tiempos era como una cuevita modernista detenida en el tiempo, pequeña y acogedora, decorada con vitrales, un barcito de caoba ubicado a la izquierda del salón de dos niveles, piso alfombrado, sonidos apagados. FE es uno de los pianistas de jazz más importantes de la música cubana de la segunda mitad del siglo XX, fundador del grupo Loquibambia -importante catalizador del “feeling” habanero de fines de los años 40. Su acierto fue crear el conocido Los Modernistas a principios de la década de los 50, con Guillermo Barretto en la batería. Los Modernistas tenían una onda más cool que la de otros grupos de categoría como el de Bebo y su Batanga o Cachao y su grupo. Mientras FE tocaba un poco a-la-Tristano (su ídolo, fundador del “Cool Jazz”, otro ciego) los otros exhibían un sonido más afro. Pero ese sonido distintivo cambió cuando la agrupación se transformó en el Quintento Instrumental de Música Moderna, con Papito Hernández en el bajo (quien luego emigró a Miami), Tamayo en el güiro y el incomparable Tata Güines en las congas (es entonces que Barreto cambia la batería por las pailas). Para fines de los años 50 el Quinteto de Música Moderna (que pasó a los 60 como Frank Emilio y sus Amigos), estaba sentando pauta en el discurso del Latin Jazz cubano con un sonido muy original. 

El FE que yo conocí no parecía ser el pianista pionero del jazz de antaño. Tal parecía estuviese de castigo. Y no era secreto que el ciego genial, aunque muy discreto, era gusano consagrado. Como debe ser entre músicos, nos conocimos en un bar. Nos presentó Manolo, acordeonista muy bueno y fumador de tabaco empedernido -y casi siempre ennotado. Yo acababa de cumplir los 16 y esa noche ambos me sirvieron el primer trago: Tom Collins (favorito de FE). “El alcohol es bueno para los vasos capilares”-me dijo con esa risita suya de costumbre, mezcla tic nervioso y burla sana. Detrás de esa sonrisa se ocultaba una niñez muy triste. El “Flynn” le venía de su padre americano quien dejó a la madre cuando FE era un bebé. La vieja murió poco después, creo que de tuberculosis. Ya para entonces el niño se estaba quedando ciego por completo. Una vez le pregunté con mucho cuidado si había nacido ciego: “Casi, respondió. FE, que nunca decía una mala palabra, me dejó caer: “Me jodieron con los forceps a la hora del parto” (algo que teníamos en común él y yo, pero esa es otra historia). Con todo, era gran lector. Entre tandas, cuando lo dejaban solo, leía a los grandes de la novelística francesa y americana en ediciones pequeñas de Braille. Aprendí mucho descargando con él. En esa época yo tocaba en El Conejito con un grupo aceptable que incluía a Manolo y Cadaval (un violinista loco de aquella época), y entre descanso y descanso me iba a descargar con FE. Siempre se unían otros músicos de los alrededores que pasaban a verlo y agarraban hasta un vaso para hacer ritmo. Pasaron los años y aunque yo hacía otras cosas, siempre pasaba a oírlo tocar y conversar un rato. 

Recuerdo una noche de invierno de fines de los 70, FE tocaba el concierto “en Fa” de Gershwin con la Sinfónica Nacional en el Amadeo Roldán que fue todo un éxito a teatro lleno. Después del evento nos fuimos al Carmelo él, su esposa y yo, y la pasamos de maravilla. De ahí nos acompañamos caminando loma arriba hasta 23 entre A y B, donde cogió la guagua. Conversamos de nuestros planes futuros. Antes de montarse le dí un abrazo. “Hasta luego Alfredito” me dijo. No lo vi nunca más.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Yoani, Lía y Claudia



Rosie Inguanzo

Ellas, sospecho, secretamente disfrutan de la felicidad de esta fase, donde la capacidad coloquial del blog supera el cerco. Bloguerismo para ejercer la libertad ciudadana. Y ahora quieren juntarse los blogueros. Nadie tiene la menor duda de que Generación Y es un objetivo militar.
Y Habananemia y Octavo cerco.Tienen que serlo. Son centros de información, es decir, de difusión de la verdad. Atacadas se redefinen con antenas auxiliares, movilidad sigilosa, escabulléndose en la ruinosa ciudad. Siniestra charada que las pone contra la pared y ellas se les ríen en la cara y reclaman auditorio, sellan compromiso con la libertad. Las niñas que inquietan al gobierno son chicas sexy y arremetidas, chicas con blog, mujeres con blogopistola -esa debilidad sexual. Hembras rebeldes, hermanadas en contienda, sin amparo y aún blogoarmadas. Por eso quieren meterles mano. ¿Hay algo más sexy para los mentecatos de la estación de policía, para los energúmenos enfermos de la seguridad del estado? Las mujeres que reclaman un orden social basado en derecho, se mueven ligeras en la internet -en un país donde se limita el derecho a desplazamiento-, sujetas a la autoridad incompetente que las acosa y acusa, bajo amenaza de arresto preventivo. El producto blog es desechable pero no es de efecto efímero; ellas saben que lo que importa es que haya más de una versión del conflicto ruidoso de la historia. Credibilidad y ruido, brizna de madera en la armadura del todopoderoso, opinión pública. Decir factivo. Estas damas excitables asumen la tarea indispensable de preservar la experiencia inmediata de esa Cuba periférica -desde la blogosfera, mantener abierto el horizonte de las posibilidades humanas contra la mansedumbre cómplice, sofocadas de hambre e ideología, de salvajismo y desgaste ético, ellas improvisan estos blogs, disputan ese espacio de conducta social -untados de sensibilidad personal. Las obliga el derecho a la palabra, la voz libre contra el forcejeo bruto de los manganzones segurosos embarrados de sangre.