sábado, 27 de diciembre de 2008

Mis recuerdos de Severo Sarduy o Réquiem rumbero para un poeta (tercera parte)


Ramón Alejandro

En los últimos meses de su enfermedad Severo sufrió algunas inevitables magulladuras afectivas. Los sitiales encumbrados del candelero de la Fama son escasos y muchos son los que pretenden ocuparlos. El ejercicio de los codos es cosa corriente en esos medios extremadamente competitivos. Uno tiene que perder su puesto si otro lo quiere ocupar, esa es la ley de esa vida. La literatura francesa de los últimos dos siglos ha sido copiosamente alimentada por el brillante espectáculo que ofrece el escenario social parisino. Especialmente Balzac estudió con pasión la manera en que el poder, el dinero y el sexo se entremezclan para dar como resultado esa lucha libre que en su versión contemporánea llaman en Norteamérica rat race o carrera de ratas. Las relaciones humanas se tejen con alambre de púas, y como quiera que se pongan los candidatos, la mayor parte de ellos terminan por llorar. Así es que cuando La Momia y su Señora madre acogieron al estudiante criollito recién conocido en un espectacular, y fatídico, encuentro en la Capilla Sixtina del Vaticano, generosamente le adjudicaron un simpático capital para que se sintiera libre al asentarse como miembro estable del clan Baahl, vieja familia de la alta burguesía judía ya ilustrada dentro del mundo intelectual francés. Es digno de encomio la manera en que esta burguesía ilustrada puede aplicar sus principios igualitarios hasta compartir parte del capital familiar con un recién llegado desde las casi míticas ínsulas de las Indias Occidentales. Pero la súbita aparición de la Pelona, la Pirula Calaca, en medio del apacible escenario donde reinaba el estudio y la total dedicación a las nobles actividades del espíritu vino a trastocarlo todo. La razón tuvo que imponerse por necesidad mayor. A la muerte de Severo hubiérase debido pasar por los onerosos trámites de sucesión de rigor que el fisco francés exige en estos caso. Así que madre e hijo, para no menoscabar por gusto o por excesiva delicadeza con el candidato al próximo deceso previsible, decidieron quitarle a Severo lo que anteriormente le habían dado. Había que evitar a toda costa que el implacable fisco de la República Francesa fuera a beneficiarse de los afectos humanos que ella no puede tomar en cuenta en los precisos cómputos de su contundente contabilidad. Severo, al saber por boca de La Momia de esta prudente decisión, se lo cogió todo para él, como si fuera una afrenta personal, y llorando me contaba el dolor y la decepción que había sufrido al enterarse que ya -de hecho- lo estaban considerando un ausente. Como si ya fuera un viajero intergaláctico que pronto iniciaría su travesía por el brumoso espacio que describe ese Bardo Thodol, el libro tibetano de los muertos que tanto citó en sus escritos. Porque en ese intermedio entre dos sucesivas existencias ya no tendría necesidad de ningún dinero, una vez que se desagregaran los cinco componentes que temporalmente constituían su persona. Pero por muy apolimado que estuviese estado por esta experiencia, le iba a seguir otra quizás aún más irritante para él. Guillermo "Contreras Zabaleta" se puso a llamarlo por teléfono desde Londres, con tal insistencia, que Severo empezó a dudar de la sinceridad del interés que manifestaba por su salud. Hasta darse cuenta que lo que su supuesto amigo deseaba era estar bien al tanto de su inevitable deceso para ser el primero en publicar el artículo obituario en el popular periódico "El País" de Madrid. "Es un aura tiñosa" me decía indignado, y cuando dejó de responder a sus siniestras llamadas, Guillermo se puso a llamarme con la misma insistencia a mí, sabiendo que en esos últimos meses Severo compartía sus alternativas de natural angustia con igualmente naturales brotes de desafiante altanería ante la guadaña amenazadora que asomaba su filo cada vez más precisa e íntimamente en lo que le quedaba de vida. En la medida que Severo pretendía afectar ecuanimidad se me hacía evidente su desolación. En cierta época, algunos años antes, cuando a los miembros de la camarilla estructuralista les dio por posar de "maoístas", sin el más mínimo pudor ni sentido del ridículo, La Momia le había enviado desde Beijing una tarjeta postal tan fría, que de nuevo Severo había llorado ante mí contándome lo grande que era su frustración afectiva. Severo creyó firmemente que se podía convertir en un "francés", tuvo fe en los principios igualitarios de aquellos que lo acogieron. Pero lo que olvidó es, que muy adentro de su fuero interno, ciertas vivencias de su primera juventud le hacían sentir necesidades que eran totalmente incomprensibles para su mentor. Que el molde de las culturas marca para siempre a todos los seres humanos. Y que el paso de una cultura a otra conlleva heridas que difícilmente pueden cicatrizar. Por mucha cirugías plásticas que Michael Jackson sufra, nunca jamás será el blanco que hubiera deseado ser. De ahí que el tema del mimetismo aparezca con tanta vehemencia en la obra de Severo.

