martes, 25 de noviembre de 2008

De mi experiencia con el paisaje occidental de la plataforma insular


Ramón Alejandro

Ahora me viene de golpe a la memoria el paisaje que pude abarcar con la mirada desde un sitio bastante elevado de las Escaleras de Jaruco en dirección al sur, cuando contemplaba una gran parte de la superficie de la bella y extensa llanura habanera cubierta de sembrados descendiendo con un suave declive hasta el confín de las pantanosas costas. Allí donde cubriéndose primero de manglares se sume progresivamente por debajo de las verdes aguas, de ese perezoso remanso del mar que es la ensenada de La Broa. Y se convierte sigilosamente en una límpida y silenciosa planicie de arenales submarinos, de los que un poco más al sur emergen una infinidad de cayos con sus cinturones coralinos, diseminándose irregularmente sobre la superficie de las aguas. Alejándose poco a poco hasta llegar al límite definitivo que marcan los sucesivos veriles de la plataforma insular. Allí dan como balcones sobre las abruptas pendientes por las que sus empinados precipicios caen hacia la inmensidad de los profundos abismos del Mar Caribe. Como si la isla temiendo estrangularse por la estrechez que la afecta en esta región no quisiera tener que limitarse a su parte visible, expuesta a las intemperies atmosféricas y a los inclementes rayos del sol. Elementos que van activando su natural fecundidad la cubren de lujuriosa vegetación y que pareciera querer seguir siendo aún ella misma hasta por debajo de la superficie del mar. Añadiendo también a su delgada cintura aquellas dunas de arena cubiertas por esa leve capa de aguas tan transparentes de un luminoso color turquesa por las que se entrelazan los sibilinos caminos de los peces. Donde igualmente los monstruos marinos labran sus escondrijos entre las entreveradas raíces de los mangles que sin temer al salitre marino penetran desafiantes por entre las inquietas olas. Y finalmente se echan a crecer confiados de su buena fortuna por encima de los arrecifes coronados de esponjas y anémonas que refulgen con sus encendidos rojos y brillantes anaranjados, y oscuros morados y lilas fosforescentes. Miraba yo intentando ver aún mas lejos, y al no poder mi vista ir mas allá de los límites impuestos por la debilidad de mis pobres ojos, comencé a soñar, imaginándome aquellas extensiones perdidas bajo las aguas del mar Caribe. Mas allá de los manglares de las orillas del mar. Porque la naturaleza de la visión no se agota con lo que buenamente puedan percibir estos glóbulos prodigiosos que son nuestros dos ojos. La naturaleza de nuestra avidez de conocimiento no puede menos que prolongarse al infinito con ese ojo interior, que sin el menor soporte fisiológico, la completa y puede hacer llegar hasta los mismos “límites del Universo”. Embelesado estaba yo en estas consideraciones especulativas cuando súbitamente aprecié el claro espacio bajo una bóveda celeste de vivísimo azul resplandeciente con múltiples fulgores. Apareció a lo lejos, como si ese fenómeno se estuviera desarrollando dentro de la estratosfera muy por encima de los extensos bosques de la Ciénaga de Zapata. Allí donde los caimanes gruñen, acechando sigilosamente dentro de sus charcos de fango. Se fue constituyendo progresivamente un poderoso cúmulo de muy voluminosas nubes que parecían envalentonarse, elevándose al poco rato a vertiginosas alturas. Algunos nubarrones oscuros, otras, nimbos muy blancos. Y todo aquello avanzaba rápidamente hacia nosotros, cambiando constantemente de color, lugar y forma. Mientras proseguían desplazándose espectacularmente por su propia dinámica por todo el espacio perdiéndose hacia lo alto, hasta los mismos confines de nuestra biosfera. Así fue que bajando cuidadosamente por sinuosas rutas desde las cimas del lomerío central de la provincia, al emboscarnos entre los corpulentos árboles frutales que bordeaban a todo lo largo nuestro camino, perdimos de vista el paisaje celeste por un buen trecho, hasta llegar al pueblo de Santiago de Las Vegas, a bordo de nuestro Lada.

11 comentarios:

Unknown dijo...

Ramon:
Pues si que parecen bellos paisajes. Y sabes? siempre he sonado con darme un viaje por esa isla encantadora de ustedes.

Anónimo dijo...

Parece escrito por Bernal Diaz del Castillo.

Anónimo dijo...

No soporto los escritos en pasado, remoto. Cada vez que escucho la palabra 'recuerdo" me duermo. Es la pasividad del pasado la que me tumba los parpados. I can't take that! Z ZZZZ zzzz ZZZZ zzz.

Futura al segur (jajajajaja)

Anónimo dijo...

Es que Cuba y los cubanos siguen siendo "el otro", un experimento fallido. HRL

Anónimo dijo...

Pues yo creo que está muy bien dicho. Es una narración muy personal.

Anónimo dijo...

yo creo tu crees, ellos creen, nosotros creemos, vosotros creis, or whatever. It doesn't make a difference to me. It's me that doesn't like it! whether it be una narracion muy especial or not! I would still retail the story on the active verb! Just for the sake of energy! .... Gorgonzala

Unknown dijo...

Las escaleras de Jaruco.
Que belleza!

Anónimo dijo...

Esta bien escrito, al estilo Lesamiano. Los cubanos tratando de lesamiarse y le salen derivados. Pero bueno no le quedo ni tan bien como cuando pinta ni tan mal tampoco.

Feminista dijo...

Gracias Ramón. Vi las Escaleras de Jaruco alguna vez en una postal o en una foto vieja. Y alguien me contó del frío y el aire que se respiran.
AT: Muy buena tu cobertura simpificada de toda esa madeja económica. Tumiami sigue siendo lo mejorcito.

Anónimo dijo...

ME SUMO AL ANONIMO DE LA 5:59.

P.L. dijo...

caballero digan la verdad
molesta
la autenticidad
la desfachatez
y el riesgo
empinar papalote
y tirarse al agua de barriga
¡qué importa estrellarse!