8 comentarios:

  1. Del chisme a la historiografía. Se pueden adivinar paralelos entre la Momia y el Grado 0 de la escritura. El Guillermo de Londres... quién será?

    "Las relaciones humanas se tejen con alambre de púas"

    ResponderEliminar
  2. Dramático. Redacción distinguida. Bisturí balzaciano.

    ResponderEliminar
  3. perdon,y quien es Severo Sarduy..?

    ResponderEliminar
  4. Muere Huntington, autor de 'El choque de civilizaciones'

    ResponderEliminar
  5. De lo mejor.
    Imagino que un "cambio de vida" con uno de esos franceses que hubiera querido ser cubano hubiera hecho feliz a Severo antes de partir por el boquete incoloro.

    ResponderEliminar
  6. camarilla estructuralista? quienes eran esos? Tu eres un mostro Ramon Alejandro. Oye, pero cual es la pena de irte por arriba de los nombres y apellidos. Te da pena? Recuerda a mi me interesa y me quedo en blanco porque me gustaria saber mas de cerca todo. Con nombres y Apellidos, para poder entender. Porque recuerda que no todo el mundo lo sabe todo siempre. Claro ese es mi problema jajajaja. Pero, es que estan vivas esas gentes que te da pena hablar sobre ellas, con detalles? O es que no valen la pena, mas que mencionarlos y lo unico que te interesan son las reacciones eticas a tales actos. Ya es graciosa tu sensibilidad y nivel de analisis hacia los pormenores de los actos. Pero si esa gente que buscaba algo oportunamente que interesa, pero es bueno saber nombres. jajajaja y APELIIDOS. Para que sean mas reales. Tu brete es very smart brete. Y ensena mucho sobre temas casi hipersensibles que no todo el mundo nota. Quizas es la paranoia que a veces conlleva a sacar ciertas conclusiones que por otro lado casi nadie se cuestiona ni nota en la mayoria de los casos. Gracias Miles

    ResponderEliminar
  7. Oiga tremenda historia que has escrito Ramon Alejandro. Pero como nunca entras a conversar con uno no se que decirte, o que preguntarte.
    Pero puedo darte mi opinion. Creo que Severo era muy severo, muy rajatabla con sus sentimientos. Si huebiera sido mas conprensivo y generoso y menos "loca" superficial, le hubiera ido mejor en sus relaciones.
    El que no tenia amor era el y no el mundo a su alrededor. Eso es lo que persivo cuando leo lo que escribes aqui.

    Al menos asi lo persivo por lo que nos cuentas. Creeme que me llega mucho la historia por que es una pena que no el autor de Matreya y De donde son los cantantes, sino el ser humano, muriera solo, triste y sintiendose abandonado.
    Parece que era como sus libros. Sus libros estan muy bien escritos pero son frios. Pero bueno cuentanos mas y por favor no me tomes a mal lo que digo.
    Anamaria

    ResponderEliminar
  8. Ramón... excelente.
    Saludos desde México.

    ResponderEliminar